52

(Negras: Reina g6)

Vicente Espinos levanto el auricular del telefono y marco el mismo el numero del hospital. El sonido del disco al girar en el viejo aparato, extranamente audible, le hizo recordar que era sabado por la tarde, y que no habia mucha gente en comisaria, como si los sabados ellos, los protectores de la ley, tuviesen vacaciones.

– ?Hospital Clinico? -dijo una voz.

– Inspector Espinos. Con el doctor Pons, por favor.

– El doctor Pons ha salido ya, senor.

– Pues con alguien que atienda a Luciana Salas.

– ?Luciana Salas? Un momento, no se retire.

No tuvo que esperar demasiado. Una voz femenina tomo el relevo de la anterior. Ni siquiera pregunto quien era. Desde luego no se trataba de la madre de la chica.

– Soy el inspector Espinos. Llamaba para saber el estado de Luciana Salas.

– Sigue igual, senor inspector, aunque hemos estado a punto de perderla hace un rato. Ahora esta estabilizada.

– Gracias -suspiro.

Colgo el aparato y miro los nombres anotados en su libreta, los que habia copiado del listado hallado en la habitacion del Mosca. Se los sabia ya de memoria, pero los repitio una vez mas.

– ?Roca! -llamo de pronto.

Lorenzo Roca aparecio ante el. Era alto y delgado, de nariz prominente y ojos saltones, de la nueva escuela, un buen policia. Casado, con hijos, pero tenia futuro, eso si. Llegaria lejos.

– Mirame donde estan esos cinco locales, hazme el favor -le pidio.

– Enseguida, jefe.

Lo vio alejarse en direccion a su mesa y coger un listin telefonico y una guia de calles. Se echo hacia atras y recapitulo por el breve recorrido del dia en busca de Policarpo Garcia, alias el Mosca. La tarde enfilaba su ultima hora y pronto anocheceria. Era la hora de moverse.

Lorenzo Roca reaparecio frente a el en un tiempo inusitadamente corto, o tal vez fuera que el se habia quedado pensativo sin darse cuenta mucho mas alla de lo calculado.

– Vea, jefe -dijo su subordinado dando la vuelta a la mesa para situarse frente al mapa de la ciudad que presidia la pared-: El Caligula Ciego esta aqui; La Mirinda, aqui; el Popes, aqui; el Marcha Atras, aqui, y el Penon de Gabriltar… aqui -y dio por concluida la senalizacion enfatizando las dos silabas del ultimo «aqui». Luego agrego-: Vaya nombres, ?no? Los hay que…

No estaban lejos unos de otros. Se podian recorrer en una noche.

Todo dependia del Mosca.

– ?Puedes averiguarme algo mas acerca de ellos? Horarios y todo eso, clase de publico, etcetera.

– Si, claro -Roca hizo ademan de alejarse.

– Espera.

Espero.

– Antes da aviso de busqueda de Policarpo Garcia, alias el Mosca, y envia un coche para que vigilen discretamente la pension Costa Roja, por si aparece por su habitacion.

– ?Algo mas?

– No. Traeme esos datos cuanto antes.

Lorenzo Roca volvio a dejarle solo.

53

(Blancas: f3)

La musica makina, el bakalao puro, atronaba el lugar con una amplitud decibelica ensordecedora incluso para el en sus circunstancias, con la presion de lo sucedido, el recuerdo constante de Luciana en el hospital y una noche casi en vela.

Pero se sintio cerca de su objetivo. Tenia un presentimiento.

Lo habia tenido desde el mismo momento de asomarse al lugar y ver la cantidad de gente que se movia en el y escuchar su musica, dispuesta a machacar toda energia. Alli habia de todo. Cuerpos que eran como modelos individuales de la gran fotografia clonica de la especie. Cuerpos embutidos en jerseis de lycra y pantalones de nailon cortos o largos, ajustados y androginos, con muchas cremalleras, colores vistosos, aplicaciones holograficas, fluorescentes, metalizadas, irisadas o plasticas; cazadoras bombers, bolsas en bandolera, mochilas de charol a la espalda, gafas de plexiglas, cabellos «divertidos», en punta o dejando espacio a la imaginacion, desordenados y locos, tanto como cabezas peladas o con una leve capa de pelo, algun tatuaje ya visible, zapatillas deportivas a la ultima, con sus camaras de aire que permitieran variar la presion y situarla en el tono ideal para bailar techno, rave, house. La suma expresion de lo sintetico.

Era el marco ideal para el loco de Raul.

Eloy trato de seguir un plan, peinar la enorme nave abandonada de forma rigurosa, para que Raul no se le escapara por un lado mientras el estaba por el otro, o se cruzaran sin darse cuenta. La ventaja era que aquello no era una discoteca al uso, con poca luz. La desventaja era que podia tener una docena de rincones ocultos, porque por todas partes habia columnas, viejas maquinas, barras de bar improvisadas, restos de su antigua funcion de fabrica. La moda de los partys privados ya no dejaba rincon virgen por descubrir.

Busco algun sitio alto, y lo encontro sin problemas. Dos escaleras con peldanos de hierro subian hasta un primer piso del cual salia una plataforma metalica, enrejillada, que corria paralela a una de las paredes longitudinales. Un perfecto punto de avistamiento.

Tuvo que dar algunos codazos, sonreir a un par de monadas que le sonrieron a el y luego se pusieron a cuchichear en voz alta sin disimulos, y esquivar a uno que ya llevaba la tajada encima, y a otro que se movia con los ojos cerrados, a golpes, brazos en forma de aspas de molino, bailando igual que si estuviese en medio del desierto del Sahara. Cuando llego a la escalera subio iniciando ya el reconocimiento de lo que quedaba abajo. La gran pista de baile.

No, Raul no era de los que se detenian mas alla de cinco minutos, lo justo para beber algo, orinar, o tomarse alguna porqueria que le permitiera seguir y seguir. Era un loco del baile, un loco de la makina, un perfecto modelo de genuina estirpe. Siempre les habia hecho gracia. Incluso a el. Vivia por y para el fin de semana. Eso y las pastillas. El resto de los dias no existia. Era una isla entre dos fines de semana. Hasta Maximo era un chico normal comparado con el.

Le parecio que los cuerpos, desde arriba, se retorcian en un infierno sin fuego. Todo se le antojaba artificial. Sin embargo, de no haber sido por el estado de Luciana, el mismo tal vez habria estado alli abajo, bailando, con ella y con todos los demas. No podia sentirse juez de nada.

Pero desde luego ahora lo veia de otra forma.

Con otro sentimiento.

Busco a Raul. Tambien eso debia resultar facil. Siempre iba a la ultima de su rollo, colores, sensaciones. Claro que alli habria cien o doscientos Raules y Raulas. El espectaculo resultaba enorme. La masa humana se movia al mismo compas, con el mismo ritmo, bajo el mismo influjo hechizante, magnetico, y muy especialmente hipnotico. Lo curioso es que antes no le daba importancia. Cada cual tenia su rollo. ?Por que, de pronto, era como si se sintiese viejo, muy mayor, incluso carca? Habia leido que el bakalao gustaba a los adolescentes por esa razon: los hipnotizaba, los sumergia en un mundo en el cual no habia ideas propias, los globalizaba y los unificaba. No habia necesidad de pensar, ni cambiar, solo dejarse llevar, y llevar, y llevar.

Y cuando el cansancio podia con todo, para eso estaban las pastillas, el extasis, el eva, los speeds, los acidos,

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