haya dicho que fueron misioneros franceses los que les contaron eso.
– El mundo sigue dividido entre los realistas, los que se basan en la ciencia, y los fantasiosos, los que le sacan punta a todo.
– Y nosotros sabemos la verdad.
– Joa.
– ?Que?
– ?Cuando vuelves? Antes has dicho que todavia no habias terminado.
– Hoy ire al museo, a ver si alguien recuerda al profesor y sabe que estaba examinando alli.
– ?Eso es tanto como delatarte!
– No les dare tiempo, no temas. Y ademas ya saben que existo. Pero yo no soy como Gonzalo Nieto. No te olvides de mis poderes. Una vez investigado eso me ire a Jordania.
La voz de David iba de sorpresa en sorpresa.
– ?Vas a ir… a por la nina jordana?
– Primero ella, si. Es la mas cercana. Luego, a la India.
– ?Por que?
– Mi instinto me dice que nos necesitamos, que las tres juntas podemos conseguirlo.
– Joa, tus padres prometieron volver. Esperalos.
– No pienso esperar. Si existe esa puerta o metodo para comunicarme con ellos, quiero encontrarlo ahora. El tiempo no se mide igual aqui que en el espacio, ?lo olvidas?
– Tu madre es consciente de eso.
– David, ya lo hemos discutido otras veces, ?vale? -se revistio de cansancio-. No quiero quedarme sentada, cruzada de brazos, fingir que sigo una vida corriente, olvidarme de ello solo porque parece imposible. Y no me digas que te tengo a ti. ?Ya se que te tengo a ti! Pero no quiero abrazarme a esa felicidad porque con el tiempo se que no me bastaria.
– Dejame entonces que venga contigo.
– Te dije que te llamaria si te necesitaba, y aun no es el momento.
– A veces pienso que me apartas de ti.
– No seas bobo. De hecho ya te necesito.
– ?Que quieres que haga?
– Cuando llegue a Amman, ?a quien puedo ver?
– El hombre que cuidaba a la hija de las tormentas que nacio en Jordania se llama Resh, Resh Abderrahim. Luego se ocupo de su hija. Por lo que se, es un buen tipo. Pero Joa, ?te imaginas a una hija de las tormentas en Jordania? ?Y ahora a su hija adolescente sola?
– Un pais arabe en el que la mujer esta supeditada al hombre.
– Tu lo has dicho. ?Y vas a ir tu tan campante a hacer preguntas? ?Crees que alguien te las respondera?
– Con dinero todo el mundo es muy comunicativo, ya lo sabes.
– Pues llevate bastante por si acaso.
Joa se sento en la cama. La manana al otro lado de la terraza de su suite era muy hermosa. Llevaba mucho hablando con el.
– David, ni siquiera se una cosa que ahora mismo me parece increible.
– ?Que es?
– ?Como se llaman ellas, mis dos… digamos hermanastras, por llamarlas de alguna forma? Nunca te lo he preguntado.
– Amina Anwar es la jordana. Acaba de cumplir quince anos. Indira Pradesh es la india, tiene veintidos. Volvere a llamarte hoy o manana, cuando tenga todos los datos.
– Prefiero hacerlo yo.
Quedaba la despedida, siempre lo mas duro. Aunque hablasen cada dia tres veces sabian que todas eran dificiles porque necesitaban palabras que no estaban siquiera escritas.
Joa cerro los ojos.
– David, prometeme que esperaras a que te llame y no vendras sin mas.
– Prometeme tu que te cuidaras. Su tono estaba revestido de dolor.

19
Pregunto por el departamento de archivos y documentacion del museo en recepcion y la mandaron a un ala distinta de las dos plantas principales en las que se abigarraban los tesoros de la cultura del pais. Penso que necesitaria algun permiso especial, que tendria que llamar al grupo de arqueologos del Valle de los Reyes para que la avalaran, pero paso dos filtros y se encontro frente a una ultima puerta acristalada. Una mujer le dijo que hablara con el director del archivo, Reza Abu Nayet. Joa se dispuso a usar todo su encanto y extendio una enorme sonrisa en su rostro antes de franquear aquella puerta.
Al otro lado vio una mesa llena de papeles, y a un hombre sentado en una silla giratoria, traje occidental gastado, cabellos blanquecinos, casi amarillentos, gafas de miope, bolsas en los ojos, mejillas nacidas… El hombre levanto la cabeza. A Joa se le congelo la sonrisa. -?Usted? -reconocio al hombre que alli mismo, en el museo, le habia pedido que se marchara despues de citarla mediante la nota con el cartucho de Tutankhamon.
– ?Que esta haciendo aqui? -correspondio el con la misma sorpresa tintada en su expresion.
– Queria…
No la dejo terminar. Se levanto con gesto nervioso y camino hasta ella, o mas bien hasta la puerta. Saco la cabeza, miro a derecha e izquierda y la cerro con cuidado. Luego echo el cerrojo.
– ?Esta loca?
– No.
– ?Quien sabe que esta usted aqui? ?La han visto entrar?
– No lo se…
– ?Hara que la maten! ?Y a mi tambien!
– ?No cree que es demasiado tarde para tratar de cubrirse las espaldas?
– ?Que quiere decir?
– ?Por que no me dijo el otro dia lo que habia descubierto Gonzalo Nieto?
– ?Nada!
– ?Nada? -movio la cabeza con un atisbo de rabia-. La mujer que se veia con Gonzalo Nieto se suicido ayer, y en Karnak un hombre trato de agredirme. Los dos tenian un tatuaje en el brazo, ella un escarabajo y el un gato. Eran guardianes de los Defensores de los Dioses. ?Ya saben que he dado con la cruz del Nilo, por Dios!
– ?Quien… le ha hablado… de ella? -balbuceo Reza Abu Nayet.
– La he visto, en la TT 47 del Valle de los Reyes y en la columna de Karnak, como hizo el profesor Nieto. Y se que el venia aqui a buscar mas informacion, datos…
El director del archivo del museo se apoyo en su mesa. Sus ojos de miope resaltaban detras de las gruesas gafas. Joa le calculo sesenta anos, quiza mas. Su mente debia de moverse a toda velocidad, mucha mas de la que necesitaba para hacer su paciente trabajo. Cinco mil anos de historia no daban ni para una vida.
– Por favor… -gimio agotado.
– ?Tanto miedo les tiene?
El hombre bajo la cabeza. Se debatia en una sorda tormenta interior. Joa supo que no le seria facil convencerle de que colaborara, a no ser que ella misma pusiera algo mas de su parte.
Y por una vez estuvo dispuesta a hacerlo.
– Voy a contarle algo, senor Abu Nayet. Algo que no he contado a nadie y que no le contaria si no le necesitara de verdad, ?entiende?
El archivero la miraba sin verla.
– ?Entiende? -repitio ella.