Clara Sanchez

PresentimientoS

© 2009

A mis padres

Primer dia

Julia

Salieron de Madrid por la A-3 en direccion a Levante a las cuatro de la tarde. Julia se habia pasado la manana haciendo el equipaje que ahora con Tito se complicaba extraordinariamente. Desde que nacio hacia seis meses, cada paso fuera de casa suponia movilizar mil cachivaches. Y en cuanto faltaba uno el mundo parecia desmoronarse. Panales, biberones, gotas para el oido, sombrilla, gorro para el sol. Las cosas mas urgentes iban en una gran bolsa de tela acolchada marron estampada con osos azules, que por la calle solia colgar del respaldo del cochecito. La ropa de Felix y de ella la metio a voleo en la Samsonite verde abierta sobre la cama desde bien temprano. Cuando por fin la cerro, estaba hecha polvo con tanta ida y venida por el piso. Tambien cerro los armarios. La que habia que montar para banarse un poco en el mar y tumbarse al sol. Cambiaria a Tito justo antes de emprender la marcha y aprovecharia para meter este ultimo panal sucio en la bolsa que dejaria en el cuarto de basuras del edificio. Antes de que se le olvidase, reviso la llave del gas y desenchufo el ordenador y el frigorifico. ?Y que mas? Seguro que habia algo mas. Pero ya no le quedaba sitio en la cabeza para ningun otro detalle. Si uno pensara a fondo en todo lo que deja atras, no terminaria nunca.

Con los huevos que quedaron al limpiar el frigorifico hizo dos bocadillos de tortilla francesa, uno para ella y otro para Felix. Felix en verano tenia jornada continua. Terminaba a las tres y llegaba a casa a las tres y media y se hacia cargo de Tito para que Julia pudiera irse a trabajar, en teoria, porque, un dia si y otro no, surgian imprevistos en la aseguradora y entonces se encargaba del nino una vecina, cuyas hijas de ocho y diez anos iban a verlo a menudo.

Julia era la encargada del bar cafeteria del hotel Plaza y habia conseguido que le dieran el turno de tarde hasta que Tito empezara a ir a la guarderia. Se derrumbo en el sofa completamente agotada con el bocadillo en la mano y echo una lenta mirada panoramica alrededor hasta que sin poder remediarlo se le cerraron los ojos.

A las tres horas de viaje hicieron una parada en un restaurante de carretera atestado de pasajeros de las lineas de autobuses. Fue problematico poder tomarse un cafe entre los apretujones y las prisas, pero aprovecharon para que Felix repusiera fuerzas con el bocadillo de tortilla y para comprar una garrafa de agua mineral, una botella de vino y unas empanadas rellenas de atun para cenar. Y magicamente a las cinco horas, segun se acercaban a la costa, el olor del aire empezo a cambiar. Venia cada vez mas humedo, en oleadas desde el mar, y las adelfas, las buganvillas y las palmeras empezaron a brotar por todas partes.

Lograron llegar a Las Marinas con algo de luz. Julia le habia pedido a Felix que condujese todo el rato para poder ir descansando. La verdad era que desde que nacio el nino, e incluso antes de nacer, se sentia fatigada a todas horas. Tomaba bastante cafe y unas vitaminas que esperaba que algun dia surtieran efecto. Para controlar mejor a Tito, se habia sentado a su lado en la parte trasera y de vez en cuando pasaba la mano por la toquilla que lo protegia de la refrigeracion. Si tuviera que explicarlo, diria que le daba seguridad ir tocando a su hijo mientras el sueno la rendia de nuevo.

El pueblo era parecido a otros de la costa. Este tenia un castillo, varios supermercados grandes, un puerto con barcos de pesca, con veleros de recreo y uno grande de varios pisos que hacia el trayecto a Ibiza. Tambien descubrio una fantastica heladeria en la calle principal con un enorme cucurucho en la puerta y un mercadillo de cosas de segunda mano. Precisamente el corte al trafico de varias calles provocado por el mercadillo les hizo dar tantas vueltas que tardaron bastante en situarse en la carretera del puerto, que por fin les conduciria a la playa y al apartamento.

Lo habia reservado Felix por Internet. Se trataba de un gran complejo con piscina en segunda o tercera linea de playa con el encanto de la tradicional arquitectura mediterranea, segun la descripcion de la inmobiliaria. Por lo general estos apartamentos tenian un dueno aleman o ingles que lo alquilaba en verano por medio de una agencia y lo usaba el resto del ano en que apenas habia demanda. Los propietarios del que ellos habian alquilado eran ingleses y se llamaban Tom y Margaret Sherwood. A Julia lo que mas le atraia era poder ir andando a la playa sin complicaciones de coche.

Cuanto mas se acercaban, su deseo de llegar e instalarse iba aumentando mientras que Madrid y el piso cerrado quedaban ya mucho mas lejos de lo que se habria imaginado hacia unas horas. Ojala que todo pudiera dejarse atras poniendo kilometros de por medio, penso apoyando la cabeza en el cristal un poco mas despejada.

Pasaron por el Club Nautico y por la comisaria de policia con un grupo casi inmovil de africanos en la puerta. La luz se iba retirando hacia algun lugar en el cielo. En el paseo maritimo habia puestos de regalos y terrazas para tomar algo, lo que debia de ocasionar aquel trasiego de coches que fueron formando una cola preocupante. Estuvieron sin moverse unos diez minutos. Felix en protesta golpeo el volante con las manos. ?Tienes hambre?, dijo mirando las terrazas con gesto de que hasta que no tomasen posesion del apartamento era como si no hubiesen llegado. Si algo bueno tenia Felix es que no se dejaba llevar por los nervios, hasta el punto de que a veces Julia dudaba que tuviese sangre en las venas.

Lo malo fue cuando lograron salir del atasco y empezaron a circular por la carretera de la playa y se dieron cuenta de lo dificil que iba a ser encontrar el complejo residencial Las Adelfas. Las fachadas de apartamentos blancos y escalonados vistos en Internet acababan de desaparecer en esta oscuridad aceitosa y perfumada por una abundancia de plantas tan ocultas como los apartamentos. Tenian que ir despacio, escudrinando a derecha e izquierda de la carretera los luminosos y todo letrero que se pudiera distinguir. Las Dunas, Albatros, Los Girasoles, Las Gaviotas, Indian Cuisine, Pizzeria Don Giovanni, La Trompeta Azul, la cruz verde chillon de una farmacia. Se internaron varias veces por caminos tan estrechos que apenas cabia el coche y cuando se cruzaban dos ocurria el milagro de poder pasar a un milimetro uno de otro y de la pared. El problema es que en el fondo todo era un enjambre de conjuntos residenciales intrincados unos en otros y dificiles de diferenciar seguramente incluso a la luz del dia. A esto se debia de llamar buscar una aguja en un pajar.

En el luminoso mas llamativo ponia La Felicidad. Estaba en el margen izquierdo y por el movimiento de gente en la entrada parecia una discoteca. Felix dijo que habia llegado el momento de preguntar por Las Adelfas. Aparco en un saliente de tierra exageradamente negro y cruzo con bastante dificultad entre los coches. Pero a los cinco minutos volvio con la solucion.

Creo que ya esta, dijo con mucho animo.

Felix era un hombre muy practico y conducia como nadie. Se incorporo a la carretera sin dificultad y se adentro airosamente por otro de aquellos senderos imposibles hasta que leyeron el dichoso nombre de la urbanizacion.

Aparcaron junto a la verja de entrada. Felix abrio con una de las tarjetas que la inmobiliaria les habia enviado por correo y le pidio a Julia que esperase alli con Tito hasta que encontrara el apartamento. Se llevo arrastrando la Samsonite y al hombro la bolsa de osos, de la otra mano colgaba el capazo con el paquete de dodotis dentro.

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