desaparicion de su padre. Comprobo los nombres y encontro los de algunas webs relacionadas con Palenque y el mundo maya, mapas, datos acerca de los codices de Madrid y Dresden, el diccionario FAMSI de John Montgomery, etc. Tanto podia haberlas visitado el como cualquier otro turista avido de mas detalles sobre lo que estaba viendo alli. Por si acaso anoto las direcciones en Internet de todas ellas. Lo ultimo que examino fueron las descargas de aquel dia. Habia una «Introduccion a los Jeroglificos Mayas» descargada en PDF. Tal vez fuera su padre, pero lo dudo. Era un experto. No necesitaba manuales de aprendiz.

Salvo que quisiera comprobar algo, por elemental que resultase.

Otro camino cerrado.

0 no.

Se guardo la relacion de webs y abandono la salita. Fue al comedor, ceno sin hablar con nadie mas, ajena a los turistas y su entusiasmo feroz, y se retiro a la habitacion dispuesta a pasar su segunda noche en el hotel. Cuanto mas durmiese, mejor. Necesitaria el maximo de capacidad para tener la mente despejada, las ideas claras. Capacidad y energia.

Apago la luz temprano y cerro los ojos.

La ventana abierta apenas si permitia el paso de una leve corriente con un atisbo de frescor. Nada de aire acondicionado. El unico riesgo era que penetrara en la estancia algun bicho malintencionado.

Algun mosquito.

Nunca supo cuando se quedo dormida, pero si cuando desperto.

Y por que.

Primero, el roce, demasiado ostensible. Luego, el instinto, el grito de alarma disparado en su mente. Por ultimo, la realidad de aquella presencia.

El intruso lo hizo bien. Con su mano derecha le tapo la boca. Con la izquierda presiono su brazo y con el cuerpo le aplasto el pecho, inmovilizandola. Lo unico que le quedaba eran las piernas. Pero salvo patalear, poco mas iba a conseguir.

Joa abrio los ojos con panico.

Su cuerpo ardio.

– ?Calmate, no te hare nada! ?Soy un amigo!

La voz, sin acento mexicano, sono junto a su oido.

No la escucho.

Forcejeo un instante mas, una eternidad, de manera que el intruso repitio su orden.

– ?Joa, quieta, por Dios! ?Estoy aqui por tu seguridad!

Esta vez si lo entendio. Centro sus asustados ojos en el rostro del intruso y, recortada por la suave y difusa luz que penetraba por la ventana, reconocio la imagen de su companero de vuelo, el mismo que habia creido ver por la manana en la calle, frente al hotel.

Se quedo quieta.

– Voy a retirar la mano, ?de acuerdo? -se ofrecio el-. Por Dios, no grites. Es por tu bien. Has de confiar en mi.

Tardo unos segundos en reaccionar. Luego asintio con la cabeza. La mano se aparto de su boca despacio. Las miradas de uno y otra eran expectantes.

– Bien, bien, tranquila -suspiro el aparecido.

Mantuvo la presion sobre su cuerpo.

– ?Por que? -pregunto Joa.

– ?Por que, que?

– ?Por que he de confiar en ti?

– Te lo he dicho: soy tu amigo. Estoy aqui por tu seguridad.

– ?Y has de entrar por la ventana, de noche, para que me sienta segura?

– No queria que me vieran. Mejor si puedo moverme en las sombras.

– Mierda, ?de que vas? -se agito para obligarle a salir de encima de ella-. ?Moverte en las sombras? ?Que es esto, una mala pelicula de espias?

– Voy a encender la luz, ?de acuerdo?

Alargo el brazo y le dio al interruptor de la lampara de la mesita de noche. Joa parpadeo un poco. El no. Con cuidado se aparto de su cuerpo y quedo sentado en la cama. Un deje de turbacion la hizo subirse el embozo de la sabana porque dormia desnuda.

– ?Quien eres?

– Me llamo David Escude.

– ?Por que me has llamado Joa? Solo mis amigos me llaman asi.

– Para que entendieras que yo tambien lo soy.

– Le dijo la arana a la hormiga.

– Soy tu guardian.

Lo manifesto como si fuera un cargo, no una simple expresion familiar.

– ?Mi guardian?

– Nunca has oido hablar de los guardianes, ?verdad?

– No.

Calculo las posibilidades que tenia de saltar de la cama, por el otro lado, y lanzarse por la ventana sobre el jardin, o llegar a la puerta y abrirla. Eso al margen de que estaba desnuda.

– ?Y tampoco de los jueces?

Estaba acorralada. Sin escape.

– Guardianes, jueces… ?Vas a decirme de que va

esto?

– El hombre de esta manana era un juez. Logro impactarla. Capturar toda su atencion.

– ?Cuanto hace que me sigues?

– Desde que saliste de Barcelona.

– ?Por mi… seguridad?

– Ya te lo he dicho: soy tu guardian. ?Que te ha dicho el juez?

– Nicolas Mayoral. No me ha hablado para nada de que fuera juez.

– Se llaman asi por lo que hacen, o lo que intentan, no porque lo sean. De la misma forma nosotros cuidamos de las hijas de las tormentas, y en este caso de ti, por ser hija de una de ella.

Las hijas de las tormentas.

Lo mismo de lo que le habia hablado el hombre de la manana.

– ?Que te ha dicho? -insistio el tal David.

– No, primero tu -Joa se rindio a lo evidente, sin capacidad para luchar o enfrentarse a tantas novedades en tan poco tiempo-. Dime de que va todo esto.

– Es largo, y complicado.

– ?En serio? -lanzo un bufido de sarcasmo, aunque lo que menos tenia en ese momento era sentido del humor.

– Si, lo es.

– ?Sabes donde esta mi padre? -mostro un atisbo de esperanza.

– No, lo siento. Pero hemos de encontrarle.

– ?Hemos? -puso cara de incredulidad.

– Ha desaparecido por algo, y ademas inesperado.

– Buscaba a mi madre.

– Estamos al tanto. Y pensamos que quiza la haya encontrado o haya dado con el camino para llegar hasta ella.

Ya no podia mas. Lo que menos necesitaba era un dialogo del que desconocia los argumentos y con el que andaba perdida.

– Empieza -se cruzo de brazos rendida-. Y de entrada cuentame no solo la verdad, sino por que diablos he de confiar en un tipo que me sigue desde Barcelona, me asalta de noche, me da un susto de muerte y me dice que es mi guardian, ?vale?

La sonrisa de David Escude la desarmo.

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