plan.
—No es locura —contesto Hernando con tal determinacion que el tullido no pudo tener la menor duda acerca de la seriedad de la propuesta—. Sera la mejor historia que hayas contado nunca. Os necesito, a ti... y a Amin.
—Pero inmiscuir al nino...
—Es su obligacion.
—?Eres consciente de que si nos descubren, la Inquisicion nos quemara vivos? —murmuro Miguel.
Hernando asintio.
Esa misma manana, los tres accedieron a la mezquita. Hernando provisto de una fuerte palanca de hierro y un mazo escondidos bajo sus ropas; Amin, con las hojas todavia no encuadernadas del ejemplar del Coran, tambien escondidas, apretadas contra su pecho, y Miguel con sus muletas, andando a saltitos. Padre e hijo se apostaron reverentemente frente a la capilla de San Pedro, el profanado
No tuvo oportunidad de continuar preguntandoselo. Como era su costumbre, el beneficiado de la capilla de San Pedro se dirigio a abrir el cerrojo de las rejas para preparar la misa. Hernando dudo. Miro a sus espaldas y Miguel le sonrio, animandole a decidirse, apoyandole; Amin le dio un suave golpe con el hombro para indicarle que el sacerdote acababa de abrir la reja. Entonces hizo un gesto de asentimiento hacia el tullido.
—?Dios! —resono en la mezquita. La gente se volvio hacia donde un tullido bailaba excitado sobre sus muletas—. ?Estaba ahi! ?Lo he visto!
Algunos fieles se arremolinaron en torno a Miguel. Sus gritos continuaron. Hernando mantenia la mirada entre el tullido y la reja de San Pedro; el sacerdote ya habia salido alarmado y observaba parado junto a las rejas.
—?Su bondadoso rostro se hallaba detras de una paloma blanca...! —seguia chillando Miguel.
Hernando no pudo evitar una sonrisa. La credulidad de la gente siempre le sorprendia. Una anciana cayo de rodillas santiguandose.
—?Si! ?Lo veo! ?Yo tambien lo veo!
Muchos otros gritaron apagando la voz de Miguel. La gente se arrodillaba y senalaba hacia la cupula del altar mayor, a espaldas de la capilla de San Pedro, alli donde Miguel seguia sosteniendo que habia visto una paloma blanca. El sacerdote corrio hacia el grupo, al que ya se dirigian gran numero de religiosos con sus trajes talares revoloteando.
—Ahora —indico Hernando a su hijo.
En pocos pasos se plantaron en el interior de la capilla.