dificil reconocerla. La vejez la habia deformado mas. No necesitaba rebuscar en mi memoria, habia sido una de tantas jovenes rubias de cara redonda e ingenua y con el brazo en alto que llenaban mis archivos.
«No veo bien, me tiembla el pulso, me serias de mucha ayuda, asi que si no tienes otra cosa mejor que hacer, te espero. Quien sabe, puede que tu si que encuentres la eterna juventud», me decia Salva en la carta. Seguramente se referia al sol y la copa y el puro. Y no pensaba fallarle. Al fin y al cabo yo habia tenido la suerte de casarme con Raquel y formar una familia, mientras que el estaba entregado a la causa en cuerpo y alma. Raquel tenia el don de hacer lo malo bueno, y me tome como otro castigo el que ella muriese antes que yo y que sus buenos pensamientos desapareciesen del mundo y quedasen los mios. Pero al cabo del tiempo me di cuenta de que Raquel no me habia abandonado del todo y que pensar en ella me traia paz y me llenaba la mente de pequenos rayos de sol.
Mi hija queria acompanarme, le asustaba que pudiera fallarme el corazon. La pobre pensaba que a mi edad todo resulta mas duro, y era verdad. Pero tambien era verdad que preferia morir haciendo esto que atormentandome por si me subia el azucar. Ademas, por una vez las cosas podian cambiar y podia ser que el corazon le fallase a Fre-drik Christensen antes que a mi. Por muy viejo que el fuese, siempre pensaria que podia vivir un poco mas, siempre le mortificaria que apareciesemos en su vida y que al final, despues de haber logrado escapar durante tanto tiempo, le metiesemos el miedo en el cuerpo.
Me ilusionaba pensar que Salva y yo llegariamos hasta el sofa de la foto y que nada mas vernos Fredrik se cagaria en los pantalones.
Sandra
Mi hermana me dejo su casa de la playa para que pensara con tranquilidad sobre lo que me convenia, si casarme o no con el padre de mi hijo. Estaba de cinco meses y cada vez veia menos claro que quisiera formar una familia, aunque tambien era verdad que habia dejado el trabajo que tenia, como una completa inconsciente, precisamente ahora que el trabajo estaba tan mal, y que iba a ser duro ocuparme yo sola del nino. De momento iba y venia con la criatura en la barriga, pero despues… ?Vaya mierda! ?Acabaria casandome por comodidad? Queria a Santi, pero no tanto como sabia que podria llegar a querer. Santi estaba a un palmo, solo a un palmo, del gran amor. Aunque tambien podria ocurrir que el gran amor nada mas existiera en mi mente, como el cielo, el infierno, el paraiso, la tierra prometida, la Atlantida y todas esas cosas que no se ven y que de antemano sabemos que nunca veremos.
No tenia ganas de tomar ninguna decision definitiva. Me encontraba bien pensando a la ligera y sin agobios en distintas posibilidades tan inalcanzables de momento como las nubes mientras en el frigorifico quedaba comida y mi hijo aun no habia salido fuera y no me pedia nada. Era una situacion bastante buena, que lamentablemente duraria poco porque mi hermana ya habia encontrado un inquilino para el mes de noviembre.
Estabamos a finales de septiembre y todavia podiamos banarnos y tomar el sol. A mediados de mes, las casas de los alrededores ya se habian cerrado hasta el proximo verano o para ser usadas algunos fines de semana y en los puentes largos. Solo seguian funcionando durante todo el ano algunas, como la nuestra, que por la noche, al ser tan pocas y estar tan desperdigadas, con las luces encendidas resultaban tremendamente solitarias. Y esta sensacion me gustaba, hasta que echaba de menos a alguien con quien hablar o que estuviese por alli haciendo ruido y entonces me daba por acordarme de Santi. Eran momentos de debilidad, esos momentos que sirven para que las parejas aguanten juntas mucho tiempo, como mis padres. Solamente pensar en ellos me daba valor para afrontar los ratos de soledad. Sabia que si no los afrontaba ahora ya no los afrontaria nunca el resto de mi vida.
Para ir a la playa de arena tenia que coger la motocicleta, una Vespino que me habian advertido mi hermana, mi cunado y mis sobrinos, una y otra vez, que no se me ocurriera aparcar sin echarle la cadena. En cuanto desayunaba y regaba las plantas (una de las obligaciones que mi hermana me habia impuesto), metia en una bolsa de plastico de Calvin Klein una revista atrasada, que habia cogido de una cesta de mimbre, una botella de agua, la visera y una toalla, y me marchaba a tumbarme en la arena. Bajo el sol, no habia penas. Los turistas practicamente habian desaparecido. Casi siempre me encontraba con la misma gente por el tramo que solia recorrer a paso ligero cuando me cansaba de estar tumbada: una senora con dos perritos, varios pescadores sentados al lado de las canas tirantes, un negro con chilaba que no debia de tener un sitio mejor adonde ir, los que corrian por la playa y una pareja de jubilados extranjeros bajo una sombrilla de flores grandes con los que ya cruzaba miradas de hola y hola.
Y gracias a ellos aquella manana no perdi el conocimiento y no me cai redonda en la arena, solo me puse de rodillas y vomite. Hacia demasiado calor, uno de esos dias en que se dispara el termometro como si se hubiese roto. La gorra con visera daba poca sombra y se me habia olvidado la botella de agua. A veces tenian razon cuando me decian que era un desastre. Me lo decian todos los que tenian alguna confianza conmigo. Si no me lo decian antes, me lo decian despues, eres un desastre, y si te lo dice todo el mundo toda tu vida, por algo sera. Al incorporarme en la toalla, senti nauseas, todo me daba vueltas, aun asi logre llegar tambaleandome a la orilla para refrescarme y fue entonces cuando no pude mas y eche la papilla. Habia desayunado demasiado, desde que estaba embarazada el miedo a desfallecer me hacia comer hasta que no podia mas. Fue entonces cuando la pareja de jubilados extranjeros se acerco corriendo todo lo deprisa que los ancianos son capaces de correr sobre la arena ardiente. Tardaron una eternidad en llegar, yo hundia las manos en la arena mojada tratando de agarrarme hasta que la arena se deshacia una y otra vez.
Dios mio, no dejes que me muera, estaba pensando cuando unas manos grandes y huesudas me sujetaron. Luego senti frescor de agua en la boca. Una mano me empapaba la frente y me la pasaba por el pelo. Oia sus palabras, extranas y lejanas, no entendia nada. Me sentaron en la arena y vi que era la pareja extranjera. El hombre trajo una sombrilla, la sombrilla de flores grandes en la que ellos siempre se resguardaban y con la que marcaban su territorio. Evidentemente era mas facil traer la sombrilla aqui que llevarme a mi hasta la sombrilla.
– ?Te encuentras bien? -fueron sus primeras palabras en castellano.
Asenti.
– Podemos llevarte al hospital.
– No, gracias, me ha sentado mal el desayuno.
La mujer tenia los ojos pequenos y azules y los detuvo sobre la barriga, que me sobresalia del biquini un poco abultada y redonda. No deje que me preguntara.
– Estoy embarazada. A veces la comida no me cae bien.
– Ahora descansa -dijo ella dandome aire con un paipai de propaganda donde vi dobles las palabras Nordic Club-. ?Quieres mas agua?
Bebi mas agua mientras me observaban sin parpadear, como si me sostuvieran con sus miradas.
Al rato, cuando ya debian de estar mas mareados que yo, se empenaron en acompanarme hasta la moto y despues en seguirme con su coche por si desfallecia por la carretera. ibamos tan despacio que todo el mundo nos pitaba y en cuanto me meti por el camino en cuyo margen izquierdo la casa de mi hermana parecia metida con calzador, toque el claxon y les dije adios con la mano.
Quiza deberia haberles pedido que entraran a tomar algo, a sentarse un rato en el porche, por donde solia correr una brisa bastante agradable. Me odiaba a mi misma por no haber sido mas amable, puesto que les habia fastidiado su manana de playa, aunque tambien era cierto que el que alguien interrumpiera la monotonia de estas parejas de ancianos que se pasaban el dia en plan contemplativo tampoco les vendria mal. Me moje con la manguera y me tumbe a la sombra en una hamaca. No queria pensar en el mareo de la playa porque no queria sentirme debil, de ahora en adelante tendria mas cuidado porque la verdad era que mi cuerpo ya no era el mismo y me daba sorpresas.
Julian
Me fastidio tener que gastarme parte de los ahorros en un asiento clase