Dios es eterno y omnipresente, de modo que en el mundo impera una justicia universal. Manuela por fin seria util a alguien en profundidad. La justicia divina se manifiesta por los vericuetos mas intrincados, pero al final cada uno recibe su merecido, sin que esa palabra tenga un significado peyorativo en esa ocasion.
Tenia una pequena reserva de whisky y de coca que iba agotando en aquellos dias anteriores a su marcha. Asi disfrutaria mas de Mexico. Se sirvio un traguito pequeno, uno mas. La culpa esta bien repartida, penso, no es un liquido que se canaliza por cuantos entresijos encuentra, sino una materia solida que puede cortarse en porciones perfectas. Cada uno recibe la cantidad que merece. A Manuela le estaba destinada en el fondo una minima cantidad de culpa. A ella no, a ella le correspondia un numero altisimo de porciones de culpa: habia hecho trizas su vida siendo plenamente consciente de ello. Claro que no estaba dotada con el talento necesario para vivir. Pero daba igual, en ese caso no deberia haberse acercado a nadie, mucho menos casarse. Para eso se inventaron los conventos, el ascetismo, los lobos esteparios, los locos. Hay que hundirse solo. Hay que asumir, y asumir no es sino encontrar un lugar en tu mente donde puedas esconder el horror que te causas a ti mismo. Lo malo es que su mente esta ya completamente recorrida. No hay rincones nuevos donde agazaparse. No hay sitio adonde huir.
Retiro la botella porque le dolia el estomago como nunca antes le habia dolido. Era como si tuviera una ulcera del tamano de un volcan. Necesitaba dormir muy profundamente para que ningun mal pensamiento la asaltara, ni ninguna tentacion la turbara, ni ningun demonio danzara a su alrededor. Pero el sueno no debia detenerla, no, siempre adelante, no habia que retroceder jamas. Adelante hasta que no quedara ningun paso mas que dar porque el camino estaba ya cortado.
Paula absorbio dos gruesas lineas de coca, pero le quedaban mas. Fue a lavarse la cara con agua fria. Necesitaba mejorar su aspecto y recuperar la compostura. No debia preocuparse, era muy hermosa aun, muy hermosa. El envejecimiento se alejaba de ella cada vez mas. No se convertiria en una anciana inutil como las que se ven en los parques dando de comer a las palomas. Tampoco seria una de esas traductoras solitarias y amargadas que acaban convencidas de que su trabajo es mas perfecto que el original. No seria nada. Toda la cobardia acumulada durante anos desembocaba por fin en valentia, al final.
Se vistio elegantemente, se maquillo. Luego, contemplo su imagen en el espejo. Tenia un aspecto serio y aplomado. Los guardias de la entrada le permitirian la salida al verla tan compuesta y segura de si misma. La colonia habia devenido una especie de prision desde que secuestraron a Manuela. Y la inquietud iba aumentando con los dias porque los secuestradores no habian dado mas senales de vida. Se alegraba de marcharse del pais. El abandono de Santiago habia sido providencial.
Los guardias le preguntaron adonde iba.
– Al banco -respondio.
?Que podian hacer, detenerla? Era cerca de mediodia, y nadie habia dicho claramente que salir estuviera prohibido. La dejaron pasar. Fue al banco. Saco de su cuenta todo el dinero que tenia. Santiago, tal y como le prometio, habia dejado a su disposicion la mitad de los fondos.
Camino decididamente por las calles de San Miguel hasta llegar a la cantina. Dentro reinaba la oscuridad; un consuelo, despues del sol avasallador que calcina cuanto acaricia. El dueno la reconocio en seguida, lo noto por un destello malicioso en sus ojos negros. Como siempre, los espectros de dos o tres clientes bebian en los rincones. Se encaro con el patron, seria y tranquila:
– ?Puede avisar a Juan, el guia turistico?
– ?Avisarlo de que, senora?
– De que quiero verlo aqui.
– El no vive en este bar, senora.
Pidio tequila, puso unos pesos sobre la barra. El hombre no dijo nada, no toco el dinero. Ella fue hacia una mesa y se sento. Apoyo la espalda en la pared, bebio. Se sentia bien. Veinte minutos mas tarde entro el guia, su querido guia, encanallado, bestial, frio como una serpiente. No la miro siquiera. Pidio tequila en la barra, la probo y solo entonces camino hacia su mesa.
– ?Como le va?
– Sientate.
Se sento. Lucia en los labios la misma sonrisa cinica de siempre. Ella empezo a hablar muy despacio, pero con determinacion.
– Tu sabes donde esta la senora que se llevaron, ?verdad?
Ni una palabra de respuesta, ni un rictus en su cara de barro demasiado cocido. Paula abrio su bolso, saco el fajo de billetes y los puso sobre la mesa.
– No seras tu quien la tiene…
– No.
– Pero sabes quienes son.
– Somos pocos aqui.
– Todo este dinero es tuyo si me dices donde esta.
– ?Quiere rescatarla usted solita nomas?
– Eso no es asunto tuyo.
– Puede que se lo diga, pero usted no llame a la policia, sino al marido, y nunca diga quien se lo conto.
– De acuerdo. ?Son peligrosos?
– Son dos desgraciados que no saben ni lo que tienen que hacer. Estan muertos de miedo y eso me friega. Si se hacen las cosas, hay que hacerlas bien.
– Dime donde esta. Yo me quedo contigo hasta que la encuentren, en tu casa mejor.
– En mi casa, no. La llevo a otra casa que tengo, un poco mas lejos. Hacemos nuestras cosas en la cama; eso es parte del precio.
– Bien.
– La tienen los hermanos Alciano, en una caseta, la unica que hay en el cerro del Valle.
Paula cogio su telefono, marco el numero de Adolfo. En seguida le contesto.
– Adolfo, soy Paula. No preguntes nada. Llama a la policia. Manuela esta en la unica casa que hay en el cerro del Valle. Llamame en cuanto la hayan rescatado, por favor.
El guia le arrebato el telefono de la mano.
– Ya es suficiente. Vamonos. Tenemos un trecho hasta llegar a mi casa en el campo.
– No me movere de aqui hasta que me confirmen que lo que has dicho es verdad.
Se quedaron bebiendo una hora, dos horas, sin hablar. Clientes entraban y salian. Empezo a oirse una musica a lo lejos. Por fin el telefono sono.
– Senora Paula, le habla el sargento Contreras, del cuerpo policial de Oaxaca. Tenemos a la senora, sana y salva. Ahorita la acabamos de rescatar. Digame solo donde esta usted.
– Quiero oir a la senora o a su esposo.
Distinguio claramente la voz de Adolfo, excitada:
– Paula, por Dios, todo ha salido bien. Manuela esta con nosotros. ?Donde estas tu?
Interrumpio la comunicacion. Apago el movil. El guia lo tomo de su mano.
– Yo guardare el celular. Andele, nos vamos.
En la calle estaba el todoterreno del guia. Subieron a el.
– Deme la plata -dijo.
Se la dio. Se encaminaron hacia la montana y avanzaron, avanzaron. Los signos de civilizacion iban desapareciendo. Solo el paisaje de Mexico, enorme, excesivo, y el sol. En un recodo el guia tiro su telefono por la ventanilla. Ella no se inmuto. El guia no tenia ninguna casa en el campo, lo sabia bien. Dejaron el coche al comienzo de un camino de tierra y comenzaron a subir a pie. La hizo detenerse junto a un gran arbol que, flanqueado por penascos, constituia un refugio natural. «No es la primera vez que este hijo de puta trae a alguien aqui», penso.
– Ya ve, esta es mi casa en el campo. Muy linda, ?verdad? Y ahora si nos vamos a divertir usted y yo, pero diversion autentica, no como la de aquel dia.
Le desgarro la blusa. Le succiono un pezon hasta hacerle dano, se lo mordio. Su boca era fria y humeda como un caracol. Luego la hizo arrodillarse delante de el y se quito la cazadora, fue abriendose lentamente el pantalon mientras le sujetaba la cabeza. Y bien, alli estaba, colocada en el cinturon, hermosa y accesible. Mucho mas facil de lo que habia creido, penso. Miro la pistola, la cogio. Era el momento de decidir sobre quien disparaba: ?sobre