17
Su inesperado companero acababa de salir por la puerta de su habitacion cuando ya Joa habia saltado de la cama dispuesta a no perder un solo minuto de su tiempo.
Recogio las cosas de su padre, de las paredes y la mesa, sin el menor orden, tratando unicamente de que no se estropearan o arrugaran los papeles. Luego metio su ropa en la bolsa de viaje, sin molestarse en doblarla. Mas que no perder un solo minuto, era como si cada segundo contara.
A vida o muerte.
Y no era asi.
Cuando lo comprendio, de pronto, sufrio una sacudida, un
El dolor menguo.
– Calma -se dijo. Y lo repitio dos, tres veces mas-: Calma, calma, calma…
En menos de veinticuatro horas dos personas distintas le habian contado la misma historia increible, que su madre no pertenecia a este mundo, y uno de ellos, ademas, que pudo haber tenido una hermana. En menos de veinticuatro horas dos hombres habian intentado aproximarse a ella desde posiciones opuestas. En menos de veinticuatro horas su vida entera habia dado un giro inesperado y alucinante.
Y las respuestas estaban en un lugar no muy lejano, en el mismo Mexico, en las tierras de los huicholes.
Pero antes… Chichen Itza.
Tan a ciegas como en Palenque pero… ?que otra cosa le quedaba?
Su instinto, su instinto, su instinto.
Nicolas Mayoral le habia dicho algo que todavia la sobrecogia: «posiblemente posea poderes, mentales y fisicos, que ni siquiera conoce».
Si fuera asi…
Deliberadamente dejo transcurrir un par de minutos antes de levantarse de nuevo. Cuando lo hizo, ya no corrio. Recogio su bolsa de viaje, todos los papeles de su padre, y salio de la habitacion negandose a volver la vista atras. No habia nada mas doloroso en el mundo de los viajeros impenitentes, y ella ya lo estaba siendo de tanto acompanar a su padre, que echar un ultimo vistazo a las habitaciones que iban quedando atras y a las que seguramente nunca se volveria.
Con el primer clarear del dia, no era la unica que ya estaba despierta.
– ?Se marcha? -le pregunto mas que sorprendida la senora Adela.
– Si, lo siento.
– ?No ira a la policia local?
– No tengo tiempo, y si tampoco han hecho nada…
– ?Alguna novedad?
– No, pero tengo una pista.
– Ojala sea asi.
La duena del Xibalba la cubrio con una mirada de carino.
– Ha sido usted muy amable -asintio Joa.
– ?Volvera?
– No lo se -tuvo que admitir con sinceridad.
– Si encuentra a su padre, o reaparece, ?nos lo hara saber?
– Si, descuide.
– ?Tiene que ver su marcha con la presencia del joven que ha salido hace un rato?
– ?Le habia visto antes? -obvio la respuesta.
– No.
Joa se encogio de hombros, dando por terminado el tema. La mujer le tendio la mano.
– ?La cuenta…?
– Estaba todo pagado, ya se lo dije. Y aunque no fuera asi, usted no ha estado mas que un par de noches. Quedese tranquila.
– Gracias.
Recogio sus cosas y salio al exterior seguida por Adela. Comprobo que no hubiera nadie cerca, y menos un desconfiado David Escude, camino hasta el coche y las coloco en el maletero. No quedaba nada mas que agregar, salvo un detalle.
– El hombre que ha salido hace un rato volvera.
– ?Algun recado?
– Que no necesito guardianes.
– Se lo dire.
Cerro la portezuela, le dirigio una ultima sonrisa y puso el coche en marcha.
Tomo la carretera en direccion norte, a Villahermo-sa, y al llegar a la ruta 186 giro a la derecha, en sentido contrario a la ciudad, dispuesta a recorrer los poco mas de seiscientos kilometros que la separaban de Merida, capital del estado de Yucatan y de la peninsula del mismo nombre, mas los que hubiera de Merida hasta Chichon Itza.
Un largo viaje de muchas horas, probablemente todo
el dia.
Demasiado para pensar.
18
Al mediodia, agotada, se tomo un respiro.
Durmio casi tres horas en un claro, a la sombra, y aunque le sento de maravilla, al despertar se maldijo por la perdida de tiempo que tal vez la hiciese llegar demasiado
de noche a Chichen Itza. Su deseo de desviarse un poco y visitar Uxmal de paso quedo aparcado. Lo que menos podia hacer era pisar el acelerador. No queria quedarse sin coche, ni acabar en un hospital.
Durante aquellas casi tres horas sono con David Escude.
No era un misterio, ni un enemigo, ni nada que representara una amenaza. Era su amante.
Paseaban por una playa desierta, cogidos de la mano, y se besaban a la luz de una luna llena que desparramaba sus haces por encima de sus cabezas.
