Rickles -me conto Rusty esa tarde en su despacho-. Ya tengo a dos, pero necesito un tercero. Cada uno tiene distintas responsabilidades y el ultimo tipo no estaba a la altura de su trabajo. ?Que me dices?

– Debo confesarte algo -repuse con un suspiro-. Nunca he visto el programa.

– En el estudio guardamos todas las cintas. Cualquier tarde te las pasaremos en una sala de proyeccion y podras ver del primer capitulo al ultimo. Necesito una persona que se ocupe de la publicidad e informe a las agencias de noticias, alguien que genere publicidad para que la serie sea todavia mas exitosa. Dentro de seis meses voy a lanzar un nuevo programa que se emitira justo despues, de modo que tiene que seguir en los primeros puestos. El show de Buddy Rickles debe ser el plan de los jueves para todo el mundo, ?entiendes?

– Ya lo he pillado -respondi, contagiado de su entusiasmo-. Y se lo que tengo que hacer.

– Bien, pero ?puedes empezar… ayer?

Resulto un trabajo mas dificil de lo que habia imaginado. Aunque la serie era un exito rotundo -merced a un guion ingenioso y divertido y unas actuaciones simples y atractivas para el publico estadounidense-, el equipo que la producia jamas se dormia en los laureles. Rusty Wilson era un vicepresidente practico y se reunia regularmente con los tres productores del El show de Buddy Rickles para deliberar sobre nuestros planes de futuro.

Al principio de la tercera temporada vivimos un momento de inquietud, pues la ABC empezo a emitir un nuevo programa concurso que ofrecia a la gente de la calle la oportunidad de ganar cincuenta mil dolares. Sin embargo, las cadenas estaban saturadas de concursos y no obtuvo el exito esperado, de modo que enseguida recuperamos el favor de la audiencia de nuestra franja horaria.

Buddy Riggles era un tipo extrano. Aunque gozaba de una notable popularidad, evitaba en lo posible la publicidad, trataba de no entrar en la rueda de los coloquios televisivos y solo concedia entrevistas a publicaciones serias. Cuando finalmente dabamos nuestra aprobacion, siempre queria que yo me ocupara de pactar la entrevista, lo que no dejaba de sorprenderme, pues Buddy era un hombre muy capaz y necesitaba menos mi ayuda que yo un seguro de vida.

– No quiero que sepan demasiado de mi vida privada -me explico un dia-. Un hombre tiene derecho a preservar su intimidad, ?no crees?

– Claro que si. Pero ya sabes como son esas revistas. Si tienes algo que esconder, lo descubriran y lo sacaran a la luz cuando menos te lo esperes.

– Por eso intento pasar inadvertido. Que vean la serie. Si les gusta, estupendo; les basta con eso. No tienen por que saber mas de mi vida, ?no crees?

A esas alturas ya no sabia lo que creia o dejaba de creer, pero en cualquier caso me parecia que Buddy no tenia nada que ocultar. Estaba felizmente casado con una mujer de treinta y cinco anos llamada Kate y ambos tenian dos hijos pequenos que visitaban el plato con frecuencia. Como llevaba en el mundo del espectaculo mucho tiempo no parecia que quedase nada de sus ultimos veinte anos que no fuera del dominio publico. Supuse que tenia un caracter reservado y decidi respetar su intimidad. Y a fin de parar los pies a los fanzines, que exigian un mayor acceso a la vida de Buddy, concedia mas entrevistas con las otras estrellas del programa.

Tras unos meses de duelo por la muerte de sus hermanos, el animo de Stina mejoro. Empezo a mostrar interes por mi trabajo e incluso se propuso ver algun capitulo de la serie, pero nunca consiguio llegar al final, pues le parecia una solemne tonteria. En Hawai la television no era un medio muy popular. Con el tiempo volvio a interesarse por la politica, como unos anos antes, cuando nos habiamos conocido en aquel mitin antibelicista.

– He encontrado un trabajo -me anuncio una noche mientras cenabamos.

Sorprendido, deje el cuchillo y el tenedor sobre la mesa. Ignoraba que estuviera buscando uno.

– Ah, ?si? ?Y en que consiste?

Se echo a reir.

– No es nada del otro mundo. Un empleo de secretaria en Los Angeles Times. Esta manana he ido a la entrevista y me han aceptado.

– ?Que bien! -exclame, feliz al ver que se interesaba por algo y empezaba a superar la muerte de sus hermanos-. ?Cuando empiezas?

– Manana. No te importa, ?verdad?

– ?Por que iba a importarme? Una vez ahi te saldran otras cosas, ya veras. Siempre te ha interesado la politica; podrias estudiar periodismo. Seguro que en ese lugar abundan las oportunidades para jovenes como tu.

Se encogio de hombros y no dijo nada al respecto, pero sospeche que ya habia pensado en esa posibilidad. Stina no era la clase de mujer que se contentaba con trabajar frente a una mesa, sino que preferia la accion. Tenia una mente agil e inquieta y estaba seguro de que el ajetreo de Los Angeles Times le resultaria estimulante.

– Conozco a algunas personas del periodico -dije, recordando a varios periodistas del mundo del espectaculo con quienes trataba habitualmente-. Estoy seguro de que es un buen sitio para trabajar. Podria llamarlos y decir quien eres; para que se fijen en ti.

– No, Matthieu -dijo, colocando su mano sobre la mia-. Deja que me las arregle sola. Me ira bien.

– Pero podrian presentarte a gente -proteste-. Asi conocerias a otras personas y harias amigos…

– …que pensarian que, por el hecho de tratar con la mujer del productor de El show de Buddy Rickles, podrian acceder al programa y a toda la NBC mas facilmente. No, sera mejor que lo haga a mi manera. Ademas, por ahora solo soy secretaria. Ya veremos que pasa dentro de un tiempo.

Asistimos a una fiesta en casa de Lee y Dorothy Jackson que estaba hasta los topes de gente importante de la television. RobertKeldorf, que fue acompanado por su nueva mujer, Bobbi («con i latina», como recordaba ella cuando alguien mencionaba su nombre), se jacto ante todo el mundo de haber conseguido arrebatar a Eye al presentador Damon Bradley para Alphabet. Lorelei Andrews se paso la mayor parte de la fiesta apoyada en la barra, con un cigarrillo colgando de los labios y quejandose a cualquiera que la escuchase de lo mal que la trataba Rusty Wilson. Como se comprendera, hice todo lo posible por eludirla.

Stina estaba deslumbrante; lucia un vestido azul palido sin tirantes que recordaba el que Edith Head habia disenado para Anne Baxter en Eva al desnudo. Era la primera vez que se encontraba con muchas de las personas que yo trataba a diario y estaba entusiasmada ante tanto glamour: cada vez que pasaba un vestido despampanante abria los ojos como platos. Por desgracia, la gente no la impresionaba de la misma forma, ya que veia tan poca television que, si le hubiera presentado al mismisimo Stan Perry, seguramente se habria limitado a sonreirle y pedirle otro coctel.

– ?Matthieu! -me saludo Dorothy mientras se acercaba con paso majestuoso desde el extremo opuesto de la sala. Me abrazo con afectacion y exclamo-: ?Me alegro mucho de verte! Y de comprobar que sigues tan guapo como siempre.

Solte una carcajada. A Dorothy le encantaba representar el papel de mujer extravagante; empalagaba a aquellos que le caian bien con adulaciones excesivas, pero cuando aborrecia a alguien le lanzaba dardos envenenados.

– Y tu debes de ser Stina -anadio con aire jugueton, observando de arriba abajo a mi esbelta mujer, admirando sus formas suaves, la piel cobriza y los enormes ojos pardos. Aguante la respiracion, rogando que no dijese nada desagradable, pues le tenia simpatia y no queria indisponerme con ella-. Llevas el vestido mas espectacular de la fiesta -dijo con una sonrisa; suspire aliviado-. De verdad, me han entrado ganas de andar desnuda un rato por la sala para volver a recuperar un poco de la atencion que me has robado, golfa despiadada.

Stina se echo a reir divertida, pues Dorothy habia empleado un tono carinoso y le frotaba el brazo amistosamente.

– Espero que no te moleste que adule a tu marido -prosiguio-. Pero soy la guionista y sin mi no habria programa.

– Bueno, Lee tambien es guionista -apunte para chincharla un poco-. ?Y quien podria imaginarse

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