las anfetas, los popperazos, una larga lista de posibilidades para mantener el cuerpo en forma y aguantarlo todo, absolutamente todo durante veinticuatro, cuarenta y ocho o setenta y dos horas sin dormir.

Llego a la plataforma, y paso los siguientes tres minutos mirando abajo de forma sistematica, calculada, hasta que empezaron a dolerle los ojos. Solo hasta entonces.

Porque de pronto lo vio.

Raul.

Estaba alli, casi en el centro de la pista, bailando como un loco, como si acabara de empezar en lugar de llevar ya casi un dia en ello.

Eloy busco un par de puntos de referencia para situarle y fue hacia el.

54

(Negras: Caballo c7)

En el silencio de la sala, la voz de Cinta sono como un disparo.

– Nosotros lo hicimos.

Santi y Maximo fueron alcanzados por el.

Se miraron el uno al otro.

– Si muere, la habremos matado nosotros -continuo Cinta.

– No es cierto -articulo Maximo.

– Si lo es -Cinta le atraveso con una mirada de hierro.

– Te podia haber pasado a ti -le dijo Santi-, o a mi mismo, o a Maximo. Le toco a ella por un golpe de mala suerte. Esas cosas pasan.

– ?Que excusa es esa?

Ninguno de los dos le contesto.

– ?Quereis responderme? -exhalo ella revestida de una falsa paz.

– ?Que quieres, que no salgamos de casa por si nos atropella un coche? -manifesto Maximo.

– Uno hace cosas, y ya esta. Se arriesga -dijo Santi-. Siempre nos arriesgamos, con todo. Al respirar, puedes coger algo con la porqueria que hay en el aire, ?o no?

– A ver si te va a dar ahora la neura -continuo Maximo dirigiendose a su amiga.

– Asi que tenemos que olvidarlo y ya esta. Como si fuera un accidente.

– Ha sido un accidente -puntualizo Santi.

– Y todos nos sentimos mal por el -le apoyo Maximo-, pero no sirve de nada castigarnos en plan masoca.

– Todos tomamos una, ?vale?

Cinta fulmino a su novio.

– Ella no queria tomarla.

– Pero la tomo, y no la obligamos -insistio Santi.

– ?Practicamente se la pusimos en la boca!, ?lo has olvidado? -elevo la voz la chica.

– Se hizo un poco la estrecha, nada mas.

– Ya sabes como es Luciana.

– Le gusta hacerse de rogar.

– Eso.

– Ademas, el que lo lio todo fue Raul.

– No, Maximo -volvio a hablar Cinta despues del punado de frases sueltas de ellos dos-. Fuiste tu.

– ?Si, hombre, encima!

– Tu fuiste en busca de Raul, para que te pasara algo, y luego Raul trajo a ese tipo, al camello, y despues me decidi yo, lo reconozco, ?yo!, no voy a escurrir el bulto, pero no vengais ahora con excusas. Todos estabamos alli, y todos somos responsables aunque ninguna justicia nos acuse.

– Vamos, calmate -le pidio Santi yendo hacia ella.

Cinta lo rehuyo. Puso las dos manos con las palmas abiertas por delante, a modo de pantalla, pero sin mirarle a la cara. Los ojos los tenia fijos en el suelo, en el abismo abierto entre ellos. Toda la tension que sentia se expandio con ese gesto, abarcando un enorme radio en torno a si misma.

– Estoy muy calmada -dijo-. Muy calmada.

Pero los dos sabian que no era asi, que las emociones volvian a flotar, a salir por los resquicios y las grietas de su animo. Y tanto o mas que la verdad de las palabras de Cinta, temieron la inminente explosion que iba a llevarles de nuevo a la crispacion.

La cuenta atras fue muy rapida.

55

(Blancas: Torre h1)

Le puso una mano en el hombro a Raul, y le parecio tocar un arco voltaico rebosante de electricidad.

El muchacho se volvio, quedo frente a el, pero sin dejar de moverse, siguiendo el ritmo.

Lo reconocio.

– ?Eloy!

Y se le echo encima, abrazandolo. Eloy no pudo hacer nada para evitarlo, ni para apartarlo. Raul tenia los ojos muy abiertos, el rostro congestionado, la huella de las hormigas mordiendole el trasero, la energia de cuanto llevara en el cuerpo disparando todas sus reservas.

Lo aprovecho para intentar sacarlo de alli.

– ?Eh, eh! ?Que sorpresa! ?Que haces aqui? ?Estan todos? ?Puta madre!, ?no? ?Puta madre, tio!

Estaba muy pasado, muchisimo. Probablemente habria empezado con alcohol el viernes por la noche, para darle a las pastillas de extasis de madrugada, tal vez un poco de coca aquella misma manana y ahora, quizas, acabara de pegarse un popperazo, por lo de reirse y no parar de moverse, que eran sus efectos. Aquella noche podia seguir con speed, y vuelta a las pastillas de nuevo de madrugada, solo que entonces comidas, inhaladas en polvo o disueltas en alcohol, para aguantar definitivamente la subida final del domingo.

Raul se gastaba de veinticinco a treinta mil pesetas cada fin de semana en toda esa porqueria.

No sabia de donde las sacaba, porque, desde luego, no trabajaba.

Continuo llevandoselo de alli, hasta que el se dio cuenta de ello.

– ?Que haces? ?Adonde…?

No pudo evitarlo. Se movia sin parar, pero sus fuerzas estaban encaminadas a esa accion, no a intentar detener a Eloy, y menos a resistirse a su furia.

– ?Eloy, tio!

– Vamos fuera.

– Pero…

– ?Fuera!

Continuo riendose y bailando, aunque ahora, sujeto por Eloy, mas bien parecia un muneco articulado, una marioneta. Su rostro se convirtio en una mueca, pero ya no se resistio. Atravesaron la marea de cuerpos sudorosos bajo la cortina sonica y llegaron a la puerta. Alguien les puso un sello invisible, para poder volver a entrar. Luego salieron fuera.

Eloy no se detuvo hasta haber andado unos veinte metros, a la derecha de la nave, en una zona en la que no habia nadie cerca. Entonces empujo a Raul contra la pared.

– ?Eh, me has hecho dano! -protesto el chico aun riendo.

– ?Tienes una pastilla como las que tomasteis anoche?

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