ofensa personal el no poder convencerla de que se reconciliara conmigo, al tiempo que esto constituia un desafio a su determinacion de imponer su voluntad.
Ejercia por entonces las funciones de Secretario y a la Reina no le gustaba perderle de vista. La gente comprendia que si deseaban agradar a la Reina, podrian llegar a ella a traves de aquel joven a quien ella idolatraba. Un dia llego a Leicester House en estado de gran indignacion.
—Preparaos, mi senora —grito—. Vais a ir a la Corte.
No podia creer que fuera posible.
—?De verdad quiere verme? —pregunte.
—Me ha dicho que pasara de su camara a la Sala de Audiencias y que si os hallais en la Galeria Real, ella os vera al pasar.
Seria un encuentro muy convencional, pero era un principio, y me sentia llena de jubilo. El largo exilio habia concluido. Essex deseaba la reconciliacion y la Reina no podia negarle nada. Volveriamos a tratarnos de modo civilizado. Recorde como en los viejos tiempos podia hacerla reir con algun comentario ironico, alguna observacion sobre la gente que nos rodeaba. Eramos viejas ya; podriamos dialogar, intercambiar recuerdos, dar lo pasado por pasado.
Pensaba mucho en ella. La habia visto a lo largo de los anos, pero nunca de cerca. Leyendo en su palafren, o en su carroza, era un ser remoto, una gran Reina, pero aun la mujer que me habia derrotado. Deseaba estar junto a ella, pues solo estando junto a ella podria sentirme viva de nuevo. Perdi a Leicester. Quizas hubiera dejado de amarle al final, pero sin el la vida habria perdido su sabor. Ella podria haberme consolado. Podriamos habernos compensado mutuamente de su perdida. Yo tenia a mi joven Christopher (buen esposo, amable y fiel, a quien aun maravillaba la buena fortuna de haberse casado conmigo), pero me sorprendia continuamente comparandole con Leicester… y, comparado con el, ?que hombre saldria airoso? No era, pues, culpa de Christopher el que no me llenara plenamente; era solo que habia sido amada por el hombre mas poderoso e interesante de la epoca… y como ella, la Reina, tambien le habia amado, ahora que le habia perdido, solo podia recuperar el placer de vivir si ella me volvia a aceptar en su circulo… reir conmigo, pelear conmigo… lo que fuera con tal de que volviera de nuevo a mi vida.
Me abrumaba el nerviosismo ante la perspectiva de volver a la Corte. Tanto significaba la Reina en mi vida. Era parte de mi. Nunca podria ignorarla y creo que tampoco ella a mi. Ella estaba perdida y sola sin Leicester, y yo tambien. El que al final llegara a creer enganosamente que no le habia amado, nada cambiaba ahora.
Deseaba hablar con ella: dos mujeres, sin duda demasiado viejas para sentir celos. Deseaba recordar con ella los dias primeros, en los que ella amaba a Robert y pensaba en casarse con el. Deseaba saber de sus labios todo cuanto ella supiera la de muerte de la primera esposa de Robert. Debiamos estar muy unidas. Nuestras vidas estaban entrelazadas con la de Robert Dudley y debiamos contarnos nuestros secretos.
Hacia muchisimo tiempo que no me sentia tan nerviosa.
El dia senalado, me vesti con gran cuidado y moderacion, no llamativa sino discretamente, pues ese era el tono que deseaba dar. Debia ser humilde, agradecida y demostrar mi gran satisfaccion sin disimulos.
Me dirigi a la galeria, y alli espere con otras personas. Algunos se sorprendieron al verme alli y observe las discretas miradas que intercambiaban.
Los minutos pasaron deprisa. No aparecio. Hubo un murmullo en la galeria y mas miradas en mi direccion. Paso una hora y ella no aparecio.
Por ultimo, uno de sus pajes entro en la galeria.
—Su Majestad no pasara hoy por la galeria —anuncio.
Me sentia muy disgustada. Estaba segura de que no habia aparecido solo porque sabia que yo estaba alli esperando.
Aquel mismo dia, Essex vino a Leicester House.
Estaba muy alterado.
—No la visteis, lo se —dijo—. Le dije que habiais esperado y os habiais ido decepcionada, pero dijo que se sentia demasiado mal para salir de su aposento, y me prometio que habria otra ocasion.
En fin, tal vez fuera verdad.
Al cabo de una semana, Essex me dijo que habia insistido tanto que la Reina habia dicho que me veria cuando saliese del palacio para subir a su carroza. Cenaba fuera y seria un principio si yo esperaba una vez mas. Al pasar cruzaria unas palabras conmigo. Era cuanto necesitaba. Luego podria pedir que me permitiese ir a la Corte, pero hasta no recibir aquella palabra amistosa, no podia hacerlo.
Essex era victima de sus periodicos ataques de fiebre y estaba en la cama, en su aposento de palacio, de no ser asi habria acompanado a la Reina y me habria facilitado las cosas.
De cualquier modo, yo no era novicia en los asuntos de la Corte y una vez mas me vesti del modo que me parecio adecuado y, cogiendo un diamante, que valdria unas trescientas libras, de lo que me quedo despues de vender las joyas para pagar las deudas de Leicester, me encamine a Palacio.
Espere una vez mas en la antecamara, donde estaban reunidas otras personas que pretendian acceso a la Reina. Al cabo de un rato, empece a sospechar que seria igual que la vez anterior, y pronto pude comprobar que estaba en lo cierto. Al cabo de un rato, fue despedido el cochero y oi que la Reina habia decidido no cenar fuera aquella noche.
Volvi furiosa a Leicester House. Comprendia que no tenia la menor intencion de recibirme. Me estaba tratando igual que habia tratado a sus pretendientes. Uno acudia esperanzado, insistia y acababa siempre decepcionado.
Mi hijo me conto que al enterarse de que ella habia decidido no cenar fuera, habia dejado su lecho de enfermo para ir a verla e implorarle que no volviese a decepcionarme. Ella, sin embargo, se habia mostrado inflexible. Habia decidido no cenar fuera y no lo haria. Essex volvio irritado a la cama tras observar que, dado que ninguna de sus pequenas peticiones se consideraba digna de consideracion, seria mejor que se retirase de la Corte.
Esto debio afectar a la Reina, pues poco despues el mismo vino con un mensaje de ella. Me recibiria en privado.
Era un triunfo. Seria mejor para mi poder hablar con ella, hablar del pasado, poder recuperar su amistad, sentarme quizas a su lado. ?Que diferente esto de una palabra al pasar!
Me puse un vestido de seda azul y unas enaguas de un tono mas claro, una delicada gorguera de encaje y un sombrero de terciopelo gris claro con una pluma azul. No podia darle la satisfaccion de que pensara que habia perdido mi buena apariencia, por lo que me vesti con elegancia y circunspeccion al mismo tiempo.
Al entrar en el Palacio, me pregunte si ella encontraria alguna otra excusa para rechazarme. Pero no, esta vez pude verme cara a cara con ella.
Fue un momento emocionante. Me postre de hinojos y asi permaneci hasta que senti su mano en mi hombro y le oi decirme que me levantara.
Me levante y nos miramos. Sabia que observaba cada detalle de mi aspecto y de mi indumentaria. No pude reprimir la satisfaccion al advertir lo que ella habia envejecido. Pese al cuidadoso tocado, el uso delicado de afeites y polvos, y la peluca pelirroja, no podia ocultar que habia envejecido. Tenia mas de sesenta anos, aunque su esbelta figura y su porte erguido la favorecian mucho. Su cuello mostraba la huella de los anos, pero tenia el pecho tan blanco y firme como siempre. Vestia de blanco, que tanto le gustaba: un vestido blanco forrado de tela escarlata y adornado con perlas. Me pregunte si habria cuidado ella tanto su apariencia como yo. Cuando alzo la mano, la larga manga colgante cayo hacia atras, descubriendo el forro escarlata. Siempre habia utilizado las manos teatralmente. Tenia unas manos blancas muy bellas y torneadas que no mostraban signo alguno de la edad; seguian siendo delicadas, realzadas por las joyas que resplandecian en ellas.
Apoyo las manos en mis hombros y me beso. Senti que me ruborizaba y me alegre, pues ella lo tomo por emocion. Era solo una sensacion de triunfo. Habia vuelto.
—Ha sido mucho tiempo, prima —dijo.
—Si, Majestad, ha parecido un siglo.
—Hace mas de diez anos que el me dejo —hizo un mohin y crei que se pondria a llorar—. Es como si aun siguiese conmigo. Nunca llegare a acostumbrarme a estar sin el.