como mucho, contemplaba el mar. Su imagen era de una serena belleza. Un cuadro enormemente plastico.

– Hamid -senalo el chico que se llamaba igual que el.

Y le tendio la mano a la espera de la propina.

– ?Como se que es el que busco?

– Es Hamid -se lo aseguro sin ambages-. Tiene amigo que se llama Hussein. El vino con chica joven, muy parecida a ti, hace poco.

La ultima duda desaparecio de su mente.

Les dio dinero a los tres. El suficiente para que no pidieran mas ni llamaran la atencion. Uno tras otro le tendieron la mano, cordiales y serviciales, y desaparecieron de su horizonte.

Joa no se movio hasta estar segura de que estaba sola.

Se acerco a el y se sento a su lado. Al darse cuenta de que no estaba solo el chico volvio la cabeza e ilumino su rostro con una gran sonrisa. Le miro los ojos, el cabello y los labios. Los suyos eran perfectos, carnosos.

– ?Hamid?

– Si.

No le pregunto por que conocia su nombre. Quiza una amiga se lo habia recomendado. Joa extrajo otro billete de su bolso. Mucho mas que una propina. Siguio hablandole en ingles.

– ?Quieres ganarte esto?

– Claro -dijo con dulzura en la misma lengua.

– Vamos a tu casa.

– No, mejor lugar que yo conozco, bonito, limpio y discreto. Pero antes hablamos y cenamos.

– Quiero ir a tu casa.

– No muy buena -insistio.

– Vamos

– Joa se puso en pie.

No queria sorprenderlo dandole el nombre de Hussein Maravi. Temia que entonces se le escapara, o avisara a su amigo, huido de un manicomio a fin de cuentas, y nunca diera con el ni con Amina. Necesitaba ser cauta. Nada mas.

Hamid se incorporo.

– Tu preciosa -pondero.

– Gracias.

– Pareces mucho a alguien yo conozco.

– ?Por donde? -mantuvo la calma.

El joven tomo la iniciativa. Caminaron hacia la parte izquierda de Aqaba y en dos minutos ya se hallaban inmersos en un mundo de callejuelas en las que la vida se hacia mas fuera de las casas que dentro. Algunas personas saludaron a su companero. Este hablo en voz alta con un par de ellas. Sabia que era el centro de atencion. Una chica joven-cita, no una mujer madura. Algo asi debia de ser insolito. Cada vez que Hussein se dirigia a ella la envolvia con una sonrisa y le preguntaba trivialidades, cuantos anos tenia, de que ciudad espanola era, si estaba en Jordania por turismo…

– Conozco restaurante maravilloso para cenar.

– ?Vives solo? -corto sus fantasias.

– Si.

Trato de no parecer inquieta. De todas formas la caminata tocaba a su fin. Hamid senalo una casa ni mejor ni peor que las otras, ladrillos grandes y grises en el exterior, sin enyesar o pintar. Se encontraba al final de una muy leve cuesta que, no obstante, la hacia sudar igual que si fuese una montana.

Habian llegado a la puerta de la casa. Al otro lado quiza hubiera respuestas. Pero Hamid acababa de decirle que vivia solo. Tal vez para su negocio necesitara no tener a nadie en su casa y ellos estuvieran en otra parte.

Tal vez.

Era el momento.

– Escucha -hablo despacio para que el la entendiera-. Soy una amiga. Una amiga, ?entiendes?

– Amiga, si -su sonrisa se hizo luminosa-. Yo tambien soy amigo.

– Busco a Amina Anwar. La sonrisa se esfumo.

– Tranquilo, ?de acuerdo? -lo sujeto por el brazo, por si echaba a correr-. Solo quiero hablar con ella. Se que escapo del Al Sawwan Urdun. No me interesa Hussein Maravi. Necesito verla a ella.

– ?Por que?

– Somos hermanas. Antes lo has dicho. Me parezco, ?verdad?

Joa le puso el billete que antes le habia mostrado en el bolsillo.

– Por favor.

– No estan -se rindio el atractivo amante jordano.

– ?Donde…?

Abrio la puerta de su casa y le mostro el interior, vacio.

– No se -dijo ya sin sonreir de manera cautivadora-. Se fueron. Hace ya mucho. Dos meses. Dos meses.

Joa se mordio el labio inferior para no gritar de rabia.

– ?Volvieron a Amman?

– ?No se! -hizo un gesto de fastidio-. ?Un dia se marcharon, eso es todo! ?Yo llegue y ellos no estaban! Pase tres dias fuera, con turista holandesa, navegando y ensenando cosas. ?Volvi y ellos ya no estaban! Tampoco es extrano. Ella era muy rara y el…

– ?Sabias que tu amigo esta considerado esquizofrenico?

– Hussein es buen chico. Locos ellos, no Hussein.

– ?Y Amina? ?Por que dices que era rara?

– Habla poco, mira mucho, ordena a Hussein, ?incluso a mi! No parece una mujer. Demasiado caracter. Me enfade con ella un dia, me miro y dio dolor cabeza -se llevo las manos a las sienes-. Queria que se fueran. Bueno, Hussein no, ella si.

– ?Te conto algo de si misma?

– No. Muy reservada.

– ?Y el, te conto algo?

– Decia que era perfecta. ?Enamorado! Hussein la ayudaba a encontrar algo.

– ?Te dijo que?

– Raices.

Amina Anwar tambien se estaba buscando a si misma. Siguiendo otras pistas. ?Pero cuales?

– ?Que hicieron mientras estuvieron aqui?

– Iban mucho al cybercafe.

– ?Los mantenias tu?

– No. Ellos traian dinero. Yo no pregunte, pero creo que robaban a turistas. Muchos dolares.

– ?Y que hacian en el cybercafe?

– Tomaban notas, hacian mapas.

– ?Mapas?

– Se dejaron cosas en habitacion. ?Quieres…?

– ?Claro! -se sorprendio por la noticia.

Entraron en la casa. A Hamid no debia de irle mal. Algo nada extrano apreciando su fisico y el cuerpo que se intuia debajo de la ropa. Joa vio un buen equipo de musica, CD variados, un televisor, un DVD, una videoconsola y otros detalles. La construccion por fuera era humilde, por dentro no. Por la puerta entreabierta de una habitacion, a la izquierda, localizo una cama grande y otras fantasias. En la de la derecha la cama era mas pequena y sencilla.

– Yo guarde cosas por si volvian. Pense que solo serian unos dias. Pero ya no. Mucho tiempo. Se que no regresan.

Abrio un arcon y de el extrajo una caja de carton bastante grande, de supermercado. La dejo sobre la cama. Luego se aparto para que fuera ella quien hiciera los honores. Joa retiro la tapa y empezo a sacar papeles, algunos impresos, otros escritos a mano, y tambien mapas diversos, como acababa de decirle Hamid.

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