utilizaba ningun tratamiento formal. Era como si ya formaran parte de sus vidas y del paisaje. Una extraordinaria simbiosis. Y por lo tanto su forma de hablar era enteramente familiar. Natural.

– ?Habeis dado un paseo?

– Si.

– Todo el pueblo esta muy feliz de que os encontreis aqui.

– Lo sabemos -dijo Joa-. Nosotros tambien sentimos lo mismo. Queremos daros las gracias.

– ?Gracias, vosotras? -se sorprendio. Luego miro al cielo y agrego-: Las estrellas son generosas. Sabemos que la vida aqui es una prueba. Solo esperamos merecer vuestro respeto.

– Todo esta bien -musito Joa impresionada-. Todo esta bien, Bassekou.

No queria ser una impostora. Le dolia. Pero revelarles la verdad seria peor, muchisimo peor, porque todo su mundo se derrumbaria con ello.

Y a fin de cuentas Amina y ella eran hijas de esas estrellas.

Los cristales no mentian.

– ?Has visto a mi… hermana? -cambio el sesgo de la conversacion.

– No.

– ?Sabes donde puede estar?

– Iba a buscaros a la cueva. Asi me lo dijo hace un rato.

– No nos hemos cruzado con ella.

– Tu mitad joven es inquieta -sonrio el hombre con la calma de un anciano prematuro-. Estos dias ha ido mucho de aqui para alla.

– Bassekou, nosotros…

– Tenemos que ir a nuestro coche, necesitamos ropa -dijo David.

– No necesitais ir a Bandiagara -hizo un gesto de suficiencia-. Pedid. Ahora quiero mostraros algo.

– Pero…

Joa le dio un codazo. Bassekou Toure ya caminaba guiandolos hacia alguna parte. No tuvieron mas remedio que seguirle.

En cuanto encontraran a Amina discutirian que hacer, como, y cuando.

38

Bassekou Toure se mantuvo fiel a su papel de guia. Les mostro los contornos del pueblo con orgullo, como trabajaban la tierra, como vivian y sobrevivian al tiempo. La imagen era muy distinta de la de la noche, el extasis del primer momento. Les conto de que forma lo hacian todo, con detalle. Era un hombre feliz. No pretendia agobiarlos, pero si que los nuevos, o mejor dicho, las nuevas Nommo supieran que en la Tierra todo seguia funcionando miles de anos despues de su primera visita. Durante el paseo, no hubo ninguna pregunta. Para los dogones la profecia se estaba cumpliendo y era todo lo que contaba.

Cuando regresaron para tomar alimentos, Amina seguia sin aparecer.

Nadie la habia visto.

– David, esto no me gusta -le mostro su desazon Joa.

Esta vez, el estuvo mas que de acuerdo.

– Le gusta mucho caminar, recorrerlo todo, igual que una nina -dijo de pronto el dogon, interpretando su inquietud-. Avida de conocimiento.

– Llegamos por separado -lo justifico Joa.

– Lo importante es que todos los caminos se encuentren -inclino la cabeza Bassekou Toure.

Querian seguir buscandola despues de comer, pero les resulto imposible. Los hombres de las mascaras reaparecieron inesperadamente y se vieron obligados a asistir a una especie de asamblea. Ellos hablaban en su lengua, asi que solo interpretaron lo que su guia les contaba. Baba Kouyate era el maestro de ceremonias. En una intensa representacion, abundante gesticulacion y palabras cargadas de misterio, les relato de que forma habian regresado ellas, Nommo, el ser dual que, inexplicablemente, ya no era hombre y mujer, sino una doble mujer. Por lo visto eso equivalia a un simbolo de fertilidad. El futuro se presentaba halagueno.

Joa y David estaban impresionados.

A media tarde los ceremoniales terminaron y continuaron buscando a la desaparecida Amina sin exito, hasta mas alla del pueblo, el lago, el rio que en alguna parte debia de convertirse en afluente del Niger.

– Oscurecera en dos o tres horas -le hizo fijarse David.

– ?Donde puede estar? -se mordio el labio inferior nerviosa.

– No podemos pasar otra noche aqui, por Dios. Los mosquitos nos van a devorar.

– No podemos irnos sin Amina.

– Joa, Amina se ha ido y lo sabes.

– ?No!

– ?Se ha ido! Se quedo tensa.

Otra vez su instinto. Una premonicion.

– Ven.

Le tomo de la mano y buscaron a Bassekou Toure. No fue muy dificil dar con el. No parecia tener un trabajo especifico salvo el de cuidarlos. Lo encontraron en la Casa de las Palabras, en el centro del pueblo, el lugar mas emblematico para los dogones, con su forma redonda y su techo rojizo sostenido por maderas que en su parte superior se abrian en forma de V.

Joa llevo aire a sus pulmones antes de hablar.

– Bassekou, he de decirte algo.

– ?Que es?

– Sabes que no podemos quedarnos mucho tiempo, ?verdad?

El dogon medito lo que acababa de oir.

– No, no lo sabia, aunque puedo entenderlo.

– Tenemos un… camino que seguir -dijo Joa.

– ?Donde?

– Hay otros pueblos.

– Comprendo -sus ojos se llenaron de cenizas-. ?Y la profecia?

– Se ha cumplido. El comienzo del nuevo futuro esta aqui -tomo sus manos entre las suyas-. Es lo que trato de deciros. Sois vosotros los que teneis el destino en vuestras manos. Solo necesitais saber eso. Ni siquiera has de preguntar: solo confiar y creer. Deberas decirselo a la gente.

– Llamare al pueblo.

– No, ahora no.

– ?Adonde os dirigis?

No habia tristeza en su voz, unicamente serenidad. Y tanta paz en sus ojos…

Joa se sintio herida, atravesada por un invisible rayo de energia.

Se acerco a Bassekou Toure y le dio un beso en la mejilla. Cuando se retiro, el dogon tenia los ojos muy abiertos. Para el quiza fuera un beso del cielo, una senal. Abrio las manos y bajo la cabeza unos centimetros.

Joa dio un primer paso para alejarse de el.

Los ojos del dogon eran como su Sirio, brillantes.

Otro paso, y otro mas.

Sin embargo no se dirigio al lugar por el que se salia del pueblo, hasta alcanzar la pista en la cual habian dejado el coche al amparo de los tres baobabs.

– No es por aqui -dijo David.

– Vamos a la cueva -murmuro ella.

– ?Por…?

Le basto con verle la cara. La suya tambien quedo atravesada por aquel rictus de incertidumbre.

Caminaron sin volver la vista atras, sintiendo la mirada de Bassekou Toure en sus cuerpos. Habian llegado sin nada, con lo puesto. Sus cosas seguian en el hotel. Cuando perdieron de vista las ultimas casas ya no disimularon.

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