de la tarde el calor era excesivo. Los aplasto como moscas. Joa sin embargo no se rindio. Localizo a dos jovenes que reunian los requisitos y camino hacia ellos. Los dos lucian gafas de sol caras, pantalones blancos impecablemente planchados, camisas de cuello abierto y zapatos de marca.

Al verlos aproximarse se alejaron de ellos.

– Sera mejor que me deje sola, Resh -lo comprendio ella.

– ?Sola?

– Ninguno hablara conmigo si esta a mi lado.

– ?Como entendera con ellos?

– ?Cree que no chapurrean el ingles, el espanol, el aleman, el frances o el italiano? Su negocio es seducir a turistas. Necesitan el idioma ademas de una buena planta.

– Yo no…

– Tranquilo, ?de acuerdo? Espereme en el hotel. No me pasara nada. No van a robar o hacerle dano a una turista si esa es su fuente de ingresos.

Resh Abderrahim se rindio. Bajo la cabeza e inicio el camino de vuelta al hotel. Joa espero a que se perdiera de vista antes de buscar a otro candidato, porque los dos primeros se habian esfumado. Encontro a un Adonis de piel tostada, completamente vestido de blanco, en un pequeno bar situado calle arriba. Fue a su encuentro tan resuelta que al pobre no le dio tiempo a nada. Cuando se sento frente a el trato de parecer lo que era: una mujer que buscaba informacion, no otra cosa.

– ?Hablas espanol? -le pregunto.

– Poco, si -la ilumino con una sonrisa de blancos dientes mientras la miraba casi extasiado.

Ella era joven y guapa. Un caramelo.

– ?Conoces a un companero llamado Hamid?

– ?Hamid? -su cara reflejo disgusto-. No. Pero yo mejor. Todo mejor. Llamo Ibrahim.

– Lo siento -volvio a levantarse.

– ?Espera!

– ?Conoces a Hamid?

– No -tuvo que reconocer.

– Gracias.

Continuo caminando a la caza de candidatos y localizo al siguiente descendiendo de la parte alta de la ciudad en direccion a los hoteles de la playa. Llevaba una chaqueta colgada del brazo e iba ensimismado. Joa le abordo al pasar cerca de donde se encontraba, protegida bajo un poco de sombra.

– Ven, por favor -lo llamo.

El chico dibujo su sonrisa seductora y reacciono. La miro de arriba abajo y sonrio aun mas. Joa por su parte no tuvo mas remedio que admitir que era muy guapo.

– ?Conoces a Hamid?

– No Hamid. Yo Milo.

– No -le puso una mano por delante porque parecio que iba a abalanzarse sobre ella-. Hamid.

– ?Segura no Milo?

– Quiero hablar con Hamid. Solo hablar. El muchacho, veinte anos a lo sumo, evaluo la situacion.

Era rapido.

– Ven.

No tuvo mas remedio que seguirle. Podia llevarla a su casa y alli insistir en que era mejor que Hamid, pero estaba dispuesta a asumir la perdida de tiempo. Caminaron calle abajo aunque no fueron hacia la playa. Milo se desvio por una calle a la derecha. Se detuvo delante de una casita pequena, con los pilares desnudos y sin rematar con una segunda planta, como la mayoria. Le hizo una senal para que esperara y llamo a la puerta. Aparecio otra escultura masculina jordana, un poco mayor. Milo senalo hacia ella y hablaron. El nombre que buscaba salio en la conversacion tres veces. El dueno de la casa se retiro sin cerrar la puerta, y su companero regreso a su lado.

– Johnny conoce Hamid -asintio.

– ?Johnny?

– Bonito, ?si?

El tal Johnny salio de inmediato, abotonandose una camisa blanca llena de flores grabadas. Le tendio una mano grande y suave. Eran jovenes amables y correctos. Su espanol era muy deficiente. En cambio se defendia bien en frances e italiano.

– Yo conozco a Hamid -le dijo.

Y le puso la mano con descaro frente al rostro frotando el dedo pulgar con el indice y el medio.

– Yo te pagare solo si es el Hamid que busco.

Lo considero. Su sonrisa se hizo mayor.

– Oui, madetnoiselk -le hizo una reverencia.

La colocaron en el centro. Milo a la izquierda y Johnny a la derecha. Tal vez no perdian la esperanza. Les toco subir. Ellos parecian no sudar, pero Joa si lo hizo. De vez en cuando hablaban y se reian. A su costa, claro. Se revistio de paciencia y se concentro en el camino, por si tenia que desandarlo sola. Casi diez minutos despues llegaron a otra casita, tan humilde como la anterior. Milo y ella esperaron a una prudente distancia. Johnny fue el que se aproximo a la puerta y llamo. Por el quicio aparecio una mujer. Mientras Johnny le hablaba miro hacia los que aguardaban fuera.

Joa tuvo suerte.

La mujer desaparecio y en su lugar tomo el relevo Hamid.

Cuando Johnny le llevo hasta ella Joa cruzo los dedos a su espalda.

– Hamid -le palmeo la espalda Johnny al recien incorporado al grupo para presentarselo.

Ahora los tres jordanos sonreian felices.

– ?Conoces a Hussein Maravi? -le pregunto mirandole fijamente a los ojos.

El chico congelo la sonrisa en sus labios y le devolvio la mirada.

Como si reconociera algo en ella.

– Yo no Hamid amigo Hussein. El, otro Hamid.

A Joa se le detuvo el corazon entre dos latidos.

– ?Sabes donde puedo encontrarle?

– Si.

– Llevame y habra dinero para todos, ?de acuerdo?

Les oyo hablar entre si, discutir, como si ya se repartieran la propina. Eso fue todo.

Se reanudo la marcha por las calles de Aqaba, ahora con tres gigolos junto a ella. Amantes, como los habia definido Resh.

26

Imagino que algun dia se reiria de la experiencia, pero no ahora. Sentia las miradas cruzadas de sus tres acompanantes, de reojo o directas, la forma en que la valoraban, la manera en que la deseaban, la curiosidad que sentian. Sobre todo por su cabello rojizo. Y su juventud. Tampoco pasaban desapercibidos para los otros caminantes o vecinos de las casas por las que transitaban. La gente estaria habituada a sus guapos jovenes, llegados desde toda Jordania, pero ver a una chica como ella con tres jordanos sin duda no era lo mas habitual.

Hamid se detuvo dos veces a preguntar. Una, a una mujer. Otra a un cuarto gigolo. Joa temio que tambien se apuntara a la comitiva.

No fue asi y la parte final les acerco de nuevo a la zona hotelera de la playa, punto neuralgico de encuentros y citas.

Habia un joven sentado en la playa, casi en la perpendicular de su hotel. Si las tres mujeres solitarias seguian en el comedor tal vez lo estuviesen viendo. Cuando se encontro lo suficientemente cerca, Joa aprecio sus rasgos. Otra obra de arte humana esculpida sobre marmol oscuro. Ajeno a su presencia, el muchacho, veintidos anos

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