supresion de su autonomia administrativa. Los llamados cristianos nuevos se convirtieron en personas explotadas y al tiempo odiadas, y sus antiguos derechos, fueron drasticamente restringidos.

La sublevacion morisca de las Alpujarras, tierra de orografia quebrada y gran belleza, fue consecuencia del irreversible deterioro de la situacion de este pueblo, y es conocida a traves de los detallados relatos de los cronistas Luis de Marmol Carvajal ( Historia del rebelion y castigo de los moriscos del reino de Granada ) y Diego Hurtado de Mendoza ( Guerra de Granada hecha por el Rey de Espana Don Felipe II contra los moriscos de aquel reino, sus rebeldes: historia escrita en cuatro libros ). Se trato de una guerra que ambos bandos llevaron a cabo con suma crueldad, aunque los desafueros de los moriscos se conocen mejor debido a la parcialidad de los cronistas cristianos. A pesar de ello, una de las pocas voces que se alzo para explicar, que no excusar, los excesos fue la del embajador espanol en Paris el cual, en la carta al rey que se cita en la pagina 20 , expuso que todo un pueblo se quejaba de que sus mujeres eran violadas por el cura y de que los ninos nacian con el estigma de los ojos azules del sacerdote, como es el caso del protagonista de esta novela. Pero atrocidades tambien se cometieron en el bando cristiano. Las matanzas, con el pueblo de Galera como exponente maximo, la esclavizacion de los vencidos y la rapina fueron moneda comun. Por eso cabria dar credito a aquellos sucesos que, como la muerte de mas de mil mujeres y ninos en la plaza de Juviles y la venta de otros tantos seres de ambos grupos en almoneda publica en Granada, aparecen relatados en estas cronicas.

Estas carnicerias fueron perpetradas por unas tropas compuestas por soldados y mandos que no formaban parte de cuerpos regulares y cuyo unico objetivo parecia ser el enriquecimiento personal. En las cronicas aparecen constantes episodios en los que el botin y su reparto, la ambicion como unica estrategia o la desercion de hombres ya satisfechos con lo que habian logrado ocupan un lugar prominente.

Junto a ello, tambien he tratado de proporcionar en mi novela una imagen de los conflictos y condiciones de vida del campo insurrecto hasta que los moriscos, abandonados a su suerte por argelinos y turcos —como lo habian sido y lo seguirian siendo—, fueron vencidos por los tercios espanoles. El consumo de hachis para enardecer el espiritu guerrero, el uso del aconito como veneno en las flechas, la caida en desgracia de Aben Humeya a causa de su aficion por las mujeres, la actitud soberbia del cuerpo de jenizaros que se envio desde Argel, los corsarios y la inclinacion de algunos de ellos hacia los muchachos... aparecen en los relatos de los cronistas de la epoca. Tambien en la obra Mahoma de Juan Vernet se apunta que, segun costumbre arabe, algunas de las espadas del Profeta llegaron hasta al-Andalus, como recoge mi novela.

El levantamiento de las Alpujarras termino con la deportacion de los moriscos granadinos a otros reinos de Espana. En el caso de los que fueron llevados a Cordoba, como los protagonistas de la novela, este exodo ocasiono la muerte a lo largo del camino de cerca de una septima parte de los expulsados, como desvela el trabajo Los moriscos en tierras de Cordoba de Juan Aranda Doncel.

La derrota, la dispersion de los moriscos, las leyes discriminatorias, que por otra parte hacian vanos los intentos de asimilacion, no pudieron resolver el problema. Son muchos los memoriales y dictamenes de la epoca que lo ponen de manifiesto, y que proponian «soluciones finales» ciertamente terrorificas. En consecuencia, tambien fueron muchas las conspiraciones, todas fracasadas. Fue particularmente grave la de Toga, que narra la novela y que se frustro a causa de los documentos que el rey de Inglaterra remitio al de Espana tras la muerte de Isabel I y el tratado de amistad angloespanol. El historiador

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