– Ya ves, hija.
– ?Tu como estas?
– Si es que estas cosas…
Despues, Norma logro arrastrar a su padre y a su madre fuera de la habitacion, comprendiendo que si seguian alli, hablandole, aturdiendola, acabarian todos llorando de nuevo.
Loreto se quedo sola con el cuerpo de su amiga.
El cuerpo.
Tardo en sentarse en la silla, junto a la cama. Y lo hizo por debilidad, mas que por el hecho consciente de estar mas cerca de ella, porque sintio como las piernas se le doblaban. Finalmente, busco su mano libre, aquella en cuyo brazo no habia ninguna aguja clavada en la carne, y se la cogio con toda la ternura del mundo, igual que si temiera despertarla.
– Luciana… -susurro.
Espero unos segundos. La inmovilidad de la enferma le parecio aterradora. En otras circunstancias hubiera sido un juego, ella se habria hecho la dormida y, de pronto, le habria saltado encima haciendole cosquillas. Ahora no era un juego. Luciana flotaba en una dimension desconocida.
– Por favor, no te vayas -suplico muy debilmente-. No me dejes sola ahora. Por favor…
Le acaricio los dedos, uno a uno. Luciana tenia las manos mas bonitas que jamas habia visto. Cuando jugaba al ajedrez, mas que mover las piezas del tablero, las acariciaba. Y lo sabia. Siempre se las habia cuidado mucho. Las unas perfectamente cortadas eran la mejor prueba de ello.
La mano de Luciana, entre las suyas, con los dedos deformes por los acidos estomacales, destacaba como una obra de arte en medio de un horror.
– Sin ti no lo conseguire, ?sabes? -Loreto cerro los ojos y se dejo arrastrar por el dolor-. Quiero que sepas que hoy no he vomitado. ?Que te parece? No he vomitado, y lo he hecho por ti, creeme. Por ti. Pero ahora no voy a poder seguir si tu te vas, si me dejas. Luciana, ?Luciana!, por favor… Hagamos un pacto, ?vale? Un pacto. Yo comere, aunque estalle, aunque me convierta en la mujer mas gorda del mundo, y no volvere a vomitar, pero tu tienes que seguir viviendo para estar a mi lado… Luciana, ?me oyes? Vuelve. No te mueras, vuelve, ?vuelve! Lo he hecho por ti, Luciana, por ti, por ti…
58
Lastima que eso fuese poco antes de que empezases a caer en picado.
Loreto.
?Que estas haciendo aqui?
Claro que te escucho, pero aunque me gustaria, no puedo moverme, ni abrazarte, ni darte un beso, ni decirte lo contenta que estoy. Entiendelo, Loreto: si me muevo, sentire el dolor, y no se si estoy preparada para eso. ?Dios…!,
Todo es tan extrano, tan
Os oigo a todos, os veo a todos, pero es como si hubiese una distancia de
Bien, puede que me quede aqui para siempre, en esta tierra de nadie.
Una partida de ajedrez sin fin, sin ganador ni perdedor. Tablas eternas.
Loreto, no dejes mi mano.
?Me escuchas? Si, se que lo haces, hemos abierto una puerta.
?Y Eloy? ?Sabes donde esta Eloy?
Loreto, Loreto…
59
Poli Garcia entro en el bar, se detuvo en la misma puerta, y miro en direccion a la barra. El unico camarero era Victorino, y no le hizo ningun gesto, asi que acabo de traspasar el umbral y camino unos pasos, no en direccion a la barra, sino hacia una de las mesas ubicadas en la parte posterior. Se sento en una de las sillas de plastico, y se apoyo con cansancio sobre el marmol de la mesa, circular y castigado por miles de partidas de domino. Tener mesas con la superficie de marmol y sillas de plastico era un antagonismo muy propio de Alejandro Castro. El muy…
Espero casi cinco minutos. Se le hicieron eternos. Acabo llamando a Victorino para que le trajera una cerveza. El camarero no dijo nada, ni antes, ni durante ni despues de servirsela. No hacia falta. Se la dejo sobre la mesa, con el pequeno ticket de la consumicion al lado. Pero si desaparecio unos segundos por la puerta de atras, para regresar al instante, tal cual, manteniendo su mutismo. Poli cogio el ticket maquinalmente. En la parte superior estaba escrito el nombre del local: Bar Restaurante La Perla. Muy adecuado, penso.
Jugo con el, enrollandolo, matando el tiempo de espera.
Alejandro Castro acabo asomando la cabeza por la misma puerta, miro hacia el y le hizo un leve gesto. No tenia cara de buenos amigos, mas bien de todo lo contrario. Poli se levanto con la intencion de ir tras el. Le detuvo la voz de Victorino.
– ?Eh, tu, paga!
Poli le lanzo una mirada de ira. Era un desgraciado. No tenia agallas mas que para ser camarero.
– ?Que pasa? Tengo que volver a salir, ?no?
– Mira, esto no es gratis, y tu eres capaz de irte por la puerta de atras, asi que…
Todavia llevaba el ticket en la mano, pero no miro el importe. Saco dos monedas de cien pesetas y una de veinticinco y las dejo en el plato. El ticket se lo guardo en el bolsillo de la chaqueta. Fue otro gesto maquinal. Lo unico que queria era pasar de Victorino, hablar con Castro y largarse de alli cuanto antes.
Se metio por la puerta del fondo del local y fue tras los pasos del dueno del tinglado. Alli habia un pasillo que daba al almacen, a la cocina, a los retretes y, finalmente, en la parte posterior, a un par de despachos. Uno tenia la puerta abierta. Entro. Alejandro Castro ya lo esperaba, sentado detras de la mesa de su despacho. La cerro y cubrio la breve distancia que lo separaba de la unica silla libre frente a la mesa.
– ?Que estas haciendo aqui? -le espeto sin contemplaciones el hombre.
A Poli Garcia no le gusto su tono.
– Esa cria esta en coma -le dijo.
El otro valoro debidamente la informacion, pero sin pestanear.