No era mucho, apenas cinco centimetros, los suficientes para que en los cerebros de aquella pandilla de locos se creara una distorsion alucinada. Unos la miraban con la boca abierta, otros ya retrocedian asustados, todos a la espera de que su jefe reaccionara. El hombre de la capucha no lo hizo. Lo unico que se vislumbraba de el eran sus ojos, y los tenia hundidos como punales en los pies de su prisionera.
Joa trato de recuperar la sensacion de paz, el despegue de su espiritu para sentir lo mismo que habia sentido al separarse de su cuerpo. Queria flotar, ser libre. Y se elevo unos centimetros mas. Ahora si, los hombres se adentraron en el panico. Comenzaron a proferir expresiones en arabe.
Fueron sus gritos los que avivaron la reaccion del encapuchado. Desperto de su momentaneo sueno letargico y se llevo una mano a la espalda.
– ?Tus trucos no pueden enganarnos! -aullo en la cara de su prisionera con una daga en la mano.
Joa vio la daga iniciando el vuelo hacia lo alto. Cuando el hombre abatio el acero sobre su cabeza, ella lo unico que hizo fue alzar las dos manos.
La daga corto las ataduras igual que un cuchillo la mantequilla al sol.
Lo siguiente sucedio todavia mas rapido.
Primero le arrebato la capucha con la mano derecha, despues el arma moviendo la mano izquierda. Ni siquiera tuvo que tocarla. Fue como si una corriente de energia se la arrancara a…
– ?Bir El Sai'f! -se rindio ella a la evidencia.
El arqueologo egipcio no supo de que manera hacerle frente. Estaba desarmado y con su identidad al descubierto. Todavia mantenia el brazo con el que habia querido apunalarla en alto. Por la manga abierta de la chilaba Joa vio la mas dura de las evidencias.
Tres tatuajes. El ojo, el gato, el escarabajo.
Ante ella tenia quiza a la maxima autoridad de los Defensores de los Dioses. Bir El Sai'f era un heredero directo de los sacerdotes de la Antiguedad.
– A ella -grito el egipcio.
Ninguno de sus adlateres le obedecio.
– Mataste a un buen hombre por nada…
– Joa se sintio de pronto agotada.
Volvia a estar en el suelo. Pero sin tiempo para recuperarse.
No trato de hacerle dano. Ella nunca habia matado a nadie y no queria dar el primer paso. Sabia que si lo daba caeria irremediablemente en un pozo del que ya no saldria jamas, por muchos poderes que aparecieran en su mente y en su cuerpo.
Recogio su bolso del suelo y salio por el hueco de la ventana. Salto desde una altura de unos dos metros, mientras los gritos en arabe aumentaban a su espalda. Por fortuna cayo sobre la arena.
Se despreocupo de sus perseguidores. Su objetivo estaba al frente. Su doble objetivo.
Cubrio a la carrera los diez metros que la separaban de la casa en la que presuntamente estaba David. Dos hombres aparecieron en la puerta, interesandose por el motivo de los gritos que oian. Joa se encontro con ellos todavia a unos tres metros de distancia. Demasiado para hacer otra cosa salvo extender sus manos y desplazarlos, uno a cada lado.
No renuncio a lo que sentia.
Fuerza, intensidad, furia… Aquella rabia que surgia cuando se veia acorralada o en peligro.
Paso entre los dos hombres saltando y se precipito al interior de la casa. David estaba sentado en el suelo, sobre unos cojines, atado con las manos a la espalda, la boca tapada con cinta adhesiva y los ojos con un panuelo negro.
– ?David, de pie!
Lo hizo al escuchar su voz, aunque no tan rapido como ella hubiera deseado. Llego a su lado y lo unico que pudo hacer fue arrancarle la venda de los ojos. Por suerte no le habian atado los pies. La jauria humana del exterior haria acto de aparicion en la puerta en menos de cinco minutos.
David la miro atonito.
– ?Por la ventana!
Le empujo directamente, sin cortesias. Luego salto ella. Una vez afuera, Joa localizo la casa del centro del poblado que daba acceso a la cruz del Nilo. Apenas quedaba a unos quince metros.
– ?Vamos hacia alli! -le senalo.
Con las manos atadas a la espalda y la boca sellada, lo unico que se movia del rostro de David eran sus ojos, dilatados por el espanto y por la inesperada situacion en que se encontraba de golpe. Joa solo miro hacia atras dos veces. Una para calcular la distancia de sus perseguidores, y otra para convencerse de que disponia del tiempo justo si queria salvarse ella y salvar a David sin renunciar a alcanzar su objetivo: entrar en la cruz del Nilo.
En la casa no habia nadie. Ni nada, salvo un rectangulo abierto en el suelo del que partian unas escaleras de piedra en direccion a las profundidades. Bajaron a la carrera justo un segundo antes de que la turba penetrara en el lugar. Estaban salvados momentaneamente al menos. Bir El Sai'f acababa de decirle que nadie podia entrar alli, porque el que penetraba en sus confines ya no volvia a salir. No entrarian.
Tropezo con el cuerpo de David al final de las escaleras. Tenian delante una pared. Le arranco la cinta adhesiva de la boca para que pudiera hablar y luego paso a deshacer los nudos de la cuerda que mantenia sus manos atadas a la espalda.
– ?Joa!
– ?Sssh…! -le puso su mano en los labios. Por detras se oian las voces de los arabes, discutiendo a gritos.
– ?No sea estupida! -la alcanzo la del arqueologo egipcio-. ?Va a morir!
– ?Quien es ese? -pregunto David.
– Se llama Bir El Sai'f -Joa palpo la pared antes de extraer la linterna de su bolso-. Es uno de los que trabajaba con Gonzalo Nieto en el Valle de los Reyes, y tambien el jefe de los Defensores de los Dioses.
– ?Por que no nos siguen?
La linterna ilumino un hueco casi a ras de suelo, a su derecha. Para introducirse en el era necesario gatear un buen tramo, porque el haz luminoso no permitia ver el final.
– Dicen que no se puede entrar en la cruz del Nilo, que quien lo hace no vuelve.
– ?Estamos en…? -se asombro el.
– Si, vamos, metete por aqui.
– Joa, esto no me gusta nada.
– ?Quieres salir y que nos claven sus tres dagas?
– ?No van a poder hacerlo si tu te enfrentas a ellos!
– Son demasiados, David. Y lo que queriamos era esto, ?no? ?Estamos en la cruz! ?En la puerta! ?En algun lugar de estos subterraneos se encuentra la clave de todo!
Alguien se habia atrevido a bajar el primer tramo de escaleras.
Bir El Saif.
– ?No puedo dejarla entrar! ?No se da cuenta? ?No puedo!
– Vamos, David. Ahora -le tendio la linterna-. ?0 quieres que vaya yo primero?
No tuvo mas remedio que obedecerla.
Se tumbo en el suelo, con la linterna en la mano, y comenzo el lento proceso de gatear por aquel conducto duro y rocoso. Joa le siguio a continuacion.
El ultimo sonido que escucharon fue la voz de Bir El Saif, ya distante, anunciando:
– ?Vais a morir! ?Que el infierno os confunda, malditos infieles! ?Vais a morir!
50
El avance fue muy dificil. Quiza duro diez, quince metros, con zonas angostas en las que apenas si lograban mover los brazos y las piernas y otras mas altas en las que casi llegaron a gatear. El sudor les caia a chorros. Joa