irritacion. Luego recordo que no habia puesto el cartelito de «No molestar» en el exterior, asi que era culpa suya.
– ?Vuelva mas tarde! -grito.
Los golpes se repitieron.
Se resigno, metio el sobre y la hoja de papel en el bolsillo del albornoz y camino hasta la puerta. La abrio solo unos centimetros para decirle a quien fuera, probablemente la mujer que vendria a arreglarle la habitacion, lo mismo, que volviera mas tarde.
Sin embargo, no vio a una mujer, sino a dos hombres.
Uno de ellos, el de detras, uniformado.
Un policia.
– ?Senorita Mir? -el que iba de paisano, el primero, curvo los labios de oreja a oreja y le mostro dos filas de blancos dientes-. ?Senorita Georgina Mir?
Convertia la erre de Mir en el petardeo de una moto a baja intensidad.
– ?Si?
– ?Podemos entrar?
No tuvo tiempo de negarse. El hombre coloco la mano en la puerta con la suficiente firmeza como para que no quedara lugar a dudas acerca de sus intenciones. La abrio y paso por su lado observando aquella suntuosidad.
– ?Oiga…!
En la mano de su visitante aparecio una credencial. -Inspector Sharif -detuvo su conato de protesta-. Kafir Sharif.
Joa alzo las cejas.
Si era un sistema de bienvenida cairota para los turistas, resultaba bastante rapido y efectivo.
El hombre de uniforme tambien se colo en la habitacion. Fue el quien cerro la puerta y se quedo en ella, de guardia, manos unidas, piernas abiertas. Una posicion de lo mas marcial.
– No entiendo… -se aseguro de que el albornoz la cubriera por completo, de arriba abajo-. ?Que esta sucediendo aqui?
El inspector dejo de examinar la suite. Se concentro en ella. Seguia sonriendo. Era un hombre alto y delgado, de cabello muy negro, ojos brillantes, casi humedos, como muchos arabes, y con un bigotito que cruzaba su cara de lado a lado otorgandole un cierto aire mefistofelico. Vestia con exquisita correccion.
– ?Mi ingles es bastante bueno para usted? ?Si? -se inclino cortesmente.
– ?Podria por favor explicarme por que irrumpe la policia en la habitacion de una mujer recien levantada y recien llegada a la ciudad? -obvio la respuesta a su pregunta.
– Asunto urgente reclama atencion.
– ?Que clase de asunto? El inspector Sharif se tomo su tiempo. Continuo observandola.
Se detuvo un par de segundos en sus pies descalzos. Para Joa fue igual que si violara todavia mas su intimidad. Se sintio desnuda.
– ?Que clase de asunto, inspector? -se puso a la defensiva ella.
– Profesor Gonzalo Nieto…, ?amigo suyo?
Una descarga de energia le acelero la circulacion de la sangre.
– Si -dijo.
– Usted llama a profesor recien llegada a El Cairo, anoche.
– ?Como sabe…?
– Profesor Gonzalo Nieto llama a usted hace dos dias -la detuvo.
– Si…
– Usted aqui, rapido.
– Oiga -su paciencia llego casi al limite-, ?quiere decirme de una vez que esta sucediendo?
– Creia diria usted -Kafir Sharif dejo de sonreir y abrio sus dos manos mostrandole las palmas desnudas.
– ?Yo?
– Profesor Gonzalo Nieto solo llamo tres personas en ultimos tres dias, antes suceso.
La percepcion de que algo iba mal se disparo en su mente.
Muy, muy mal.
– ?De que… suceso me habla?
La respuesta acabo de conmocionarla, sacudiendo su cuerpo pero aun mas su cabeza.
– Profesor espanol murio, senorita Georgina Mir. Mismo dia llama a usted.
No habia ningun lugar en el que apoyarse. Estaba sola, en mitad de la suite, con el policia de uniforme a su espalda, en la puerta, y el inspector Sharif delante, a un par de pasos, con sus ojos escrutandola a la espera de cualquier indicio delator.
– ?Como…? -vacilo Joa ante aquella inesperada realidad.
– Asesinado -fue todavia mas directo su visitante, para acabar de machacar los restos de su estado de animo.
5
Sorbio la taza de te haciendo un gesto de repugnancia.
– ?No es bueno? -mostro tristeza Kafir Sharif.
– No es eso, es que no suelo tomar te, lo siento.
– Ayuda.
Joa dejo la tacita en la mesa. No era un calabozo, pero salvo por los muebles, los archivos, los equipos informaticos, los mapas de las paredes y la ventana, podia haberlo sido. La comisaria rezumaba anos, historia.
– Quisiera llamar a mi embajada.
– ?Por que? -se extrano su anfitrion.
– ?A usted que le parece?
– No detenida.
– Entonces podria haberme interrogado en mi hotel.
– Es… protocolo -abarco el entorno con las dos manos-. Procedimiento, ?entiende?
– ?Va a dejarme llamar?
– Claro. Si quiere…
– Ahora.
– Ahora no -movio la cabeza de lado a lado-. Mas tarde, si insiste. Pero aseguro yo que sale enseguida.
Se habia vestido, a toda prisa, para acabar con aquello cuanto antes, y de pronto recordaba haber dejado la nota en el bolsillo del albornoz. Confiaba en que la camarera no lavara la prenda por el simple hecho de haberlo usado, como las toallas, sin examinar los bolsillos.
De cualquier manera tenia memorizado el cartucho. Ahora buscaba por entre los recovecos de su memoria donde lo habia visto antes, en algun libro, en algun trabajo de su padre, en casa…
– Disculpe -quiso dejarlo claro-, pero cuando mataron al profesor yo estaba a miles de kilometros de distancia. Esto no tiene ningun sentido. ?Ya he respondido a todas sus preguntas! ?No se nada! ?No puedo decirle nada mas!
– Usted no contesta a todas -la corrigio el policia.
– ?Habia visto a Gonzalo Nieto tres o cuatro veces en mi vida!
– Pero llama a usted, y usted viene.
– ?No se por que me llamo! ?No me dijo nada! ?Solo que habia encontrado algo importante! ?Mi padre era arqueologo, como el, y a mi me interesa tambien la arqueologia! ?No hay mas relacion!
– Y solo con decir «encontrado algo importante», usted vuela desde Asia.
– ?Si!
– ?No dice que es «importante»?