Cuando regreso a la media hora dijo que aquello era un autentico laberinto y que se habia confundido dos veces de puerta.

Aun quedaban en el maletero las dos bolsas de imitacion piel, que se colgo de ambos hombros, las manos iban ocupadas por la garrafa de agua de cinco litros y la sillita plegada. Julia llevaba a Tito en brazos. De.tanto estar sentada tenia las piernas agarrotadas. Siguio a Felix por pasadizos tenebrosos. De vez en cuando alguien salia a alguna de las terrazas apinadas y distribuidas de forma escalonada con un vaso en la mano o un cigarrillo y miraba hacia las estrellas.

Ellos tres por fin se introdujeron por un recoveco y subieron unos cuantos tramos de escaleras. Tito iba dormido con la cara en el hombro y la boca abierta mojandole la blusa.

Felix descargo los bultos que llevaba junto a la maleta y la bolsa que ya habia dejado antes a los pies de la mesa del comedor. El salon comedor se encontraba nada mas entrar y lo separaba de la diminuta cocina un mostrador. Al abrirlos, de los armarios de la cocina salio un profundo olor a caneria. Lo primero que hicieron fue subir las persianas de ventanas y terraza y hacer un recorrido rapido por el apartamento. El cuarto de bano tenia algunas manchas de oxido y necesitaba un buen repaso con lejia, pero en conjunto a Julia le parecio bastante mejor que en las fotos de Internet. En realidad solo se reconocia que era el mismo apartamento por el floreado de las colchas y cortinas de las habitaciones. Una era de matrimonio y la otra de dos camas y con un aire mas intrascendente y juvenil. Abrieron todo para que se ventilara. Lo que mas le gustaba era el suelo de marmol blanco con una cenefa negra alrededor. Los muebles eran ligeros y seguramente la constructora los entregaba con el apartamento. La mesa del comedor, las sillas, un sofa y un bonito baul eran de mimbre tenido en azul, como los cabeceros de las camas y las mesillas. Sin embargo, las estanterias eran completamente artesanales y parecian hechas y pintadas por el dueno de la casa. Sobre ellas se alineaban novelas de bolsillo policiacas con el nombre escrito a mano de Margaret en la primera pagina. En una foto con un rustico marco de madera, sonreian una mujer de unos sesenta anos, de saludable cara redonda y pelo rizado en forma de escarola del color de la paja seca, y un hombre bronceado de pelo canoso en unas partes y amarillento en otras. Serian Tom y Margaret. Sonreian de una forma muy agradable como dandoles la bienvenida al apartamento. Habia otros detalles personales, una caja de conchas mal pegadas, cuadros que podria haber pintado la propia Margaret y una gran variedad de utensilios de cocina completamente enigmaticos para Julia.

Se sentia bien, muy bien. Habia armonia y algo alegre entre estas cuatro paredes. Dejo la bolsa con la ropa de Tito en la cama grande, la separaria en montones y luego la guardaria en el armario. Tito ya estaba sobre la colcha de florecillas azules de una de las camas individuales con el chupete puesto. En la otra reposaba el capazo desgajado de la sillita y una de las bolsas imitacion piel. Enfrente habia un sifonier rojo con la caja de conchas mal pegadas encima. Tito empezaba a gimotear. Julia habia traido sabanas desde Madrid para la cama del nino, queria evitarle el contacto con ropa usada por otras personas aunque estuviese limpia. Fue al salon y abrio la maleta en el mismo suelo, las saco del fondo y se las tendio a Felix para que las colocara. Ella iria preparando el biberon.

Mientras buscaba un paquete de leche, le dijo a su marido que al dia siguiente podian ir por la manana a la playa y por la tarde aprovecharian para hacer una buena compra en el supermercado y luego darian una vuelta por los alrededores en coche hasta la hora de cenar. Tal vez pudiesen subir al faro y ver el mar desde alli.

Busco y rebusco en la bolsa de osos, despues en las grandes bolsas de imitacion piel y por ultimo en la maleta. El rastro de los paquetes de leche se detenia en la encimera de la cocina de Madrid.

– ?Nos hemos dejado algo en el maletero? -le pregunto a Felix con la fuerte sospecha de que no habia puesto en el equipaje lo mas importante, la leche para los biberones y la papilla de cereales, que habia empezado a tomar hacia poco. No tenian nada para darle, salvo agua.

Felix le comunico con la mirada que en el maletero no habia nada parecido a un paquete de leche y con la misma mirada le reprocho este descuido, y esto era algo que le molestaba profundamente de Felix, su afan de perfeccion, su buena memoria y sus pies siempre en la tierra.

– Bien -dijo Julia cogiendo la mochila que usaba como bolso y las llaves del coche-. Ve hirviendo el agua. Vuelvo enseguida.

Felix dijo que preferia ir el, pero Julia considero que Felix ya habia conducido bastante. Ademas, era ella la responsable de este descuido.

Le costo encontrar la verja de salida. Vaya mentes retorcidas las de estos arquitectos. Los reflejos de la piscina temblaban en el aire.

Al venir hacia aca, habia descubierto una farmacia en la carretera en direccion contraria. Veria si tambien podia comprar por alli una ensalada para acompanar las empanadillas, estaba deseando cenar, meterse en la cama y levantarse y ver todos estos parajes iluminados por el sol. De los estrechos caminos asomaban los morros de los coches esperando incorporarse a la carretera. No era facil porque habia bastante trafico. Cuando llego a la altura de la cruz verde fluorescente, torcio a la derecha. La farmacia se encontraba a cien metros y rezo para que estuviera de guardia.

Tuvo suerte. Aparco en la misma puerta. Cogio veinte euros del bolso y salio del coche.

La atendio un farmaceutico muy joven con garitas y pinta de aburrirse mortalmente alli dentro mientras la gente estaba de copas por los alrededores. Julia cogio el paquete de Nestle y se metio las vueltas en el bolsillo del pantalon. Se habia puesto para el viaje la ropa mas comoda que tenia, un pantalon de lino beige, una blusa blanca de algodon y unas viejas deportivas que le estaban como un guante. A Julia la ropa le duraba mucho, demasiado, porque en el hotel usaba un uniforme de pantalon ancho y camisa negros de corte nipon muy en consonancia con el tono minimalista del bar, y le quedaba poco tiempo para lucir su propio vestuario. Lo que si lucia era su cabello, que ella sabia que con el atuendo negro resultaba espectacular. Era cobrizo, rizado y tan abundante que para trabajar se lo recogia con unos pasadores de pasta negra unas veces y dorados otras. Su jefe, el encargado principal por asi decir, apreciaba mucho los detalles de buen gusto en el arreglo personal. Decia que los empleados debian ser un ejemplo para los clientes, que debian recordarles en que clase de hotel se encontraban ahora que algunos creian que por tener dinero estaban excusados de elegancia y modales. Se llamaba Oscar y siempre hablaba como si hubiese pasado otra vida en lugares y con gente mas refinados que estos.

Para incorporarse de nuevo a la carretera tuvo el mismo problema que antes. Los faros se cruzaban sin cesar y solo los mas despiertos lograban dar un volantazo que los sacaba de los escondrijos. Asi que cuando ocurrio lo que ocurrio en el fondo se lo estaba temiendo. Oyo como cerca de alli un coche derrapaba y chocaba contra algo, tal vez contra otro coche. En estos sitios, con la brisa del mar, el olor dulzon de las plantas y un poco de alcohol se podia perder la nocion de peligro con muchisima facilidad.

Aparco de mala manera en el arcen junto a otros que habian hecho lo mismo, y como ellos salio a ayudar. Pero ninguno lograba ver nada a pesar de que el ruido del accidente se habia producido muy cerca, practicamente encima. Quiza habia sucedido en uno de los senderos que como el suyo se abrian paso entre las urbanizaciones, pero enseguida, en cuestion de segundos, la sirena de una ambulancia salida literalmente de la nada empezo a zumbar con fuerza. Julia, aunque miraba en todas direcciones, continuaba sin ver y no podia esperar mas, Tito estaria llorando a pleno pulmon reclamando el biberon, y Felix no tenia nada con que calmarle.

La noche era tan oscura que parecia que no habia luna. Tiro en direccion a los apartamentos. Dejo a la izquierda la discoteca La Felicidad y a los tres o cuatro kilometros penso que ya deberia haber encontrado algun punto de referencia para torcer hacia Las Adelfas. Ahora se daba cuenta de que solo Felix tenia la clave para saber llegar. Ella se habia dejado llevar y al salir por la verja en busca de la farmacia no se habia fijado en nada en especial, daba por hecho que regresaria al mismo camino sin ningun problema, atraida secretamente por la fuerza del apartamento. El problema era que la noche habia encendido unas luces y apagado otras y se habian borrado las huellas del dia.

Por fin se adentro por un pasadizo a la derecha y fue hasta el final, donde habia mas anchura para aparcar y serenarse un poco. El silencio de la noche engullia los ruidos, incluso el del trafico.

No tenia que exagerar, todo estaba bien. No deberia llamar a Felix y preocuparle, aunque seria lo mas sensato, asi que echo mano al bolso en el asiento del copiloto. Siempre lo dejaba alli, solo que ahora en el asiento no habia ningun bolso. Estaria en los asientos traseros y volco hacia alli medio cuerpo. Palpo tambien el suelo. El bolso mochila habia desaparecido. Inclinando otra vez el cuerpo comprobo que el seguro de la puerta del copiloto no estaba echado, por lo que con toda probabilidad se lo habrian robado cuando salio fuera del coche en el momento del accidente. Le fastidiaba sobre todo por la documentacion, tendria que pasar por el engorro de poner una denuncia, y por el movil, precisamente ahora lo necesitaba mas que nunca. ?Que podia hacer?

Menos mal que al pagar la leche en la farmacia se habia metido el cambio en el bolsillo del pantalon. De todos

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