El viejo Belladona tenia setenta anos, pero parecia tan remoto que podia decirle joven a todos los hombres del pueblo: habia sobrevivido a las catastrofes, reinaba sobre los muertos, disolvia lo que tocaba, alejo de su lado a los varones de la familia y se quedo con sus hijas mientras los hijos se exiliaron diez kilometros al sur, en la fabrica que levantaron en el camino a Rauch. Inmediatamente el Viejo le hablo de la herencia, habia dividido sus posesiones y habia cedido la propiedad antes de morir y ese habia sido un error y desde entonces solo habia habido guerras.

– Me quede sin nada -dijo- y ellos empezaron a pelearse y casi se matan.

Las hijas, dijo, estaban aparte de ese conflicto pero sus hijos lo habian enfrentado como si se disputaran un reino. (No vuelvo mas -habia jurado Luca-. No piso mas esta casa.)

– Algo cambio en esa epoca despues de la visita y la charla -dijo Madariaga, sin dirigirse a nadie en particular y sin aclarar cual habia sido ese cambio.

Fue en esos dias cuando empezaron a decir que era un valijero [6] que habia traido plata -que no era de el- para comprar bajo cuerda la cosecha y no pagar los impuestos. Se decia que ese era el negocio que tenia con el viejo Belladona y que las hermanas habian sido solo un pretexto.

Muy posible, era habitual, aunque los que traian y llevaban la plata en negro solian ser invisibles. Tipos con cara de bancarios que viajaban con una fortuna ajena en dolares para evitar la DGI. Se contaban muchas historias sobre las evasiones y el trafico de divisas. Donde las escondian, como las llevaban, a quienes tenian que adornar, pero no es esa la cuestion, no importa donde llevan la plata, porque no se los puede descubrir si alguien no los denuncia. Y quien va a denunciarlos si todos estan en el negocio: los chacareros, los estancieros, los rematadores, los que negocian la cosecha gruesa, los que aguantan el precio en los silos.

Madariaga volvio a mirar por el espejo al comisario, que se paseaba nervioso, con el rebenque en la mano, de un lado a otro del salon, hasta que se sento ante una de las mesas y Saldias, su ayudante, pidio una jarra de vino y algo para comer mientras Croce seguia monologando como era su costumbre cuando buscaba resolver un crimen.

– Venia con plata -dijo Croce- y por eso lo mataron. Lo entusiasmaron con las cuadreras y el caballo de Lujan.

– No hizo falta entusiasmarlo, ya venia entusiasmado de antes -se reia Madariaga.

Algunos dicen que le prepararon especialmente una cuadrera y quedo obsesionado. Mejor seria decir que esa carrera, que se venia preparando desde hacia meses, se acelero para que Tony pudiera verla y hubo quienes vieron en eso la mano del destino.

Rapidamente Tony comprobo que habia varias clases de caballos muy buenos en la provincia, basicamente eran de tres categorias: los petisos de polo, muy extraordinarios, que se crian sobre todo por la zona de Venado Tuerto; los purasangre criollos en los haras de la costa, y los parejeros de las cuadreras, que son muy rapidos, con gran pique, de aliento corto, muy nerviosos, acostumbrados a correr a duo. No hay caballos iguales ni carreras como esas en ningun otro lado del mundo.

Duran empezo entonces a conocer la historia de las cuadreras de la zona. [7] Enseguida se dio cuenta de que ahi se jugaba mas plata que en el Derby de Kentucky. Los estancieros apuestan fuerte, los peones se juegan el sueldo. Las carreras se preparan con tiempo, la gente junta su plata para la ocasion. Hay caballos que tienen mucho prestigio, se sabe que han ganado tantas carreras en tales lugares y entonces se hace el desafio.

El caballo del pueblo era un tordillo del Payo Ledesma, muy buen caballo, que estaba retirado, como un boxeador que deja los guantes sin haber perdido. Hacia tiempo que lo venia desafiando un estanciero de Lujan, que tenia un alazan invicto. Parece que al principio Ledesma no queria entrar pero al final se entusiasmo, copo la parada, como quien dice, y acepto el desafio. Y ahi fue cuando alguno metio la mano para enganchar a Tony. El otro caballo, el de Lujan, se llamaba Tacito y tenia una historia bastante rara. En realidad era un purasangre que se habia lesionado y no podia correr mas de trescientos metros. Habia empezado en el hipodromo de La Plata y luego gano la Polla de Potrillos y un sabado lluvioso, en la quinta carrera de San Isidro, tuvo un accidente. En una rodada se rompio la mano izquierda y quedo sentido. Era hijo de un hijo de Embrujo y lo pusieron en venta para cria, pero el jockey del caballo -y el cuidadorse hicieron cargo y lo cuidaron hasta que de a poco volvio a correr, sentido y todo. Parece que convencieron al estanciero de Lujan para que lo comprara y en las cuadreras ganaba siempre. Esa era la historia que se contaba y la verdad que el caballo era imponente, un colorado patas blancas, arisco y malo, que solo se entendia con el jockey, que le hablaba como si fuera una persona.

Lo habian traido en un camion abierto y cuando lo soltaron en el potrero los paisanos lo miraban desde una distancia respetuosa. Un caballo de gran alzada, con la manta en el lomo y una sola pata vendada, brioso, arisco, que movia los ojos agrandados por el espanto o la rabia como un verdadero purasangre.

– Si -dijo Madariaga-. El tordillo de Ledesma contra el invicto de Lujan. Ahi paso algo.

3

La tarde del domingo era fresca y se veia a los paisanos que iban llegando de las chacras y las estancias de todo el partido y se instalaban en los bordes, contra el alambrado que dividia la pista de las casas. Habian tendido unas tablas sobre unos caballetes y vendian empanadas y servian ginebra y vino de uva chinche que se sube a la cabeza solo con verlo. Ya habian prendido el fuego para el asado y se veia la fila de costillares clavados en la cruz y las achuras extendidas sobre una lona en el pasto. Habia clima de fiesta y un rumor nervioso, electrizado, clasico en los preparativos de una carrera muy esperada. No se veian mujeres por ningun lado, solo varones de todas las edades, chicos y viejos y hombres maduros y jovenes, vestidos de domingo; con camisa bordada y chaleco de fantasia los peones; con campera de gamuza y panuelo al cuello los estancieros; con jeans y puloveres atados a la cintura los jovenes del pueblo. Era una pequena multitud que se movia en oleadas e iba de un lado al otro y enseguida empezaron a levantar las apuestas, los billetes en la mano, doblados entre los dedos o guardados en la vincha del sombrero.

Muchos forasteros habian llegado para ver la carrera y se juntaron al fondo de la pista, en la raya de llegada, cerca de la barranca. Se notaba que no eran de la zona por el modo de moverse, sigilosos, con el aire inquieto del que corre en cancha ajena. Por los altavoces de la empresa de anuncios del pueblo -Avisos, remates y ferias. La voz de todos- se pasaban musica y noticias y se pidio un aplauso para el comisario Croce, que iba a ser el juez de raya de la carrera.

El comisario aparecio vestido de traje y corbata, con sombrero de ala fina, acompanado por el escribiente Saldias, que lo seguia como una sombra. Sonaron unos aplausos dispersos.

– ?Viva el caballo del comisario! -grito un borracho.

– No te hagas el vivo, Cholo, o te meto en el calabozo por desacato -le contesto el comisario, y el borracho tiro el sombrero al aire y volvio a gritar:

– ?Que viva la policia!

Y todos se largaron a reir y el clima se distendio. Muy formales, Croce y el escribiente midieron la distancia de la cancha a grandes pasos y luego colocaron dos cancheros al costado con un trapo rojo en la mano para que hicieran senas cuando todo estuviera listo.

Entonces, en una pausa de la musica, se oyo un auto que venia a toda maquina por atras del monte y se vio llegar a Duran, manejando el cupe descapotado del viejo Belladona, con las hermanas sentadas con el en el estrecho asiento de adelante, pelirrojas y bellas y con cara de haber dormido poco. Mientras Duran estacionaba el auto y ayudaba a bajar a las muchachas, el comisario se detuvo y se dio vuelta para verlos y despues le comento algo en voz baja a Saldias, que movio la cabeza con resignacion. Era raro ver juntas a las hermanas, salvo en situaciones extraordinarias, y era extraordinario verlas porque eran las unicas mujeres en el lugar (salvo las donas que vendian las empanadas).

Duran y las mellizas se ubicaron cerca de la largada, sentadas las chicas cada una en una sillita plegable de lona con el atras, de pie, saludando a los conocidos y haciendo bromas sobre los forasteros que se habian arrinconado en la otra punta de la pista. Tony llevaba una camisa sport a cuadros gris, pantalones blancos de raya

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