recien levantada de la cama, rodeada solo de las contadas mujeres a las que permitia compartir la intima ceremonia de su tocado.
Una mujer de sesenta y siete anos no quiere que la vea en ese momento un joven admirador.
Essex me conto despues que apenas si la reconocio. Estaba investida de todo menos de realeza. El pelo gris le colgaba sobre la cara, ningun colorete avivaba sus mejillas y aquel brillo de sus ojos a que tan acostumbrados estaban sus cortesanos no existia.
Y alli, ante ella, aparecio Essex: lleno de barro por el viaje, pues no se habia detenido siquiera a lavarse ni a cambiarse de ropa.
Ella estuvo, por supuesto, magnifica, como en cualquier circunstancia. No mostro signo alguno de estar desarreglada, de no tener la cara pintada, peluca, gorguera y un esplendido vestido. Le tendio la mano para que se la besara y dijo que le veria mas tarde.
El vino a mi triunfante. Era como si ella estuviese a sus ordenes, me conto. Habia irrumpido en sus aposentos y la habia visto en un estado en el que ningun hombre la habia visto antes. Sin embargo, le habia sonreido muy amablemente.
—?Dios mio! Es una anciana. Hasta hoy no me habia dado cuenta de lo vieja que es.
Movi la cabeza. Sabia lo que estaria pensando ella. El la habia visto en aquel estado. Me la imaginaba pidiendo un espejo, imaginaba la angustia que sentiria en su corazon cuando viese lo que el espejo reflejaba. Quiza por una vez se contemplase a si misma tal como era realmente y no pudiese en aquel momento pretender que era ya tan lozana como la joven que habia retozado con el almirante Seymour y habia coqueteado con Robert Dudley en la Torre. Ambos habian muerto, y ella seguia alli, aferrandose desesperadamente a aquella imagen de su juventud que Essex habia destruido aquella manana en Nonsuch. Pense que no lo olvidaria facilmente.
Suplique a Robert que tuviese mucho cuidado, pero cuando ella volvio a verle, se mostro muy complaciente y cordial.
A la cena, se le unieron sus amigos, entre ellos Mountjoy y Lord Rich, pues ninguno de los dos, en su amistad con Essex, se tenian resentimiento, pese a ser uno el amante y otro el esposo de la hermana de Essex.
Raleigh, segun supe, ceno aparte con sus amigos, entre ellos Lord Grey y el conde de Shrewsbury, formidables enemigos.
Aquel mismo dia, mas tarde, Essex fue llamado a presencia de la Reina, que ya no se mostro amistosa. Estaba enojada de que hubiese dejado Irlanda sin su permiso, y dijo que su conducta equivalia a traicion.
Esto desconcerto a Robert. Hasta entonces le habia parecido muy cordial y se habia mostrado amable cuando irrumpio en su aposento.
Pobre Essex, a veces pienso que fue el hombre mas obtuso que he conocido. Aunque es bastante cierto que puede decirse lo mismo de muchos hombres respecto al funcionamiento de la mente femenina.
Yo podia imaginar facilmente la entrevista. Ella no veria la figura resplandeciente que reflejaba en aquel momento el espejo del salon, sino a la vieja arrugada, recien levantada del lecho, sin ningun adorno, el pelo gris colgandole sobre la cara. Essex habia visto
Se le comunico que debia permanecer en su camara. Era un prisionero.
Christopher vino a verme muy afectado y me informo de que Essex habia sido considerado culpable de desobediencia a la Reina. Habia abandonado Irlanda en contra de los deseos de ella, y habia irrumpido audazmente en sus aposentos. La Reina no podia tolerar tal conducta. Le enviarian a York House y alli permaneceria hasta que la Reina decidiese lo que habia que hacer.
—La Corte se traslada a Richmond —dijo Christopher— No logro entenderlo. Parece como si ella ya no se preocupase por el, como si se hubiese vuelto en su contra.
Me dio un vuelco el corazon. Mi amado hijo habia ido demasiado lejos.
Sin embargo, podia entender perfectamente a la Reina. No podia soportar ya estar junto a un hombre que habia visto lo anciana que era. Yo siempre habia sabido que era la mujer mas vanidosa de su reino y que vivia en un sueno en el que ella era todo lo bella que los cortesanos aduladores la proclamaban.
Essex la
Todos estabamos muy preocupados por el. Estaba muy enfermo. La disenteria que le habia atacado en Irlanda (y que quienes no creian que Leicester hubiese matado a su padre estaban seguros de que habia terminado con el) persistia. No podia comer; no podia dormir. Todo esto lo sabiamos por quienes le asistian, pues no se nos permitia ir a verle.
Estabamos aterrados de que le enviasen a la Torre.
Mountjoy estaba constantemente en Leicester House. Yo sabia que Essex habia mantenido durante algun tiempo correspondencia con el Rey de Escocia, asi como Mountjoy y Penelope, para asegurar a aquel monarca que eran partidarios de que el heredase el trono a la muerte de Isabel. Yo siempre habia considerado peligrosa aquella correspondencia, pues si las cartas caian en manos de la Reina, ella y otros las considerarian traicion. Leicester nunca habia sido tan imprudente. Recordaba las veces que se habia visto en situaciones arriesgadas y la destreza con que habia sabido cubrirse. Si mi hijo me hubiese escuchado, si hubiese hecho caso de lo que yo le habia dicho… Pero, ?de que servia ya? No sabia escuchar, y, aunque hubiese escuchado, no habria hecho caso del consejo.
Ahora Mountjoy hacia planes para ayudar a Essex a escapar de York House y huir a Francia. Southampton, por cuya causa Essex habia incurrido en la colera de la Reina, declaro que iria con el.
Pero, ironicamente, Essex (prudente por una vez) se nego a huir.
La pobre Frances estaba desolada. Queria estar con el pero le era imposible. Desesperada, fue a la Corte a suplicarle clemencia a la Reina.
La esposa de Essex, a quien la Reina detestaba, aunque no tan ferozmente como a mi, claro, era la ultima persona que deberia haber intentado pedirle por el, aunque, desde luego, yo, su madre, habria sido aun peor recibida. Por supuesto, los jovenes no conocian como yo a Isabel. Sin duda se habrian reido de mi por creer que la desgracia de Essex se debia en cierto modo al hecho de haber irrumpido en sus aposentos y haberla visto sin adornos y afeites.
Frances, naturalmente, fue despedida con orden de no volver a la Corte.
El proceso de mi hijo se celebro en la Star Chamber. Se le acusaba de que se le habian entregado, con gran coste, las fuerzas que habia solicitado; que el habia desobedecido las instrucciones y habia regresado a Inglaterra sin permiso; que habia celebrado una conferencia con el traidor Tyrone y llegado a acuerdos inaceptables.
Esto era la caida de Essex. Unos dias despues, quedo desbaratado su hogar y sus criados recibieron orden de buscar nuevos amos a quienes servir. Tan enfermo estaba que temiamos por su vida.
Yo creia que la conciencia de la Reina la haria reaccionar. Le habia querido mucho y yo sabia lo fiel que ella era en sus afectos.
—?Esta realmente tan enfermo como me decis que esta? —pregunto a Mountjoy, que le aseguro que si lo estaba.
—Enviare a mis medicos para que le vean —dijo.
—No son medicos lo que necesita, Majestad —contesto Mountjoy—. Sino una palabra amable de vos.
Entonces ella le envio un poco de caldo de su propia cocina con el mensaje de que consideraria la posibilidad de visitarle.
Durante aquellos primeros dias de diciembre, creimos realmente que moriria. Se rezo por el en las iglesias, lo cual irrito a la Reina, pues no se le habia pedido permiso para hacerlo.
De todos modos, dijo que su mujer podria visitarle y atenderle. Luego mando llamar a Penelope y a Dorothy y las recibio amablemente.
—Vuestro hermano es un hombre muy importante y necio —les dijo—. Comprendo vuestro dolor y lo comparto.
A veces pienso que habria sido mejor que Essex hubiese muerto entonces, pero cuando vio a Frances junto