era necesario, el guardian jordano sacaba no solo sus dotes de persuasion, sino tambien las agallas. El enfermero decidio no arriesgarse y se rindio a la evidencia.
Dos minutos despues entraban en un despacho que, aun siendo funebre, al menos disponia de comodidades, dos butaquitas, una mesa y una ventana que daba a un jardin minimamente presentable aunque sin arboles.
El director del Al Sawwan Urdun tendria entre cincuenta y cinco y sesenta anos, piel curtida y rostro hermetico. Tratar con enfermos mentales no debia de ser la mejor de las vidas. Curarlos si. Pero aquello daba mas la sensacion de carcel, de confinamiento de por vida, que de una via para que las personas pudieran regresar al mundo de los cuerdos, suponiendo que el mundo de los cuerdos fuera el exterior.
No hablaba ingles, ni frances. Solo arabe. La conversacion iba a desarrollarse a tres bandas, con los riesgos que de ello pudieran derivarse. Las primeras palabras las cruzaron los dos hombres, mas bien sesgadas, mientras el responsable del lugar miraba con atencion a Joa.
– Dice que me recuerda.
– Entonces ya sabe a lo que venimos. Digale que buscamos a Amina Anwar y que pagare muy bien cualquier informacion.
– ?Digo eso?
– Si.
Resh se lo traslado al director.
La mirada en direccion a Joa se hizo mas intensa.
Ella se la sostuvo.
La siguiente frase del hombre fue mas bien corta, seca. No se mostraba ofendido pero si prudente.
– Dice que ella desaparecio.
Joa no estaba dispuesta a discutir. Habia cambiado la suficiente cantidad de dinero para resolver pequenos conflictos, pero no para sobornos de alto nivel. Sin embargo, no queria perder el tiempo. Lo que perseguia era mucho mas importante que unas monedas de mas o de menos. Extrajo su talonario y estampo en el una cantidad. Dejo en blanco el receptaculo para el nombre del beneficiario y lo firmo. Luego se lo puso a su anfitrion en la mesa, de cara a el.
El director del manicomio no lo toco.
Pero vio la cifra.
Sus ojos titilaron.
Se dirigio de nuevo a Resh.
– Dice que por que tan importante Amina para usted.
– Digale que es posible que sea mi hermana. Y digale que este cheque es tan bueno como dinero contante y sonante. Puede cobrarlo en cualquier banco, a su nombre o al de esta institucion.
Le traslado en arabe las palabras de Joa y se hizo el silencio.
Cinco segundos.
Podia echarlos de alli a patadas o…
El hombre alargo la mano, se guardo el cheque en el bolsillo y, sin cambiar su expresion adusta, descolgo el telefono que tenia a su derecha. Pronuncio unas palabras.
– Llama a enfermera jefe, seccion mujeres -la informo Resh.
Esperaron. En silencio. Unos minutos ciertamente incomodos.
La mente de Joa seguia captando dolor. Llevaba dias sin tratar de penetrar en las cabezas de los demas, para no acabar haciendolo por inercia y volverse loca escuchando conversaciones o pensamientos ajenos. Pero alli todo fluia de forma libre, con una intensidad brutal.
Cuanto antes se marcharan, mejor.
La enfermera jefe era una mujer cercana a los cuarenta, aunque su rostro tenia cicatrices por causas peores que la edad. El respeto y la sumision con la que se dirigio a su superior fueron absolutos, las manos unidas delante, la cabeza inclinada, sin mirarle directamente a los ojos. Escucho lo que le decia en silencio y luego miro a los visitantes, sobre todo a Joa.
– Le ha pedido que nos cuente lo que sepa de Amina -dijo Resh.
La mujer hablo un largo minuto. Parecia generosa en sus explicaciones. Joa vio un atisbo de esperanza cuando su companero asintio un par de veces y sonrio. La traduccion ya no se hizo esperar.
– Amina era retraida y misteriosa. No hablaba. Rasgos de occidental, blanca. Eso aqui era como maldicion. Siempre miraba todo con ojos fijos. En ocasiones daba miedo.
– ?Miedo?
– Miedo, si. Las demas internas guardaban distancia. No querian acercarse a ella. Sucedian cosas extranas.
– ?Que clase de…?
Resh levanto la mano deteniendo su nerviosismo.
– Amina leia pensamiento de otras. Muchas dicen que ella movia cosas. La llaman diablo. Solo un amigo aqui, un muchacho, poco mayor que ella. Siempre juntos en patio comun.
– ?Como se llama ese chico?
Resh se lo pregunto a la enfermera.
– Hussein Maravi. Esquizofrenico.
– ?Podria hablar con el?
La respuesta a su pregunta la hizo alzar las cejas.
– Ellos escaparon juntos.
Amina no tenia adonde ir. De pronto surgia lo impensable: un elemento nuevo. Quiza el amor.
– ?Que sabe de ese joven?
Ahora las respuestas de la enfermera y las traducciones eran rapidas.
– Vivia en Aqaba.
– ?Familia?
– No.
– ?Algun nombre, una pista…?
La enfermera asintio al escuchar la pregunta de Resh. Hablaba un arabe con cierta musicalidad.
– Dice que Hussein contaba siempre historias de Petra. Prometio llevar a Amina. En Petra Hussein tiene amigo, guia de turistas. Amigo sube en burro a turistas hasta Monasterio.
– ?No sabe nada mas?
La pregunta y la respuesta fueron rapidas.
– No. Dice que lo siente mucho.
– Preguntale si investigaron su fuga.
La respuesta no se la dio ella, sino el director del centro, recuperando el control de la situacion.
– Dice que ellos no policias, solo medicos. Dieron parte de la huida y eso fue todo.
– ?Y la policia? ?Les informaron de algo despues?
El silencio fue mucho mas significativo que mil palabras.
Joa comprendio que ya no quedaba nada mas por hacer alli.
La despedida fue rapida. Ellos querian irse y el director queria acabar ya con el interrogatorio. Ni siquiera les deseo suerte en la busqueda de Amina. Su corazon tal vez fuera tan petreo como su semblante. Les estrecho la mano y nada mas. La enfermera fue un poco mas carinosa. Sonrio a Joa con recato. Fue ella la que los acompano hasta la puerta del hospital, con el coche a la vista. Al dar el ultimo paso Joa dejo el dolor atras.
Aunque no las voces.
Imaginar a Amina alli le hizo dano.
De pronto recordo algo.
– Resh, preguntale si alguna vez vio en poder de Amina un cristal como este.
De hecho no hubiera hecho falta que el guardian formulara la pregunta. Los ojos de la mujer se dilataron al verlo. Al reconocerlo.
– Dice que si. Amina tenia uno igual, tambien colgado del cuello. Imposible quitarselo.
– Bien -suspiro Joa.
Dos cristales.
Algo le decia que eso era bueno.