vida.
La imagen de la persona que mas queria en estado de coma, convertida en una muerta viviente. Precisamente el, que queria ser medico. Que extrana paradoja del destino.
– Un cafe, por favor.
– ?Marchando!
El camarero empezo a manipular la cafetera. Un cliente, a su lado, en la barra, le dirigio una mirada ocasional. Se sentia muy raro. Tenia percepciones y nociones de la realidad muy distintas, nuevas. Le costaba creer que el mundo siguiera como si nada. Podia entender que Loreto, por ejemplo, estuviese enferma. Pero lo de Luciana no.
Eso no.
La confusion y el aturdimiento se acentuaron.
Hasta que el cafe aterrizo delante de sus manos.
Sin embargo, no fue por el. La reaccion se la produjo el cliente de la barra, cuando de pronto levanto la voz y llamo la atencion del camarero diciendo:
– Paco, ponme otra.
Eloy tuvo el flash. Ana y Paco. Ellos tambien estaban alli. Verdaderamente, no eran mas que dos zumbados que ya lo habian probado todo en la vida, pese a su corta edad, yendo siempre a contracorriente. Pero lo importante es que sabia donde vivian, y eran amigos de Raul.
Eran su ultima oportunidad.
44
La pension Costa Roja era tanto o mas destartalada que la pension Agata. O bien el Mosca protegia su identidad saltando de un lado a otro, sin dar muestras de estar vivo y menos de tener algun dinero, o bien lo de vender como camello no le daba para mas.
Lo primero que vio Vicente Espinos al entrar fue el cuadro sobre el pequeno mostrador de recepcion, si es que podia llamarse asi. Lo segundo, la inmensidad de la que estaba tras el, embutida en una camiseta roja a punto de reventar.
La duena de la camiseta lo miro con precaucion. Evidentemente no parecia un posible huesped.
– Inspector Espinos -le mostro la credencial-. ?Esta Policarpo Garcia?
– ?El senor Garcia? -repitio la mujer insegura.
– El senor Garcia -insistio el.
– No, no esta.
– ?Como se llama usted?
– Eulalia Rodriguez Espartero, para servirle.
– Me bastaba con el nombre, Eulalia, pero puesto que esta dispuesta a servirme, hagalo. ?Donde ha ido?
– No lo se. Ahi esta su llave, ?ve? La numero 9.
Colgaba de un clavo en la pared, a su derecha.
– ?Volvera?
– Tampoco lo se. A veces esta un par de noches fuera.
– ?Cuando lo vio por ultima vez?
– Ayer a mediodia, o a primera hora de la tarde. No ha pasado la noche aqui.
Vicente Espinos alargo la mano. Cogio la llave.
– No le importara que suba a su habitacion, ?verdad? Y no me pregunte si traigo una orden de registro, porque esa chorrada solo pasa en las peliculas americanas. Todo el mundo ve demasiadas peliculas americanas, hasta los delincuentes.
– ?Oh, no, claro…! -asintio Eulalia-. Encantada de colaborar. Puede subir, aunque le agradeceria que…
– Descuide. No tocare nada.
– Es que no quisiera que el senor Garcia se enfadara, ?sabe usted? Es una buena persona. No se que puede…
La dejo hablando y subio la destartalada escalera sin prisas, por si acaso. Los que corrian se encontraban antes con las balas, y no habia ninguna necesidad de tener prisa para algo asi. Llego a un pasillo mal iluminado y encontro la habitacion numero 9 a los dos pasos. Introdujo la llave en el hueco de la cerradura y abrio la puerta.
El Mosca no nadaba en la abundancia precisamente.
Habia un par de pantalones, una poca ropa interior, un par de camisas y una chaqueta. Eso era todo. No habia nada mas, salvo un despertador, una revista erotica y una vieja fotografia de una mujer mayor.
– Hasta los delincuentes tienen madre -dijo el policia en voz alta.
Ni rastro de pastillas. El Mosca las llevaba encima.
Abrio los cajones del armario empotrado y de la mesita de noche. Fue en esta ultima donde encontro un listado escrito a maquina.
Discotecas, pubs, after hours, clubes privados, con fechas, anotaciones y algunas marcas.
Le echo una rapida ojeada. Junto a la mayoria de los nombres escritos habia numeros. No hacia falta ser muy listo para saber que era el numero de pastillas vendidas en cada local. Una extrana forma de llevar la contabilidad. Las otras anotaciones correspondian a dias de la semana. Se detuvo en cinco locales en concreto: Caligula Ciego, Popes, La Mirinda, El Penon de Gabriltar y Marcha Atras. Escrito a mano junto a todos ellos pudo leer la palabra: «sabado». Sabado.
Podia ser este sabado, o tal vez otro.
De no ser porque junto al nombre de Pandora's la palabra escrita era: «viernes». Los leyo todos. «Viernes» aparecia escrito junto a otros tres locales.
Tal vez fuera algun indicio. Tal vez ya no lo fuera. Dependia del Mosca. Aun asi saco una pluma de la chaqueta y un bloc de notas del bolsillo, y copio los nombres de los locales junto a los que se leia viernes y sabado. Hubiera sido mejor hacer una fotocopia de todos, pero entonces habria tenido que salir y volver a entrar, y eso habria alertado a la tal Eulalia. Dejo el listado en el mismo cajon y en la misma posicion y salio de la habitacion.
Eulalia seguia en el mismo sitio, como si no se hubiera movido y estuviese pegada al suelo.
45
Maximo salio de su habitacion tras haberse duchado y cambiado de ropa. La ducha le habia despejado y serenado las ideas. Se sentia mejor, mas fresco, pero no queria seguir en casa. En su habitacion todo eran fantasmas azuzandole, y fuera de ella estaban sus padres, sobre todo su padre.
– Vaya, ?ya vuelves a irte?
?Lo espiaban? ?Tenian ojos en la nuca? Creia que estaban viendo la tele, y habia tratado de no hacer ningun ruido al salir.
– Voy a dar una vuelta -dijo-, pero volvere temprano.
– ?A que llamas tu temprano?
Aparecio su madre. Salia de la cocina. Era una mujer de la vieja escuela. Se pasaba el dia en la cocina.
– Temprano -repitio el-. Esta noche no voy a salir.
– ?Oh, que bien, gracias! -se burlo el padre.
– ?Pero vendras a cenar? -pregunto su madre.