television-; Andrea parecia haber recuperado un poco el color y quiza una sombra de la alegria que tuvieron alguna vez sus grandes ojos azules, y Chiqui pese a ser mucho mas joven que todos ellos juraba a carcajadas que se habia divertido como nunca. No habia habido tensiones, ni peleas, ni accidentes, el tiempo habia sido bueno y podian irse a casa en paz.
Tom, el chico danes que Leonardus habia contratado ese verano, se levanto poco despues del amanecer. El cabello largo, rubio y lacio le caia sobre la frente hasta cubrirle los ojos, pero sin tomarse la molestia de apartarlo con la mano salio del camarote de popa dejando tras de si el caotico desorden de sabanas, almohadas, casetes y camisetas que le habia acompanado desde que iniciaron el viaje diez dias antes, se paso por la cabeza un ancho jersey de punto, salto al chinchorro amarrado al chigre de escota, solto el nudo y agarrando el cabo de popa con las manos en alto lo hizo deslizar sobre el cristal gris del agua hasta la roca donde lo habia amarrado la noche anterior.
Ni el suave balanceo del
«Ronca -penso Martin concentrandose en el silbido, la vista opaca y la mente confusa-, ronca y dice que no ronca.»
Despues inmovilizo la mirada en el vaho del ojo de buey cuya cortina semientornada descorrio con sumo cuidado para evitar el ruido y los gestos bruscos. Y, perdida toda esperanza de volver a dormir, se puso en pie sobre la cama y saco la cabeza por la escotilla.
El motor se habia puesto en marcha y el
Tom, con los auriculares puestos, sostenia con una mano la lata de coca-cola y hacia oscilar con la otra la rueda del timon para mantener el rumbo, fijos en un punto del horizonte los ojos cubiertos, casi por el pelo rubio, blanco, lacio, que la sal y el sol habian convertido en estopa.
Casi siempre habian navegado a motor. Porque aunque Leonardus se vanagloriaba de ser un hombre de mar, cuando llegaba el momento de izar las velas daba ordenes confusas, se atolondraba y acababa exigiendo que Tom las arriara, por prudencia hasta que las condiciones fueran favorables, decia. Era un hombre corpulento que ni los anos ni el aguado whisky que bebia a todas horas habian privado de la agilidad que debia de tener cuando era joven y se buscaba la vida en el puerto de Sidon. Le gustaba hablar de los tiempos de su juventud y para otorgar a sus palabras la mayor credibilidad posible adquiria al hacerlo un porte mayestatico y el tono reposado de la voz de los ancianos., mientras rizaba sin parar con dos dedos el extremo de su poblado mostacho negro. Se entretenia en detalles minucioso.» sobre la humildad de su vivienda, la cantidad de hermanos que compartian el mismo lecho, las triquinuelas diarias para llegar a casa con algunas monedas, pero exceptuando que habia llegado a Napoles escondido entre las maderas y los sacos de pistachos de un carguero chipriota, nadie supo jamas como aquel muchacho escualido que conocia los rincones mas ocultos de todos los puertos del Levante se habia convertido veinte anos despues en el magnate internacional, como le gustaba llamarse a si mismo, influyente y poderoso en todos los canales de distribucion y produccion de programas de television, de cine y de video -el mundo de la imagen, repetia el a voces distorsionando las palabras- que Martin habia conocido en casa de Andrea anos atras. Se decia de el que era astuto y habil, capaz de traicionar a su mejor amigo sin que se enterara; que con esos ojos pequenos, oscuros y penetrantes podia conocer las mas reconditas intenciones de sus oponentes y en una negociacion llevarles la delantera con una maniobra rapida y taimada. Se decia tambien que hablaba a la perfeccion infinidad de idiomas y los chapurreaba y mezclaba deliberadamente para que los demas hablaran sin temor a ser comprendidos, que mantenia a mujeres e hijos esparcidos por el planeta, que disponia de aviones particulares y sin embargo no los utilizaba mas que cuando viajaba solo, que el cine y la television no eran sino coberturas que escondian su verdadera condicion de hombre de negocios que controla zonas oculta de los poderes del mundo. Tenia fama de bordear siempre el peligro, saber hacerse indispensable por los resortes que conocia y manejaba y porque sin sucumbir jamas al cotilleo o a la confidencia parecia informado de cualquier minucia que ocurriera en el ambiente mas recondito. Y ademas, se decia, cuando las cosas no le iban bien, era un experto en caer de pie. Saltaba siempre de una ciudad a otra de un hotel a otro con una mujer al lado, nunca la misma, y aunque se sabia que tenia una familia que vivia en Pergamo a la que visitaba muy de tarde en tarde, nadie la habia visto jamas ni siquiera se conocia el numero de miembros que la componian y Martin estaba convencido de que, real o no, servia a sus intereses porque, como el propio Leonardus gustaba de repetir, siempre hay una solucion para todo, una solucion perfecta que hay que saber encontrar o en su defecto, inventar.
Y estaba tan poco habituado a recibir ordenes y consejos que, cuando le ordenaba una maniobra fallida, apenas podia soportar el silencio de Tom, mas admonitorio que las protestas y las voces. Intento navegar a vela el primer dia, quiza tambien el segundo, pero despues, exceptuando algunos atardeceres placidos cuando entraba la brisa de tierra y tenian el viento de popa, siempre habian ido a motor. En aquellas raras ocasiones Tom le cedia la rueda del timon, iba a sentarse a horcajadas sobre el baupres y bebia una coca-cola tras otra mientras llenaba el silencio del mar con la musica de sus auriculares.
?Lo importante no es vivir, lo importante es navegar!, bramaba Leonardus llevado de la euforia cuando las velas cogian todo el trapo y navegaban de bolina Y repetia a gritos: ?Navegar! ?Navegar! Atraia a su lado entonces a Chiqui y con la mano que le dejaba libre la rueda del timon recorria su cuerpo a conciencia para que el placer de la navegacion fuera completo.
Aquel ultimo amanecer surcaba el
Una vez en puerto dormirian hasta el alba, a las cinco de la manana iria a buscarles un coche que en unas pocas horas desandaria por las curvas encadenadas de la costa el camino que habian hecho por mar en aquellos dias y les dejaria en el aeropuerto a las diez de la manana para volar a Estambul. Leonardus saldria para Londres al cabo de media hora. Los demas contaban estar en Barcelona al anochecer.
Martin miro el mar sin verlo, entornando los ojos para que no le cegara el reflejo, la reverberacion de cristal que habia dejado el paisaje blanco de luz opaca. De un lado el mar abierto, del otro los telones de montanas tras los cuales se extendia ensonada aun la Capadocia. Unas horas mas y el viaje habria terminado.
– Un dia
– ?Duerme? -pregunto Martin senalando con un gesto de la cabeza el fondo del camarote.
– Duerme -afirmo Leonardus con la cabeza-. Siempre duerme. Pero es una preciosidad, ?no?
Si, era cierto, Chiqui era una preciosidad. Aunque no podria recordar las veces que le habia conminado a reconocerlo desde que se encontraron en el aeropuerto de Barcelona.
– ?De donde la has sacado? -le habia preguntado Andrea entonces en un momento en que la chica habia ido al quiosco de periodicos.
– ?No es una preciosidad? -pregunto Leonardus sin responder y miraba extasiado como se abria paso altiva y distante entre la multitud de viajeros y maletas. Se habia acercado ya al mostrador y con la misma indiferencia, atusandose el plumero de cabellos que llevaba casi sobre la frente que la elevaba por lo menos diez centimetros