confiados. En caso contrario, la razon de que le hubieran quitado la capucha era clara: no les importaba.
Iban a matarla.
– ?Donde esta mi amigo? -hablo la primera.
No debio de gustarles que lo hiciera. El silencio se hizo mas notorio. La contemplaban como se contempla a un animal en el zoo. Joa les devolvio la mirada uno a uno hasta detenerse en el ultimo. El hombre de Karnak.
Era el unico que mostraba recelo y temor en su expresion.
– ?Que buscas? -rompio por fin el silencio el encapuchado habiendole en ingles.
– Nada, soy una turista espanola que…
– Mientes. ?Que te conto el profesor Nieto para que vinieses? ?Por que? ?Que buscas? ?Y de donde sacas ese poder especial en tu interior?
El hombre de Karnak se movio inquieto y el hombre de la capucha se dirigio a el. Debia de estar considerando si era tan fuerte como aquel le habia dicho o eran todo figuraciones.
Mientras tanto Joa repasaba quien sabia que habia vuelto a El Cairo. Kafir Sharif… Reza Abu Nayet…
– Nuestra paciencia tiene un limite, mujer. Dinos que buscas.
– ?Y vosotros os llamais Defensores de los Dioses?
– ?Callate! ?No pronuncies ese nombre en vano! -le ordeno el encapuchado.
– ?Por que?
– ?Tus labios son impuros!
Habia alguien mas que sabia que habia regresado a El Cairo. Su llamada al campamento en el Valle de los Reyes.
El grupo de arqueologos…
Supo que estaba cerca. La cara oculta debajo de aquella capucha era la clave. Ella conocia al hombre, aunque en ingles no identificara su voz, y el hombre la conocia a ella.
– Soy una de ellos -paso decididamente al ataque.
– ?A que te refieres?
Esbozo una sonrisa y los abarco con una mirada de suficiencia.
– ?Tantos siglos guardando sus secretos y os extrana que hayamos vuelto?
La expectacion entre ellos se convirtio en una espiral de gestos y miradas inquietas.
– Ellos son dioses -hablo el encapuchado.
– Yo soy una diosa.
– ?Blasfema! Si fueras una de ellos no buscarias a tu amigo, sabrias donde esta.
– Vinimos hace miles de anos. Todo ha cambiado. Vosotros ya habeis cumplido con vuestro cometido guardando la cruz del Nilo.
Intercambiaron nuevas palabras en arabe, breves, cortas, apenas audibles. En la estrechez de su mente fanatica no cabia ni siquiera la aguja de una duda. Joa supo que no iba a conseguir mucho mas. Se acercaba el momento de las decisiones. Tenia que saber si David seguia vivo.
– No podeis matarme -les dijo-. Si lo haceis, ellos mandaran un rayo que os destruira.
– ?Somos sus defensores, los guardianes del Santo Lugar!
– Ya no. Solo estais asustados y confundidos porque han pasado muchos anos del tiempo de la Tierra hasta hoy. Matasteis a un hombre por el simple hecho de encontrar la cruz del Nilo. Ahora me habeis traido hasta Al- Eriat Khunash por la misma razon.
Escuchar el nombre del diminuto pueblo en sus labios les altero aun mas.
El hombre de la capucha dio un paso en su direccion. Joa le controlo primero las manos. No llevaba nada en ellas. Luego se enfrento a sus ojos. Brillaban. Eran egipcios.
?Donde los habia visto? ?Cuando?
– He de llegar hasta la puerta de las estrellas para comunicarme con ellos -se mantuvo firme-. ?Podeis acompanarme si quereis y verlo por vosotros mismos!
– ?Nadie puede entrar, ni siquiera nosotros! ?Es imposible! ?El que penetra en su confin ya no vuelve a salir!
– Yo si lo hare.
– Eres una ingenua, mujer. Y tan humana y mortal como cualquiera, aunque tengas un poder especial en tu cabeza.
– Traedme a mi companero.
– ?No!
Los ojos del encapuchado relucian.
– ?Que sabes de la otra? La nina extrana. Amina ya habia llegado, y estaba alli, en alguna parte. Habia ido a verlos a cara descubierta, temeraria, absurda.
– Es otra diosa -les advirtio.
Volvieron las discusiones en arabe, mas aceradas, mas excitadas. La semicircunferencia que la envolvia se rompio por primera vez porque comenzaron a pelearse entre si.
David, Amina y la propia puerta tenian que estar cerca. Joa aprovecho la ocasion. Cerro los ojos y se concentro en si misma, aislandose de lo que sucedia a su alrededor.
Necesitaba de su poder. Ahora si.
«David», lo llamo mentalmente. La descarga energetica acudio a ella. Fue un ramalazo apenas perceptible.
Se aislo aun mas, al cien por cien. «David», repitio la llamada.
De pronto salio de su cuerpo. Floto por encima de si misma.
Miro hacia abajo y se vio con los ojos cerrados, quieta, mientras los hombres discutian enfervorizadamente. La escena progresaba a camara lenta. Muy lenta. Joa sentia que en su vuelo el tiempo transcurria mas despacio. Salio de la casa.
Contemplo el grupo de construcciones ruinosas, y mas alla la tierra, el monticulo…
La energia fue doble de pronto. Por un lado una fuente de energia muy fuerte, que procedia de unos doscientos o trescientos metros a su izquierda, del mismo corazon del promontorio rocoso. Por otro lado, una llamada mucho mas debil, que surgia de una de las casas del pueblecito, a diez metros de la que ocupaban ella y sus captores.
David. ?Lo habia localizado!
Quiso volver a su cuerpo y no pudo. Volvio a sentir aquella fuente de energia fuerte y poderosa. La cruz del Nilo. La puerta.
La energia nacia del centro del promontorio, por debajo de la linea de la superficie, pero luego se expandia como una tela de arana, ramificandose por la tierra a traves de tuneles, camaras, pasadizos, galerias.
Siguio mentalmente cada una de esas ramas.
Daban vueltas sobre si mismas, atrapadas en un laberinto cerrado.
Todas menos una.
El acceso a la cruz del Nilo.
En una casa situada justo en el centro de Al-Eriat Khunash.
Habia localizado a David. Y la entrada de la puerta. Necesitaba volver a su cuerpo, recuperarlo y liberarse de sus ataduras y de aquellos hombres. Ignoraba como, pero primero, el regreso.
Descendio igual que una pluma. Despacio.
Penetro en su cuerpo, ocupandolo de nuevo. Piernas, brazos, tronco, cada sentido, cada terminacion nerviosa, el corazon reiniciando sus latidos, la cabeza, la mente…
Entonces abrio los ojos.
Y se encontro con los de aquellos hombres abiertos hasta el limite, de par en par, rostros atravesados por el miedo y el pasmo, observando algo situado en el suelo, a sus pies.
Joa miro hacia abajo.
Estaba levitando.
49