guardo memoria de ellos. Es casi como si hubiesen ocurrido en otra vida. ?No le parece extrano?

– No, en absoluto. No puedo basarme mas que en las noticias de los periodicos, pero parece que fue… -Vacilo buscando la palabra adecuada y me quede prendado de su rostro pensativo, sabedor de que si no encontraba la expresion exacta no diria nada mas. Parecia consciente del trastorno que esa epoca habia ocasionado a quienes la habian vivido-. Que fue mas alla de lo que alcanza mi comprension -concluyo encogiendose de hombros-. Que tonta soy por buscar palabras para describir algo tan terrible. Estando aqui, en California, imaginese.

– Es por eso por lo que jamas las utilizo -apunto Chaplin entre risas mientras servia nuevas copas, incluso para Amelia, que apenas habia tocado la suya-. Las peliculas apelan directamente a la imaginacion, ?sabeis?, no a la vida real. Y el cerebro funciona mejor en silencio. Puede que…

– Entonces, ?por que siempre usas esa musica infernal? -lo interrumpio Constance. Chaplin se quedo mirandola-. Sinceramente, Charlie -anadio ella tras una carcajada-, adoro tus peliculitas como la que mas, pero ?es necesario que las acompanen esas horrorosas piezas para piano? Siempre que voy a ver una me maldigo por haberme olvidado en casa el algodon para los oidos. Recuerdemelo, senor Zela -agrego, tocandome suavemente la rodilla-, la proxima vez que vaya al cine.

– Te ha pedido que lo llamaras Matthieu -dijo Chaplin, indignado, con una voz que superaba en unos decibelios a las del resto de los presentes-. Ademas, la musica sirve para describir a los personajes y el argumento. Es rapida cuando hay accion, funebre cuando hay desgracias. No deja lugar para la duda; el espectador capta el estado de animo. La musica evoca las emociones con la misma eficacia que la interpretacion o la direccion. Sin musica…

– Charlie es un estupendo compositor -comento Amelia en voz baja; Chaplin no parecio inmutarse.

– Gracias por el cumplido, querida -dijo con una voz mucho mas fuerte que la de la joven, que parecio encogerse-, pero mis peliculas son obras integrales. Me ocupo de la escritura, la direccion, la actuacion y la musica. Todo es parte de algo que creo en mi mente. Por eso he tenido tantos problemas, por eso siempre me he visto obligado a luchar para obtener el control total de lo que hago. Sin control, Matthieu, no hay nada de nada. No le pedirias a Booth Tarkington que escribiera una novela para que luego viniese otro y le pusiera los titulos a los capitulos, ?verdad?

– No, pero al menos podrias pedirle a alguien que disenara las letras de la cubierta -solto Constance.

No pude reprimir una sonrisa al advertir la poca simpatia que le despertaba el amante de su hermana. Por su parte, Chaplin parecia incapaz de responder a los dardos que le lanzaba, como si no estuviera acostumbrado a tratar con mujeres respondonas. Tal vez Amelia estuviese loca por el gran hombre, pero resultaba claro que quien mandaba de las dos era Constance y que esta podia llevarse a su hermana en cualquier momento.

– Si fuera mi libro lo disenaria personalmente -dijo Chaplin, dirigiendome una mirada de complicidad con la que pretendia apartar a Constance de la conversacion; dificil, teniendo en cuenta el caracter de aquella mujer.

– ?Cielo santo! -exclamo ella, y sus carcajadas retumbaron en la habitacion-. ?No me digas que tambien sabes dibujar!

Despues de esa noche vi a Constance todos los dias, y fue ella quien me convencio de no invertir en las peliculas de Chaplin, cuyo trabajo me habia impresionado casi tanto como me habia aburrido su egolatria.

– Le he oido hablar de sus proyectos en otras ocasiones me conto-. Ya sabes, cuando se emborracha y se pone a filosofar a lo Alejandro Magno. Conquista el mundo antes de los treinta anos, etcetera. A el se le ha pasado la edad, claro. No dudo que llegara el dia en que trabajara solo, pero exprimira sin compasion a cualquier inversor que consiga. A Charlie no le interesa nadie que no sea tan celebre como el, ?sabes? La fama es lo unico que le importa. Seguro que un psicologo lo veria como un problema, ?no crees? Te sacara hasta el ultimo centavo y, aunque cabe la posibilidad de que a cambio te enriquezcas, no tendras ningun control sobre lo que hace con tu dinero. No seras mas que un banco con pretensiones, Matthieu. El Banco de Ahorros y Prestamos de Chaplin, y se acabo.

Para mi gran alivio, Charlie no me pidio que invirtiese en sus ideas, aunque no dudo que habria aceptado cualquier oferta por mi parte. A lo largo de ese ano mantuvimos una relacion de amistad, si bien algo distante, debido a que nuestro vinculo era Amelia, a quien Constance no dejaba ni a sol ni a sombra.

– Es un hombre libidinoso -me conto Constance en otra ocasion-. Va de flor en flor. Me sorprende que todavia siga con ella. Por eso quiero estar cerca cuando la deje. Pronto cumplira dieciocho anos, y supongo que entonces se la quitara de encima.

A esas alturas la atraccion que sentia por Constance habia aumentado a tal punto que crei haberme enamorado. Ella no tenia otra vida sentimental que la que compartia conmigo, si bien estaba claro que las declaraciones de afecto mutuas no iban con ella. Cuando, llevado por la pasion, exclamaba «?Te quiero!», Constance respondia con frases como «Que mono eres» o «Te agradezco que me lo digas». No era una mujer fria -de hecho, podia saludarme carinosamente cuando la recogia para llevarla a cenar o a un espectaculo-, pero desconfiaba de las declaraciones amorosas o de cualquier muestra de afecto en publico. Me acostumbre a pasar la noche en su apartamento y llegue a plantearme dejar mi casa, que de todos modos era demasiado grande para mi, e irme a vivir con ella, pero Constance me lo quito de la cabeza.

– No quiero sentirme como si ya estuvieramos casados -me dijo-, como si no hubiera vuelta atras. Saber que tienes tu propia casa me da seguridad.

Tambien yo habia pensado en eso; incluso me habia planteado pedirle que se casara conmigo, pero habia tropezado demasiadas veces con la misma piedra, y con resultados muy desiguales, y era reacio a ver fracasar otra relacion y destruirse otra amistad. Hablamos de nuestros respectivos pasados con bastante detalle, aunque me asegure de que mi vida romantica no pareciera remontarse mas alla de principios de siglo. Siempre he pensado que es mejor no aburrir a la gente contandole mi proceso de envejecimiento, pues sospecho que dejaria de importarles como persona y pasaria a interesarles como fenomeno.

– Nunca he estado casado -menti-. Solo hubo una mujer con la que realmente quise casarme, pero al final no pudo ser.

– ?Te dejo por otro?

– Murio. Hubo… problemas. Eramos muy jovenes. Fue hace mucho tiempo.

– Lo siento. -Constance desvio la mirada; no estaba segura de que yo buscase consuelo, y mucho menos de que ella fuera la persona indicada para darmelo-. ?Como se llamaba?

– Dominique -murmure-. Da igual. No me gusta hablar de ella. Dejemoslo…

– ?Y no ha habido nadie mas? ?No te has enamorado desde entonces?

Solte una risita.

– Bueno, ha habido otras, claro. He perdido la cuenta de las mujeres con las que he estado, y por alguna he sentido algo mas intenso, algo parecido a lo que sentia por Dominique. Como tu, por ejemplo.

Asintio con la cabeza; encendio otro cigarrillo y, al dejar escapar el humo por la nariz, desvio la vista. La observe, pero eludio mi mirada.

– ?Y que me dices de ti? -le pregunte al fin, para romper el silencio-. ?Cuando vas a contarme algo de tu maravilloso pasado?

– Pensaba que a los caballeros no les interesaban las mujeres con pasado -dijo esbozando una sonrisa-. ?No es eso lo que se inculca a las jovencitas? ?No se les aconseja que se conserven puras y virginales para sus maridos?

– Creeme, no soy quien para hablar de eso -reconoci, sonriendo tambien-. No puedes imaginarte hasta donde se remonta mi pasado.

– La verdad es que no he tenido ninguna relacion -declaro tras titubear un instante-. Al morir mis padres, dejaron a Amelia a mi cuidado, y durante los ultimos anos me he ocupado de ella. Aqui conocia a algunas personas, y mis padres nos habian dejado este apartamento, de modo que nos parecio una buena idea quedarnos. Entonces Amelia conocio a Charlie y parece que desde ese dia no he representado otro papel que el de carabina. A veces tengo miedo de que, a los veintidos anos, lo mejor de mi vida haya pasado. Me siento como una de esas tias solteronas de las novelas que Amelia suele leer. Ya sabes a que me refiero: una muchacha viaja a Italia, alli conoce a un joven semidios romano y, cuando este le afloja el corse, la correcta y formal carabina, a unos pasos de distancia, chasquea la lengua en senal de desaprobacion.

– No eres ninguna tia solterona -declare-. Eres probablemente la mas…

– Por favor, nada de halagos -me interrumpio mientras apagaba el cigarrillo a medio fumar en el cenicero. Se

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