David dio un paso al frente.

– ?No! -lo detuvo Joa.

Las miradas de los tres se convirtieron en serpientes sinuosas. Iban de uno a otro esperando algo, con una creciente tension. Lo unico que flotaba en su centro geografico era aquella mano que esperaba una inutil respuesta.

– Confia en mi -le suplico Joa.

– No puedo confiar en nadie -fue la contundente respuesta-. Tu me has dicho quien soy y me has mostrado un camino. Ahora he de seguirlo. Me has dado una esperanza. De pronto entiendo que no pertenezco a este mundo. No entendia por que lo aborrecia tanto hasta que supe la verdad. Lo odio, ?entiendes? Lo odio.

– ?Quieres… llegar a la puerta para irte… con ellos? -balbuceo Joa.

– Si, si es posible.

– No pensabas decirnos nada, ?verdad? -lo entendio todo de golpe-. Te habrias bajado del coche una vez lejos, sin que nos dieramos cuenta…

– Si -lo confeso sin ambages.

– ?Sin dinero? ?Habrias vuelto a Egipto a pie?

Ahora no hubo respuesta.

Fue David el que puso el dedo en la llaga.

– Pensaba robarnos -dijo-. El dinero, tu pasaporte, tu cristal…

Amina esbozo una sonrisa carente de alma. -Se acabo -David dio un paso hacia ella. Ya no pudo dar otro.

De pronto cayo al suelo de rodillas llevandose las dos manos a la cabeza. Una expresion de dolor, como si alli dentro acabase de estallar una guerra, le nublo el rostro. Su gemido se prolongo hasta que Joa se arrodillo a su lado.

– ?Amina, no! -fue una suplica mas que una orden.

– ?Que vas a hacer, hermanita?

Lo intento. Quiso sentir la rabia que la impulsaba a actuar solo en momentos inevitables. Pero lo unico que encontro en su interior fue tristeza y desesperacion.

– Tu no has desarrollado tus poderes -Amina dio un paso hacia ellos-. Y por alguna extrana razon me necesitas, o lo que sea que sientas en tu corazon. Pero no puedes hacerme dano.

– Amina… -los ojos de Joa se llenaron de lagrimas.

La chica llego hasta ella. David ya no se retorcia de dolor en el suelo, aunque seguia con las dos manos a ambos lados de las sienes. Joa, sin la rabia que siempre la hacia reaccionar, no era mas que un cuerpo sometido a la poderosa energia de su companera. Ni siquiera hizo nada cuando Amina le arranco del cuello su cristal.

– No… lo hagas… -le suplico.

No encontro en sus ojos ni un atomo de piedad. Solo furia. El egoismo propio de quienes nunca han dependido de nadie mas que de si mismos para sobrevivir. Amina no dijo ni una palabra mas. Ni un «lo siento».

Camino de espaldas hasta el coche, sin dejar de mirarla fijamente para someterla con la fuerza de su mente, y una vez en el, por lo menos, tuvo un detalle: saco del asiento posterior la tienda de campana y la mosquitera, y tambien sus bolsas con la ropa. Del bolso de Joa extrajo el dinero y el pasaporte. Luego tambien lo arrojo al exterior.

Cuando subio al volante, demostro que tambien sabia conducir.

Como cualquiera con una mente privilegiada y alma de luchadora, capaz de absorber la vida a su alrededor.

– Amina… -musito Joa absolutamente agotada.

El coche se alejo por la carretera dejandolos a oscuras bajo la noche.

41

Lo intentaron con dos coches que pasaron en direccion a Mopti durante los siguientes quince minutos, pero ninguno se detuvo a recogerlos, asi que decidieron instalar la tienda de campana a unos cien metros de la carretera y refugiarse en ella para impedir males mayores. Cuando se abrazaron en la oscuridad, el latir de sus corazones bombeo sangre con la intensidad de un tambor sonando en mitad de la tierra africana que los rodeaba. -?Como te encuentras?

– Bien -suspiro David.

– ?Seguro?

– Ya paso, en serio.

– ?Que has sentido?

– Como si una mano invisible me apretara el cerebro. Joa reflexiono unos segundos.

– Da miedo -confeso-. Yo no podia hacer nada, me sentia… como bloqueada.

– Ni siquiera estas furiosa o enfadada. -Estoy triste.

– ?Por que no luchaste con ella?

– No podia, David, ?no podia! Habria sido una pelea… ?Nos habriamos hecho dano!

– Puede que haga mas dano ahora.

– No, ahora tiene un objetivo. Por fin tiene un destino.

– Se ha convertido en un monstruo.

– Porque esta llena de miedo…

– Pues no lo parece.

Joa le beso el cuello. Apenas un roce con sus labios, para sentirle.

– Creia haber encontrado una hermana -susurro.

– Te queda Indira.

– ?Daremos con ella?

– No lo se. ?Quieres ir a la India?

– Primero hemos de llegar cuanto antes a Egipto.

Egipto. Sonaba igual que la Luna vista desde la Tierra.

– Amina nos llevara mucha ventaja, ?no te parece? -calculo David-. Con tu pasaporte y dinero, manana mismo puede estar en un avion con rumbo a El Cairo. Tu en cambio has de comenzar pidiendo un duplicado del tuyo, y en este pais no hay embajada de Espana. Quiza tardes una semana, o mas.

– Tengo mis influencias -dijo ella-. Recuerda que escape de La Habana.

– Pero alli habia embajada -insistio el-. Aqui, aunque solo fuera una semana… Amina ya habra llegado al lugar que senala la cruz del Nilo.

– Hay algo que me da mas miedo.

– ?Que es?

– Los Defensores de los Dioses.

– ?Temes por ella?

– Si.

– Joa, esa nina a la que llamas hermana es como una bomba en potencia. Los Defensores de los Dioses mataron a un pobre arqueologo y fueron capaces de asustarte a ti, pero ese poder que no sabemos de que forma ha desarrollado es demasiado incluso para una horda de fanaticos.

– Tampoco sabemos que hay en ese lugar, si es realmente una puerta, un comunicador o si se trata tan solo de algo… Incluso puede que ya no sirva. Han pasado tantos siglos…

El comentario de Joa floto sobre sus cabezas un largo instante y despues se desvanecio sumiendolos en el silencio y la soledad, aunque fuera compartida. Sentian el peso de su derrota, el cansancio, igual que una herida al sol que el calor comienza a cauterizar aun sabiendo que eso implicara un largo proceso.

Siguieron asi, abrazados en la oscuridad, minuto a minuto, hasta que poco a poco fue venciendoles el sueno.

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