«daga».
Siete minutos despues estuvo a punto de soltar un grito.
– ?Si! -apreto los punos conteniendo la voz.
El chico de los dientes grandes y la prominencia nasal no le quitaba ojo de encima. En cuanto levantaba la cabeza, ahi estaba arropandola con una sonrisa generosa. Esta vez le guino un ojo con descaro.
Joa paso de el.
– Defensores de los Dioses -leyo.
Tan antiguos como la historia de Egipto, tan misteriosos como cualquier leyenda conservada a traves de los tiempos, tan secretos que solo en aquella pagina encontraba algunas pistas de su identidad.
Sus simbolos eran el ojo, el escarabajo y el gato.
Saco de su bolso la libreta y el boligrafo y se dispuso a tomar algunas notas. El resto lo memorizaria. Si era cierto que la seguian, no queria dejar pistas tan faciles tras de si como imprimir las paginas que le interesaban, y menos delante del joven encargado del establecimiento, atento a ella.
Descubrio asi que los llamados «Defensores de los Dioses» habian surgido en los albores de la primera civilizacion egipcia con el unico fin y objeto de preservar la memoria y la identidad de los habitantes de los cielos, que bajaron de las estrellas para insuflar la vida al mundo.
– Dios… -suspiro Joa.
«Todo esta conectado», escucho la voz de su padre.
Durante cientos de anos, los Defensores de los Dioses se limitaron a cuidar el legado ancestral, los lugares sagrados para ellos, aquellos que habian tenido contacto con los visitantes de las estrellas, y tambien erigieron pequenas obras en su honor.
Monumentos discretos, nada suntuosos, poco relevantes. Nada que ver con las piramides. Para evitar la codicia humana, y aunque ellos, al parecer, eran muchos, optaron por la discrecion, la humildad. Los dioses habian sido sabios. En su visita inicial, cuando dieron su aliento a la vida en el mundo, hablaron de la sencillez y la igualdad como dones generosos que debian prevalecer sobre cualquier otro. Desde aquel albor temporal, los Defensores de los Dioses habian cuidado de que nada ni nadie se inmiscuyera en el pasado. Y aun menos en el presente o el futuro de esa historia.
– Sois algo mas que una secta, ?verdad?
Habia datos genericos sobre sus costumbres, su secretismo, la manera en que pasaban de padres a hijos, de generacion en generacion, el respeto y cuidado de esa memoria.
La web decia que en la actualidad ya no existian miembros de esa secta, que sus ultimas apariciones tuvieron lugar en la decada de los anos veinte del siglo pasado, el momento en que las excavaciones en Egipto sacaron a la luz no pocos de sus tesoros, como el del mismo Tutankhamon. Despues…, el silencio.
Extinguidos.
0 quiza, simplemente, ocultos.
?Para que manifestarse si nada amenazaba su legado, aquello que cuidaban y preservaban?
Siguio leyendo hasta dar con el ritual que estaba buscando.
El de la muerte.
Los Defensores de los Dioses ajusticiaban a los profanadores con tres dagas distintas. Con una, la de la garganta, silenciaban la voz del sentenciado. Con otra, la de la cabeza, mataban sus pensamientos, le arrancaban la memoria para que no pudiera llevarse al mas alla lo que sabia o habia visto. Con la tercera daga, la del corazon, le arrebataban la vida.
Era tambien un gesto de advertencia para los demas.
El resto de la informacion aportaba algunas curiosidades mas: como que el blanco, simbolo de pureza, era el color elegido para su vestimenta; que los hombres llevaban barba y las mujeres el cabello muy corto, y que todos los Defensores de los Dioses llevaban algun tatuaje que representaba su rango jerarquico: si llevaba tatuado en su cuerpo los tres signos, el del ojo, el del escarabajo y el del gato, era un lider, un ejecutor, heredero directo de los sacerdotes de la Antiguedad; con dos de los signos, se trataba de un soldado; si solo llevaba uno, era un vigilante, un guardian, un militante de base. No habia mas jerarquias. Tampoco se aportaba en la web que lugares santos podian quedar en Egipto o si alguno de los restos del pasado era herencia directa de los visitantes de las estrellas. Y mucho menos nada de una puerta, o una llave.
Gonzalo Nieto habia estado cerca de algo.
Quiza algo mas que cerca.
El taburete era incomodo. Joa se apoyo en la pared. Le dolian los ojos por la pobre luz del cubiculo y la cabeza por la concentracion y la tension del momento. Sintio los ojos del dependiente fijos en ella y tuvo deseos de levantarse y darle dos bofetadas. Opto por alzar la cabeza y devolverle la mirada.
Y algo mas.
Un destello de ira.
El muchacho apenas si resistio cinco segundos.
Aun le quedaba una hora para su cita, asi que Joa continuo navegando por Internet, por si encontraba algo mas acerca de los Defensores de los Dioses.
8
El gran Museo Egipcio de El Cairo, inaugurado en 1902, era un edificio de dos plantas situado en el mismo centro de la ciudad. Lo rodeaba un pequeno jardin decorado con epigrafes y esculturas antiguas y su exterior, de caliza rosada, le conferia cierto aire ministerial. Con todos los tesoros desenterrados en el pais desde la irrupcion de Napoleon, la mayoria en museos extranjeros por derecho de conquista, habrian podido llenarse veinte museos mas como el. Y con todos los que, quiza, quedasen todavia ocultos bajo las arenas, cien.
La planta baja ofrecia aspectos de la Prehistoria y de los Imperios Antiguo, Medio y Nuevo, asi como del periodo Amarna, el Tardio y el Grecorromano. Las estatuas de Amenhotep III y de la reina Tie dominaban el fondo del enorme atrio con solemnidad. En el primer piso se mostraban sillas reales, objetos funerarios, joyas, estatuillas, objetos de la vida cotidiana y, por supuesto, el tesoro de Tutankhamon al completo, incluidos su mascara y su feretro, todo lo hallado por Howard Carter a las dos de la tarde del 26 de noviembre de 1922, cuando penetro en la tumba que llevaba sellada y a salvo de saqueadores desde hacia tres mil trescientos anos en lo mas profundo del Valle de los Reyes. Ni en un dia completo ni en dos, el visitante podia acabar de ver el museo si queria hacer un recorrido relativamente provechoso.
Joa comprobo su reloj.
Cinco minutos para las cinco de la tarde. El museo pronto cerraria sus puertas.
Durante anos habia estado esperando un momento como aquel, el privilegio de poder asomarse a la Historia, ver aquello que ahora pertenecia al mundo. Y cuando por fin estaba en Egipto, en el museo, rodeada por la magia del legado del joven rey del que no se habria sabido nada de no ser por el hallazgo de su tumba, lo unico que hacia ella era mirar a su alrededor y comprobar su reloj cada diez segundos.
?Y si estaba equivocada? ?Y si la cita con su misterioso mensajero del hotel no era alli?
Las cinco en punto.
Contemplo la mascara de Tutankhamon, sintiendose atravesada por aquella mirada inexpresiva. Tutankhamon significaba «Simbolo Vivo de Amon». En realidad la grafia correcta era TUT ANK AMON.
Las cinco y cinco minutos.
Se habia equivocado. No cabia la menor duda. La cita era en otro lugar. Eso la hizo sentirse rabiosa. Ya no tenia nada que hacer alli. Quiza aprovechar el tiempo, ver algo mas del museo, pero no se sentia con fuerzas ni animos para hacer de turista. El misterioso mensaje de la manana la acababa de conducir a una incognita pendiente.
Las cinco y diez minutos.
Miro a las personas que se arremolinaban en la sala, todos extranjeros, y busco en ellos un atisbo de
