impecable, zapatos de gamuza de dos tonos. El pelo negro y tupido, peinado hacia atras, brillaba con alguna crema o aceite especial que le daba forma. Las hermanas estaban muy sonrientes, las dos vestidas igual, con solera floreada y una cinta blanca en el pelo. Claro que si no hubieran sido las descendientes del dueno del pueblo, no habrian podido moverse con tanta calma entre los varones que daban vueltas y las miraban de soslayo, con una mezcla de respeto y de codicia. Duran los saludaba sonriendo y los paisanos se daban vuelta y se alejaban con aire distraido. Para mejor, enseguida las dos hermanas empezaron a apostar, sacando el dinero de una carterita de cuero, diminuta, que las dos llevaban colgada en el pecho. Sofia jugo mucha plata a las patas del caballo del pueblo y Ada hizo una parva con billetes de quinientos y de mil y la jugo toda al lujanero. Siempre era asi, una contra la otra, como dos gatos metidos en una bolsa que luchan para quedar libres y escapar.

– Bueno, esta bien -dijo Sofia, y subio la parada-. La que gana invita a cenar en el Nautico y la que pierda paga.

Duran se empezo a reir y les hizo una broma y se vio que se inclinaba entre las dos y le acomodaba el pelo a una de ellas, con un gesto carinoso, un mechon rebelde atras de la oreja.

Entonces todo se detuvo durante un instante interminable, el comisario inmovil en medio de la cancha, los forasteros como dormidos, los peones mirando con atencion exagerada la pista de arena, los estancieros con cara de disgusto o de sorpresa, quietos, rodeados por los capataces y los puesteros, los altoparlantes callados, el asador con una cuchilla en la mano mirando el fuego que ardia sobre las chapas, el loco Calesita dando vueltas cada vez mas despacio hasta que se quedo quieto el tambien, moviendose apenas en un balanceo circular que queria figurar la agitacion de los toldos del tiovivo sacudidos por la brisa. (Y tiovivo era una palabra que Tony le habia ensenado cuando se detenia a conversar con el loco del pueblo cada vez que lo encontraba dando vueltas por la plaza.) Fue un momento muy extraordinario, las dos hermanas y Tony Duran eran los unicos que parecian seguir con vida, hablaban en voz baja y se reian y el siguio acariciando el pelo a una de ellas, mientras la otra le tiraba de la manga del saco para que se inclinara a escuchar lo que tenia que decirle al oido. Pero si todo se habia detenido era porque habian aparecido, del otro lado de la arboleda, el estanciero de Lujan, el ingles Cooke, alto y pesado como un roble, y a su lado, bamboleandose al andar, con petulancia estudiada, la fusta bajo la axila, el jockey, chiquito, medio amarillo verdoso de tanto tomar mate, que miraba a todos los paisanos con desprecio porque habia corrido en el hipodromo de La Plata y en San Isidro y era un profesional del turf. Habia llegado la noticia de que le habian quitado la licencia porque pecho a un rival al salir de una curva en plena carrera y el caballo del otro rodo, matando feo al jinete, que quedo aplastado bajo el cuerpo del animal. Parece que estuvo preso, pero lo soltaron porque dijo que el caballo se habia asustado al escuchar el silbato de un tren que en ese momento entraba en la estacion de La Plata que esta atras del hipodromo. Dicen que era cruel y pendenciero, que estaba lleno de tretas y manas, que debia dos muertes, que era un tipo altivo, chiquito y malo como un aji. Lo llamaban el Chino, porque habia nacido en el departamento de Maldonado y era oriental, pero no parecia uruguayo, tan gallito y arrogante.

Al tordillo del tuerto Ledesma lo montaba el Monito Aguirre, un aprendiz que no tendria mas de quince anos y que parecia haber nacido arriba de un caballo. Boina negra, panuelo al cuello, alpargatas, bombacha bataraza, rebenque de cabo grueso, el Monito, y enfrente, diminuto, el jockey vestido con chaquetilla de colores y breeches, la mano izquierda enguantada, los ojos despreciativos, dos rendijas malvadas en una mascara amarilla de yeso. Se miraron sin saludarse, el Chino con la fusta bajo la axila y la mano con el guante negro, parecida a una garra, y el Monito pateando piedras, como si quisiera limpiar el suelo, maniatico, empecinado, porque ese era su modo de concentrarse antes de una carrera.

Cuando todo estuvo listo, se dispusieron a montar y el Monito se saco las alpargatas y estribo descalzo, con el dedo gordo metido en la soga de la horquilla, a lo indio, mientras el Chino usaba estribo corto, bien arriba, a la inglesa, medio parado en el caballo, las dos riendas en la mano enguantada y la derecha acariciando la cabeza del animal mientras le hablaba al oido en una lengua lejana y gutural. Despues los subieron, uno por vez, en una balanza de pesar maiz que estaba a ras del piso, y al Monito tuvieron que agregarle peso adicional porque, flaco como era, le sacaba como dos kilos al oriental.

Decidieron que la tenida iba a ser con partida en marcha, distancia de tres cuadras, trescientos metros escasos, desde la sombra que tiraban las casuarinas hasta el terraplen que daba sobre la barranca, cerca de la laguna. En la raya uno de los cancheros habia tendido un hilo sisal pintado de amarillo que brillaba al sol como si fuera de oro. El comisario se instalo en la largada y les hizo un gesto con el sombrero para que se alistaran. Paro la musica, se hizo otra vez el silencio, solo se oia el murmullo de los que todavia tomaban las apuestas en voz baja.

Los parejeros largaron juntos al trote atras de la arboleda y hubo una partida falsa y dos aprontes hechos para poner en linea otra vez a los caballos, que al final se vinieron desde el fondo en un galope liviano, sin sacarse ventaja, tomando cada vez mas velocidad, prodigiosamente montados, hocico con hocico, y cuando estaban corriendo en la misma linea, el comisario golpeo las manos con fuerza y les grito que la partida era buena y el tordillo parecio que saltaba hacia delante y enseguida le saco una cabeza de ventaja al Chino, que cabalgaba tirado sobre las orejas del animal, sin tocarlo, con la fusta siempre en la axila, mientras el Monito venia a rebencazo limpio, meta y meta, los dos como una luz de ligeros.

Los gritos de aliento y los insultos hacian un coro que envolvia la pista y el Monito siguio siempre adelante hasta los doscientos metros, donde el Chino empezo a castigar al alazan y a acortar distancia y se vinieron cabeza a cabeza, y al cortar la cinta habia un hocico de ventaja para el tordillo del Payo.

El Chino salto del caballo, enfurecido, diciendo que lo habian perjudicado en la largada.

– La partida fue buena -dijo el comisario con voz tranquila-. Gano el Mono, en la raya.

Se armo una revuelta y en medio de la confusion el Chino empezo a discutir con el Payo Ledesma. Primero lo insulto y despues quiso pegarle, pero Ledesma, que era flaco y alto, le puso la mano en la cabeza y lo mantuvo a distancia mientras el Chino, furioso, largaba patadas y golpes sin poder tocarlo. Por fin el comisario intervino y pego un grito y el Chino se calmo. Despues se sacudio la ropa y miro a Croce.

– ?Cierto que el caballo es suyo? -dijo-. Nadie le gana aqui al caballo del comisario.

– Que caballo del comisario ni que nino muerto -dijo Croce-. Ustedes cuando pierden dicen que estaba arreglado y cuando ganan se olvidan de todo.

Todo el mundo estaba exaltado y discutiendo y las apuestas todavia no se habian pagado. Las hermanas se habian parado en las sillitas de lona para ver lo que pasaba y se sostenian del hombro de Duran, que estaba entre las dos y sonreia. El estanciero de Lujan parecia muy tranquilo y tenia al caballo de la brida.

– Calma, Chino -le dijo al jockey, y luego se volvio hacia Ledesma-. La largada no fue clara. Mi caballo tenia el paso cambiado y usted -miro a Croce, que habia prendido el toscano y fumaba furioso- vio eso, pero la dio por buena igual.

– ?Y por que no aviso antes y dijo mala? -pregunto Ledesma.

– Porque soy un caballero. Si me la dan por perdida, alla ustedes, voy a pagar las apuestas, pero mi caballo sigue invicto.

– Yo no estoy de acuerdo -dijo el jockey-. Un caballo tiene honor y no acepta nunca una derrota injusta.

– Pero este munequito esta loco -dijo Ada con asombro y con admiracion-. Es un empecinado.

Como si las hubiera escuchado a pesar de estar al fondo del campo, el Chino miro a las mellizas con descaro, primero a una y despues a la otra, de arriba abajo, y se movio para quedar de frente a ellas, insolente y pretencioso. Ada levanto el pulgar y el indice, y formando la letra c le mostro una pequena diferencia y le sonrio.

– A este gallito le falta cantar -dijo.

– Nunca estuve con un jockey -dijo Sofia.

El jockey las miro a las dos y les hizo una inclinacion y despues se alejo, con un bamboleo suave, como si tuviera una pierna mas corta que la otra, la fusta en la axila, el cuerpito armonioso y envarado, y se acerco a la bomba que estaba al lado de la casa y se mojo la cabeza. Mientras bombeaba el agua miro al Monito, que se habia sentado bajo un arbol.

– Me madrugaste -le dijo.

– Hablas de mas -dijo el Monito, y los dos se encararon pero sin pasar a mayores, porque el Chino empezo a caminar de espaldas y se acerco al alazan y empezo a hablarle y a acariciarlo, como si buscara calmarlo cuando en realidad era el quien estaba nervioso.

– Voy a darla por buena entonces -dijo el estanciero de Lujan-, pero yo no perdi. Que se paguen las apuestas, nomas. -Miro a Ledesma-. La corremos de nuevo cuando usted quiera, busque una cancha neutral. Hay carreras

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