apartaron los ojos de la carretera batida por las luces pese a la oscuridad reinante. No tenia apenas senalizaciones y la estrechez convertia los margenes en peligros constantes, por los huecos y porque de vez en cuando pasaban rozando a personas que caminaban por ella. Si iban rapido corrian peligro ellos y tambien los demas, sin olvidar que podian rebasar a Amina sin verla. Si iban despacio, quiza el tiempo de la fuga se ampliase.
– En el fondo siento como si estuviera muy cerca -confeso Joa.
David saco el pie del acelerador para adoptar una velocidad mucho mas reducida. En aquel momento estaban solos, nadie circulaba en ninguno de los dos sentidos de la marcha. El cielo era limpio, ni una sola nube. Un cielo cubierto de miles de puntos brillantes que los empequenecian.
Joa cerro los ojos.
– Es igual que si estuviera… aqui mismo.
Quiza fuera casualidad. Quiza no. Pendiente de ella, David no vio un enorme hueco en la carretera. Al pasar por encima de el las ruedas se hundieron y rebotaron. El coche dio un brinco. De haber ido a mas velocidad tal vez hubieran tenido que lamentar la perdida de la rueda. El bandazo hizo que de la parte de atras, del maletero, surgiera un leve gemido.
Lo suficientemente audible.
David detuvo el coche en el arcen.
Descendieron los dos, uno por cada lado. Si hubieran colocado las ultimas compras en el maletero, la habrian visto. Pero las dejaron en los asientos traseros, junto a sus bolsas.
Joa libero el cierre.
Doblada sobre si misma, casi igual que como la recordaban dormida por la manana, Amina los miro con una expresion inquieta, mitad furia, mitad fastidio…
Mitad burla.
40
Los ojos de Joa expresaban una mezcla de alivio y rendicion. Los de David eran dardos de ira dirigidos a Amina. Apreto los punos y las mandibulas mientras ella se incorporaba, estirando las piernas, desentumeciendo los musculos. Agito el cabello, largo y negro, produciendo un efecto hipnotico. Su imagen, mortecina porque la unica luz que les alcanzaba era la de los pilotos traseros del coche, seguia despidiendo un alto voltaje de sensualidad. Una vez de pie, se cruzo de brazos, como si esperara una provocacion para saltar, enfrentada a sus ojos.
– Te escondiste aqui sabiendo que tarde o temprano nos iriamos -dijo David habiendole en ingles, lengua con la que se comunicaban entre si desde el primer momento.
– Y asi desaparecias sin dejar rastro -anadio Joa-, porque nadie te habia visto en ninguna parte.
– Dadme agua -les nego cualquier respuesta que pudiera parecer obvia o superflua.
– Amina, ?por que? -quiso insistir Joa. -Dadme agua -repitio ella.
Joa lo hizo. Camino hasta el lateral del coche, metio la mano por la puerta abierta y alcanzo una botella de agua. Cuando se la entrego, la muchacha no disimulo la sed que tenia. Se la llevo a los labios y la apuro con avidez.
Debia de llevar horas, desde su desaparicion por la manana, escondida alli, soportando la alta temperatura con riesgo de deshidratarse.
Ahora estaban los tres solos, en una carretera desierta por la que ya no circulaba nadie.
– ?Nos vamos a quedar aqui discutiendo? -Amina se termino la botella de agua-. Vamonos de una vez.
– No.
– ?No?
– No, Amina -Joa tambien se cruzo de brazos-. No podemos irnos asi, sin mas.
– ?Por que no?
– Porque hemos de hablar, porque no se puede ir por la vida haciendo dano a la gente aunque a ti te lo hayan hecho.
– Hablas como una madre -lo expreso con desprecio.
Joa no supo que responder sin herirla. No queria ser la madre que no habia llegado a conocer. Amina ignoraba que era eso.
– ?Sabes por que estoy viva todavia? ?Y libre? -la muchacha mantuvo su tono prenado de amargura.
– Dimelo tu.
– Porque he sabido cuidarme sola, sin fiarme de nada ni de nadie.
– No se puede vivir con veneno en la sangre por muy dura que sea la vida.
– Mirate, hermana -dijo esta ultima palabra con una soterrada carga de ironia-. Tienes dinero, vives en un pais desarrollado, te acompana tu hombre… ?Que puedes explicarme tu de lo que es una vida dura?
– Joa… -quiso intervenir David.
Ella alzo una mano. Fue su unica reaccion. Seguia pendiente de Amina.
– Dime que sentido tiene lo que has hecho.
– ?Que estas diciendo! -el gesto de la adolescente fue de fastidio-. Tu tambien viste esa pared, y esa marca. La misma que me dibujaste en la arena, tu cruz del Nilo. ?Cuando supe que habias vuelto a la cueva imagine que la inspeccionarias y darias con ella! ?Tuve que actuar rapido! ?Ya sabemos donde esta la puerta para comunicarnos con ellos! ?A que juegas? ?Vamonos de una vez! ?No querias que fuera contigo?
– Queria que vinieras conmigo para estar juntas.
– ?Y que mas da un motivo que otro!
– No podemos irnos asi.
Amina alzo las dos cejas.
– Ya nos hemos ido asi.
– Hemos de devolver el cristal que has robado. Mas que sorpresa, su rostro revelo horror.
– ?No hablaras en serio?
– Tienes el tuyo, y yo tengo el mio. ?Por que robarselo a ellos?
– Piensa, piensa -se llevo el dedo indice de su mano derecha a la sien-. Esos cristales simbolizan algo, representan algo; son pura energia. Eran rojos y al llegar aqui cambiaron a blanco. ?Por que? Por el influjo del cristal de los dogones. ?Me preguntas en serio la razon de que me haya llevado el suyo? -su vehemencia se abrio ahora igual que las aguas del mar Rojo al paso de Moises-. ?Crees que bastara con llamar a esa puerta o lo que sea y esperar a que ellos respondan? Nuestras madres llegaron con esos cristales, y no se los llevaron con ellas cuando desaparecieron. ?Han de servir para algo!
– Los dogones…
– ?Somos sus diosas! ?Entenderan por que nos lo llevamos!
– No es tan facil.
– Joa -era la primera vez que utilizaba su nombre-, se logica. ?Quien te dice que nosotras no formamos parte de ese algo? Las tres. No tu y yo: las tres, con Indira. Pero Indira no esta aqui, ni su cristal tampoco. ?Puede que lo necesitemos!
– ?Y si no es asi?
– ?Regresas y se lo devuelves a los dogones, yo que se! ?Vamonos de una maldita vez!, ?quereis? ?Es de noche y se nos van a comer los mosquitos!
Joa miro a David.
No participaba del dialogo porque comprendia que era una disputa entre ellas, pero por su cara se adivinaba que lo que mas deseaba era dar dos bofetadas a aquella cria, o abandonarla alli, en mitad de la noche.
– Amina, dejame que te ayude -le tendio la mano.
La chica se la miro desde una enorme distancia.
– Si subo a este coche sera para irnos de Mali.
Joa continuo con la mano extendida.
– No me obligues… -Amina movio la cabeza de lado a lado en una feroz sacudida.