habrian de rebelarse ellos contra una Reina que les habia dado prosperidad, cuyo triunfo les habia salvado de verse destruidos por Espana, todo porque ella habia despedido a uno de sus favoritos?

El grito de rebelion se extendio y en Londres y en los alrededores se convoco para defender a la Reina y a la patria y, rapidamente, se formo una fuerza para combatir a Essex. La lucha fue breve, pero hubo varios muertos. Mi Christopher fue herido en el rostro con una alabarda y cayo del caballo, con lo que fue capturado, mientras Essex se retiraba y conseguia llegar a Essex House, donde rapidamente quemo las cartas del Rey de Escocia y cuanto pudiese implicar a sus amigos. Llegaron a buscarle de noche.

Yo estaba furiosa. Su amigo Francis Bacon, al que tanto habia ayudado, habia hablado por la acusacion. Cuando pense en todo lo que Essex habia hecho por Bacon me enfureci le llame «?Falso amigo y traidor!»Penelope movio la cabeza con tristeza. A Bacon le habian obligado a elegir. Tenia que considerar sus obligaciones para con la Reina y compararlas con sus obligaciones hacia Essex. Por supuesto, dijo Penelope, habia de elegir a favor de la Reina.

—Essex habria elegido a favor de su amigo —indique.

—Si, madre querida —replico—, pero mira a donde le han llevado sus actos.

Yo sabia que mi hijo estaba condenado.

Sin embargo, quedaba una esperanza. La Reina le habia amado, y yo podia recordar como habia perdonado una y otra vez a Leicester. Aunque Leicester nunca se habia sublevado contra ella en una rebelion armada. ?Que excusa podia haber para lo que habia hecho Essex? Tenia que ser razonable y admitir que no habia ninguna.

Le consideraron culpable, cosa que yo suponia, y le condenaron a muerte… y con el al pobre Christopher. Yo estaba abrumada y desolada, pues temia que muy pronto me privarian de un esposo y un hijo.

Lo que siguio fue una pesadilla. Ella no podia hacer aquello. No podia. Pero, ?por que no? Quienes la rodeaban, le aseguraron que debia hacerlo. Raleigh (eterno enemigo de Essex), Cecil, Lord Grey, todos ellos explicaron a la Reina que no tenia alternativa posible. Sin embargo, ella era una mujer de fuertes sentimientos. Cuando amaba, amaba profundamente, y desde luego a el le habia amado. Dejando a Leicester a un lado, habia sido el hombre mas importante de su vida.

?Y si Leicester hubiese hecho lo que habia osado hacer Essex? Pero no, nunca lo habria hecho. Leicester no era un necio. Pobre Essex, su vida habia estado llena de acciones suicidas, y ahora nada podia salvarle.

?O si?

Mi esposo y mi hijo estaban condenados a muerte. Yo era parienta de la Reina. ?Se compadeceria de mi? Ay, si pudiera verla.

Pense que a Frances quiza la recibiese. Siempre habia sentido mucho afecto por su Moro, y ella era su hija. Ademas, Essex habia sido notoriamente infiel a Frances y la Reina debia haberla compadecido por ello, lo cual sin duda habria atenuado la irritacion que el matrimonio le habia producido.

La pobre Frances estaba desolada. Le habia amado profundamente, y habia estado con el casi hasta el final de su libertad. Me pregunte si el habria sido entonces tierno con ella. Ojala.

—Frances —le aconseje—. Id a ver a la Reina. Llorad y suplicad que acepte verme. Decidle que le suplico que conceda este favor a una mujer que ha enviudado dos veces y que es muy probable que vuelva a enviudar. Explicadle que me permita verla. Decidle que se que tiene un gran corazon bajo su dureza de Reina, y que si acepta verme ahora, la bendecire toda mi vida.

Frances obtuvo una audiencia, durante la cual la Reina le consolo diciendole que habia sido un triste dia para ella aquel en que habia perdido a un gran hombre como Sidney y se habia casado con un traidor.

Y, ante mi sorpresa, tambien a mi me concedio audiencia.

Asi pues, compareci ante su presencia una vez mas. Pero esta vez de rodillas para suplicar por la vida de mi hijo. Ella vestia de negro (supongo que por Essex), pero su traje estaba cubierto de perlas; mantenia la cabeza erguida sobre la gorguera y tenia la cara muy palida entre aquellos rizos demasiado rojos de la peluca.

Me dio la mano para que se la besara y luego dijo:

—?Lettice!

Nos miramos. Intente controlarme, pero me di cuenta de que se me llenaban los ojos de lagrimas.

—?Por el amor de Dios! —dijo—. ?Que necio es vuestro hijo!

Incline la cabeza.

—Y el mismo se ha metido en esto —continuo—. Jamas desee esto para el.

—Majestad, el jamas os habria perjudicado.

—Habria dejado que lo hicieran sus amigos, sin duda.

—No, no, el os ama.

Ella movio la cabeza.

—Ve en mi un medio de prosperar. ?No les sucede asi a todos?

Me hizo senas de que me levantara y lo hice, diciendo:

—Sois una gran Reina, y el mundo entero lo sabe.

Me miro fijamente y dijo, malhumorada:

—Aun conservais cierta belleza. Fuisteis muy bella de joven.

—Nadie podia competir con vos.

Extranamente, yo era sincera. Ella tenia algo mas que belleza, y aun lo conservaba, pese a la edad.

—Es la corona, prima.

—Pero no a todos sienta bien. Majestad; a vos si.

—Habeis venido a pedirme que les perdone —dijo—. No pensaba veros. Vos y yo nada tenemos que decirnos.

—Pense que quiza podriamos ofrecernos consuelo.

Me miro con altaneria y dije, audazmente:

—Majestad, es mi hijo.

—?Y le amais mucho?

Asenti.

—No os creo capaz de amar a nadie mas que a vos misma.

—A veces, he creido eso mismo, pero ahora se que no es verdad. Quiero a mi hijo.

—Entonces debeis prepararos para perderle lo mismo que yo.

—?Nada puede salvarle?

Nego con un gesto.

—Pedis por vuestro hijo —continuo—. No por vuestro marido.

—Por dos os pido, Majestad.

—No amais a ese joven.

—Hemos vivido muy felices juntos.

—Me dijeron que vos le preferiais a…

—Siempre hay rumores calumniosos, Majestad.

—Jamas crei que pudieseis preferir a otro —dijo, lentamente—. Si el estuviese aqui hoy…

Movio la cabeza con impaciencia y anadio:

—La vida no ha vuelto a ser igual desde que el se fue…

Pense en Leicester muerto. Pense en mi hijo condenado a muerte, y olvide todo salvo que era necesario salvarle.

Me puse de nuevo de rodillas. Senti las lagrimas por las mejillas, y no podia hacer nada para contenerlas.

—No podeis dejar que muera —grite—. No podeis.

Se aparto de mi.

—Esto ha ido demasiado lejos —murmuro.

—Vos podeis salvarle. Oh, Majestad, que quede olvidada toda la rivalidad que ha

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