– Asi que sus cosas estan alla.

– Si.

– ?Cuando te haras cargo de ellas?

– Pensaba ir manana, temprano.

– ?En coche?

– No. En avion.

– ?Puedo acompanarte?

– Me encantara. Siempre es mejor tener compania.

Su mirada dejo de ser la de un amigo para convertirse en la de un hombre. Joa se sintio un poco violenta.

No era la primera vez que la miraban como una mujer desde que cumplio los dieciseis o los diecisiete, pero la intencion de Carlos la pillo desprevenida.

– Hay algo que no entiendo -recupero el hilo de sus pensamientos-. Si lo mataron el mismo dia que me llamo por telefono, ?que hacia en El Cairo? No creo que se viniese aqui ya a esperarme. Era viernes. Y si estaba en El Cairo tenia que dormir en algun lugar, ?no?

– ?Y si llevaba algo encima y por eso le asesinaron, para quitarselo?

Una puerta, o una llave para abrirla.

Conjeturas.

– Crees que le mataron por mi culpa, ?verdad? -se aventuro a decir.

– ?Quieres castigarte con esa idea?

No podia hablarle de otro castigo: el de su esperanza rota.

Fuese lo que fuese lo que hubiera encontrado Gonzalo Nieto, probablemente nunca lo sabria.

– Escucha, he de salir -el dueno de la habitacion se puso en pie con un gesto de cansancio-. Puedes acompanarme si quieres, aunque se trata de mas burocracia, papeleo y todo lo demas, por mucho que los de la embajada ayuden en ello.

– Yo tambien tengo cosas que hacer -se justifico Joa imitando su gesto de ponerse en pie-. Han sido unas horas… dificiles. Estoy reventada, muerta de hambre, somnolienta…

– ?Y esta noche? ?Quieres que cenemos juntos? Me encantaria que me acompanaras.

No tenia escapatoria. Dos espanoles en El Cairo, uno con el padre asesinado y ella con sentimientos de culpabilidad. Negarse habria sido de dudoso gusto. Poner excusas, un modo nada sutil de insultarle. Carlos Nieto era un misterio, nada mas. Incluso por piedad merecia un poco de apoyo moral. Las solitarias noches de hotel ya eran bastante deprimentes sin que hubiera un cadaver cerca. A las personas habia que darles un margen de confianza.

– Me encantara -asintio envolviendole con una sonrisa de gratitud.

– ?Horario egipcio? Entonces a las siete y media, aqui mismo. Hay algunos restaurantes cerca.

– De acuerdo.

Ella le tendio la mano. Carlos Nieto la ignoro. Volvio a abrazarla y le dio un beso en la mejilla. Fuerte.

– Gracias -le oyo susurrar.

Dos pasos y llego a la puerta. Otro mas y abandono la habitacion.

– Cuidate, Carlos. Se que es el peor de los malos tragos.

Le dio pena dejarle solo.

Su rostro lo decia todo.

Perdido.

– Hasta luego, Georgina.

Al llegar a la calle se sintio medio mareada y decidio que ya era hora de comer algo.

7

Hubiera preferido ir a su hotel, descansar despues de la comilona que acababa de meterse en el cuerpo, dormir un par de horas y disfrutar del servicio de Internet que le garantizaba el hecho de hallarse en un establecimiento de cinco estrellas, pero eso habria representado un precioso tiempo perdido en la ida, y otro aun mas generoso casi con toda seguridad en la vuelta, a una clasica hora punta en cualquier megalopolis del mundo. Tenia una cita a las 5 p.m. aunque no tuviera ni idea de donde. Era lo primero que se disponia a averiguar. Aunque seguia sin comprender el porque del misterio, salvo que su anonimo convocante la probara y quisiera comprobar si valia la pena hablar con ella de lo que fuese.

Joa miro a derecha e izquierda, para orientarse o descubrir la presencia de algun cybercafe proximo. Entonces le vio.

Se aparto demasiado rapido, y disimulo demasiado ostensiblemente.

Era un hombre, arabe, treinta y tantos. Vestia una chilaba blanca hasta los pies y llevaba una generosa barba. Lo tenia a unos quince metros. Atrapado y desguarnecido, primero se puso de espaldas, luego se agacho para fingir atarse algo que no llevaba, y finalmente se levanto y echo a andar en direccion contraria, hasta la siguiente esquina. Joa espero.

Cuando hubo soltado todo el aire retenido en sus pulmones, continuo su marcha, en sentido contrario al de su presunto espia.

?Y si empezaba a volverse paranoica?

Encontro un cybercafe a cien pasos del restaurante y se colo dentro. Aire acondicionado al maximo. Penso que lo mejor seria tener siempre a mano algo para echarse por encima de los hombros o acabaria con la garganta hecha polvo. El dependiente, un muchacho mas o menos de su edad, dientes salidos, nariz grande, le regalo la mejor de las sonrisas y quiso tontear con ella el tiempo justo, haciendole preguntas dispares sobre si era italiana, francesa o espanola, antes de que Joa se metiera en un cubiculo angosto, con paredes de linoleo, y se sentara en un taburete dispuesta a navegar por la red.

Recupero en su memoria el cartucho dibujado en el papel guardado en el bolsillo de su albornoz.

Entro en Google y tecleo tres palabras: «cartucho», «jeroglifico» y «Egipto». Pulso entry espero. El buscador le dijo que tres millones y medio de webs tenian alguno de esos ingredientes semanticos. Se oriento por las primeras y a los cinco minutos ya no tuvo que seguir navegando mas para dar con lo que perseguia.

En una web encontro los nombres de cien personajes del Antiguo Egipto escritos en jeroglifico y metidos en sus correspondientes cartuchos. Los faraones tenian cinco nombres, siendo los principales el cuarto y el quinto. Los egiptologos los llamaban «nombre» y «apellido». El quinto, el «nombre», era el dado al rey en el momento de su nacimiento y venia precedido por la expresion «Hijo de Ra». El cuarto, el «apellido», se le otorgaba en la coronacion y era precedido por la formula «el que pertenece al junco y la abeja». El tercer nombre significaba «Horus de oro». El segundo recordaba a las dos individualidades que compartian el dominio del Nilo, «la diosa buitre», que reinaba en el sur, y «la diosa cobra», que reinaba en el norte. Se le conocia como «Netby». Por ultimo, el primer nombre era Horus, ya que los faraones estaban considerados como la encarnacion de la divinidad. El cuarto y quinto de los apelativos se identificaban facilmente por hallarse dentro de sus correspondientes cartuchos.

El suyo era el primero de la lista, el mas famoso, uno de los que definia a Tutankhamon. Por tanto, el mensaje recibido simplemente decia: Tutankhamon, a las cinco de la tarde. Y todo lo hallado en la mas famosa tumba de la historia de la egiptologia se encontraba en el Museo Egipcio de El Cairo.

Se mordio el labio inferior, comprobo la hora para calcular su margen y se alegro de tener el suficiente para continuar alli, investigando algo mas.

Por si acaso, no solo para encontrarlo sin problemas, sino para estudiar una via de escape en caso de necesidad, copio los planos de las plantas del museo. El tesoro de Tutankhamon estaba en la primera, ocupando toda el ala derecha asi como el fondo del mismo lado.

Retorno a Google y tecleo algunas palabras al azar: «daga», «secta», «Egipto», «dioses»…

Veinte minutos y trescientas paginas despues, comenzo a desanimarse sin saber muy bien que pistas seguir o en que terreno moverse.

Lo probo por otros derroteros. Anadio «leyendas» e «historia» a las primeras y elimino «sectas» y

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