Clara Sanchez

Lo que esconde tu nombre

© Clara Sanchez, 2010

Premio Nadal 2010

1 En manos del viento

Julian

Sabia lo que estaba pensando mi hija mientras me miraba hacer la maleta con sus penetrantes ojos negros y un poco asustados. Los tenia como su madre y los labios finos como yo, pero segun se hacia mayor y su cuerpo se ensanchaba habia acabado pareciendose mas y mas a ella. Si la comparaba con fotos de Raquel de cuando tenia cincuenta anos eran como dos gotas de agua. Mi hija pensaba que era un viejo loco y sin remedio obsesionado por aquel pasado que ya a nadie le importaba y del que no era capaz de olvidar ni un dia, ni un detalle, ni una cara, ni un nombre, aunque fuese un largo y dificil nombre aleman, y sin embargo a menudo tenia que hacer un gran esfuerzo para recordar el titulo de una pelicula.

Y por muy buena cara que me esforzara en poner no podia evitar darle pena, porque aparte de viejo y loco tenia una arteria obstruida, y a pesar de que el cardiologo, para no asustarme, me habia dicho que la sangre buscaria un recorrido alternativo esquivando la arteria perdida, no me hacia ilusiones de poder regresar. Asi que bese a mi hija con el que para mi era el ultimo beso que le daba, tratando, eso si, de que ella no se diese cuenta. Alguna tendria que ser la ultima vez que me viese y preferia que fuese vivo y haciendo el equipaje.

Aunque la verdad era que jamas se me habria pasado por la cabeza semejante locura en mi estado si no hubiese recibido una carta de mi amigo Salvador Castro, Salva, que no habia vuelto a ver desde que nos jubilaron en el Centro, montado para dar caza a los oficiales nazis desperdigados por el mundo. Y el propio Centro se estaba jubilando a si mismo segun sus objetivos iban llegando al limite de la vejez y muriendo y esos monstruos moribundos se iban librando de nosotros una vez mas. En la mayoria de los casos habia sido el miedo el que les habia mantenido alerta y les habia ayudado a escapar, y nos tenian miedo porque les odiabamos. Solo habian tenido que aprender a oler nuestro odio para salir corriendo.

Cuando toque el sobre en mi casa de Buenos Aires y vi el remite senti un sobresalto que casi me deja en el sitio y despues una emocion inmensa. Salvador era uno de los mios, el unico que quedaba sobre la tierra que sabia quien era yo de verdad y de donde venia y de que seria capaz para no morir y para lo contrario. Nos conocimos muy jovenes en un pasillo estrecho que hay entre la vida y la muerte que los creyentes llaman infierno y los no creyentes, como yo, tambien. Tenia un nombre, Mauthausen, y no se me ocurria que el infierno pudiera ser de otra manera ni peor. Y, mientras mi cabeza luchaba una vez mas por salir del infierno, cruzabamos el cielo entre nubes blancas y las azafatas dejaban un agradable olor a perfume al pasar a mi lado y yo iba comodamente estirado en el asiento, a mas de veinte mil pies de altura, en manos del viento.

Salva me decia que llevaba varios anos retirado en Alicante en una residencia de ancianos. Una residencia muy buena, soleada, entre naranjos y a pocos kilometros del mar. Al principio entraba y salia de la residencia cuando le daba la gana, era como un hotel, con una habitacion con bano para el solo y menu a la carta. Luego tuvo problemas de salud (no explicaba cuales) y dependia de otros para que lo llevaran y trajeran del pueblo. Pero a pesar de los inconvenientes no habia dejado de trabajar, a su modo y sin ayuda de nadie. «Hay cosas que no se pueden dejar asi como asi, ?verdad, Julianin?, es lo unico que puedo hacer si no quiero ponerme a pensar en lo que me espera. ?Recuerdas?, cuando entre alli era un chico como tantos.»

Le comprendia casi sin limite y no queria perderle, como no se quiere perder un brazo o una pierna. «Alli» ya sabiamos lo que era, el campo de exterminio donde habiamos coincidido trabajando en la cantera. Salva sabia lo que yo habia visto y padecido, y yo lo que habia visto el. Nos sentiamos malditos. A los seis meses de la liberacion, con un aspecto que daba asco y que tratabamos de ocultar con un traje y un sombrero, Salva ya se habia enterado de que existian varias organizaciones cuyo objetivo era localizar nazis y cazarlos. Nosotros nos dedicariamos a eso. Cuando nos liberaron nos enrolamos en el Centro Memoria y Accion. Salva y yo eramos dos de los miles de republicanos espanoles que entramos en los campos, y no queriamos que nos compadecieran. No nos sentiamos como heroes, sino mas bien como unos apestados. Eramos victimas, y nadie quiere a las victimas ni a los perdedores. Otros no tuvieron mas remedio que callar y sufrir el miedo, la verguenza y la culpa de los supervivientes, pero nosotros nos convertimos en cazadores; el mas que yo. En el fondo me deje llevar por su furia y su sentido de la venganza.

Fue idea suya. Cuando salimos de alli, yo solo queria ser normal, incorporarme a la humanidad normal. Pero el me dijo que eso era imposible y que habria que seguir sobreviviendo. Y tenia razon, nunca he podido volver a ducharme con la puerta cerrada, ni he soportado el olor de orines, ni siquiera los mios. En el campo, Salva tenia veintitres anos y yo dieciocho, era fisicamente mas fuerte que el. Cuando nos liberaron, Salva pesaba treinta y ocho kilos. Era delgado y blanco y melancolico y muy inteligente. A veces tenia que darle algo de lo que alli llamabamos comida, mondas de patatas en agua hervida, algo de pan rancio; no por compasion, sino porque necesitaba a Salva para seguir adelante. Recuerdo que un dia le dije que no entendia por que luchabamos por vivir cuando sabiamos que ibamos a morir y el contesto que todos ibamos a morir, tambien los que estaban en sus casas sentados en un sillon con una copa y un puro. La copa y el puro representaban para Salva la buena vida a la que ha de aspirar todo ser humano. Y la felicidad consistia en encontrar una chica que le hiciese volar. Tambien creia que todo ser humano tiene derecho a volar alguna vez en su vida.

Para vencer el terror, en lugar de cerrar los ojos y no querer ver ni saber, Salva era partidario de tenerlos bien abiertos y reunir toda la informacion posible: nombres, caras de guardias, graduacion, visitas de otros oficiales al campo, organizacion. Me decia que recordara todo lo que pudiera porque mas adelante lo necesitariamos. Y la verdad era que mientras tratabamos de recordarlo todo nos olvidabamos un poco del miedo. Enseguida supe que Salvador tenia el convencimiento de que no iba a acabar en aquella cantera, ni yo tampoco si estaba con el.

Cuando se abrieron las puertas y salimos, yo corri atolondrado y llorando, mientras que Salva salio con una mision. No podia tenerse en pie, pero tenia una mision. Consiguio localizar y llevar ante los tribunales a noventa y dos nazis de alta graduacion; a otros no tuvimos mas remedio que secuestrarlos, juzgarlos y ejecutarlos. Yo no fui tan habil como Salva, me ocurrio todo lo contrario. Nunca pude cerrar con exito un expediente, al final los cogian otros o escapaban. Parecia que el destino se reia de mi. Los localizaba, los perseguia, los acorralaba y, cuando estaba cerca, se escurrian, desaparecian; tenian un sexto sentido para salvarse.

Salva me enviaba en la carta un recorte de un periodico publicado por la colonia noruega de la Costa Blanca, en cuya portada aparecia la foto del matrimonio Chris-tensen. Fredrik tendria ochenta y cinco anos y Karin alguno menos. Fue facil reconocerlos porque no habian considerado necesario cambiar de nombre. Segun Salva, el articulo no los delataba, simplemente hablaba de la fiesta de cumpleanos que este anciano de aire respetable habia celebrado en su casa y a la que habian acudido numerosos compatriotas. Reconoci sus ojos de aguila que planean sobre la presa. Eran esos ojos que se te quedan grabados de por vida. La foto no era muy buena. Se la habrian hecho junto a su mujer en la fiesta y la habrian publicado como regalo. Y mira por donde alli estaba Salva para verla. Fredrik no habia tenido compasion, estaba de sangre hasta el cuello, quiza porque al no ser aleman, aunque fuese muy ario, tenia que demostrar que era de fiar, debia ganarse el respeto de los superiores. Sirvio en varios regimientos de las Waffen-SS y fue el responsable del exterminio de cientos de judios noruegos. Me hacia una idea de lo cruel que tuvo que ser para convertirse en el unico extranjero merecedor de la cruz de oro.

Aparecian sentados en un sofa, uno junto al otro. Las grandes y huesudas manos de el desplomadas en las rodillas. Incluso sentado se le veia enorme. Era muy dificil que pasara desapercibido. A ella, en cambio, era mas

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