– No, querida. Lo siento. La policia nos interrogo a todos, y nosotros hemos ido un par de veces a El Cairo a preguntar al inspector Sharif, pero no hay nada. Solo el caso de esa mujer que se suicido y que al parecer era amiga de Gonzalo. Sharif nos dijo que tu estabas presente cuando lo hizo. Debio de ser horrible. Por lo demas aqui todo sigue igual y me temo que seguira asi. Un misterio doloroso.

Otro arqueologo victima de las viejas maldiciones egipcias.

– Lamento haberle molestado.

– ?Molestar? ?No seas tonta! Aqui estamos todos, escuchandote por el altavoz, felices de oirte: Gorka, Juan Pedro, Bernardo, Juan Manuel, Bir El Sai'f y Haruk Marawak.

Haruk Marawak. Recordo su conversacion bajo las estrellas, hablando de la necropolis menfita, de Imhotep, de las piramides…Y los evoco a todos, uno a uno, con algun detalle caracteristico.

La mano flacida de Bir El Sa'if…

– Gracias -inicio la despedida ella.

– Llama cuando quieras.

– ?O unete a nosotros como arqueologa! -escucho una segunda voz-. ?Aqui nos aburrimos bastante y somos muy feos!

Hubo algunas risas.

Gonzalo Nieto habia muerto pero ellos seguian.

– Hasta pronto -fueron sus ultimas palabras.

Acababa de cortar la comunicacion, absorta en sus pensamientos, y se sobresalto al escuchar la musica que le anunciaba una llamada de entrada.

Joa se quedo con el movil en la mano, tratando de identificar el numero que aparecia en la pantallita sin conseguirlo.

45

Abrio la linea. David tambien salio del cuarto de bano, aguardando curioso a conocer la identidad de quien llamaba.

– ?Si?

– ?Senorita Mir? -escucho la voz de un hombre hablando en ingles.

– ?Quien es?

– Soy yo -ahora si reconocio al director del archivo del Museo Egipcio, antes de que el pronunciara su nombre-: Reza Abu Nayet.

– ?Senor Abu Nayet! ?Donde esta?

– En el museo.

– ?Le han soltado? -su corazon latio con fuerza.

– Me han soltado, si. La noche en que se cometio el asesinato yo estaba en una boda. ?Me vieron mas de cien testigos!

– ?Que les ha dicho?

– La verdad.

Kafir Sharif ya conocia la historia de la cruz del Nilo.

– ?Tambien lo que yo le conte acerca de mi origen…?

– No, eso no. Tampoco me hubiera creido. Solo le he dicho que el profesor Nieto encontro esa senal, y que los Defensores de los Dioses le mataron por haberlo descubierto. Nada mas. La cruz del Nilo marca la existencia de un lugar secreto y sagrado, pero no le he revelado por que. Imaginara que hablamos de un tesoro mas de nuestra rica civilizacion del pasado.

– ?Que le ha dicho el inspector Sharif?

– Nada. Me ha dicho que podia irme, que perdonara los inconvenientes. Luego ha insistido en que la telefoneara a usted.

– ?Que el… ha insistido?

– Si. Es un hombre extrano. Una mascara. Es imposible saber lo que hay detras de sus ojos.

– En cualquier caso, gracias por telefonearme.

– ?Por que ha vuelto?

– Le dije que lo haria.

– ?Ha encontrado a… la otra descendiente de… ellos?

– Si. Y he de verle, senor Abu Nayet.

– No.

– ?Por favor!

– Sigue sin darse cuenta del peligro que corre. -Se donde esta ese lugar.

Lo dijo de forma que penetrara como una suave cuna en la mente del archivero.

– No… es posible… -balbuceo.

– Vi un mapa en una cueva dogon, en Mali. La misma cruz, en el perimetro de la necropolis menfita.

– Pero eso es… -volvio a quedarse sin habla.

– Voy al museo -aprovecho el shock ella-. Tardare muy poco, se lo juro. Si llego despues de que cierren -le echo un vistazo al reloj-, espereme en la puerta.

Ya no hubo ninguna protesta, solo la rendicion final.

Un debil tono de voz.

– De acuerdo… si, de acuerdo…

Joa corto la linea y se enfrento a los ojos de David.

– Ese hombre nos dara mas informacion sobre ese grupo de casas, es un pozo de conocimientos por su trabajo -se levanto para coger su bolso y salir de nuevo a la calle.

– Esperame -le pidio el.

– No, mejor voy sola.

– ?Por que?

– Porque ya le resulta bastante dificil hablar conmigo. Si encima te ve a ti, puede que se cierre en banda o desconfie o… que se yo. No te conoce, carino. Dejamelo a mi, ?vale?

David se rindio.

– Si has de tardar mucho, avisame y te recojo yo por el museo. ?Quieres que alquile ya un todoterreno para manana y asi ganamos tiempo?

Se podia ir en taxi y caminar cuatro kilometros por el desierto, o contratar una excursion hasta Abu Roasch, pero siempre era mejor la independencia.

– De acuerdo. Regresare lo antes posible o te llamare.

Se dieron un beso en los labios, rapido, y un par de minutos despues Joa ya se encontraba en la calle a la espera de un taxi que no se hizo de rogar. Le dio la direccion y le pidio que se diera prisa. El taxista le dijo que era muy tarde para ir al museo, que apenas si tendria tiempo de ver nada. Ella se limito a sonreir y eso zanjo el tema.

Dieciseis minutos despues entraba por la puerta del Museo Egipcio de El Cairo y se dirigia a las dependencias del archivo por segunda vez en ese mismo dia.

Reza Abu Nayet la esperaba de pie, como si llevara un buen rato dando zancadas por su despacho. Al verla aparecer por la puerta se dirigio hacia ella y la tomo de ambas manos. Su cara reflejaba toda la preocupacion que le embargaba. Despues el director del archivo cerro la puerta y quedaron aislados del mundo exterior.

– Esta usted loca -fue lo primero que exhalo, y acto seguido-: ?Ha encontrado de verdad ese lugar?

– Si.

Reza Abu Nayet cerro los ojos. Era un hombre curtido, un estudioso de la historia de su pueblo. El miedo que le producia pisar un terreno tan peligroso iba parejo con su propia curiosidad. Nadie dejaba de abrir una puerta misteriosa.

– ?Donde esta?

– Venga.

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