dos dias antes acompanaban al pope; el otro, el cabo, el jefe del destacamento como le llamaba Pepone, les hablaba a gritos con un megafono. Una se situo a babor y otra a estribor del
Al desembarcar, el cabo dio ordenes a los soldados y desaparecio. Uno de ellos subio a bordo del
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– Buenos dias, senor -respondio el.
El otro se quedo en el muelle y dandose una cierta importancia jugaba con la porra y dispersaba a las gentes que formaron un anillo compacto bajo el balcon.
Tom ayudo a colocar en la litera a Andrea, que seguia con los ojos cerrados y vestia ahora una chilaba de Leonardus, y envuelta aun en las mismas mantas la subieron a las angarillas y la ascendieron por las escaleras con dificultad hasta cubierta, caminaron con cuidado por la pasarela y se abrieron paso entre el gentio camino del hospital. Tom fue con ellos.
El soldado entonces se dirigio a Leonardus y le dio una serie de indicaciones en griego que el mismo, con el semblante grave y sin apenas mirarle, transmitio a Martin cuando salia de su camarote:
– Tu veras lo que les dices a estos, hay cosas que yo no puedo hacer por ti -eran las primeras palabras que le dirigia desde que habia irrumpido en su camarote a las dos de la madrugada-. Te llevaran al cuartelillo para el interrogatorio, luego comenzaran con nosotros, pero antes te permitiran ver a Andrea. -Se detuvo y le miro quiza para descubrir, o tal vez corroborar, que escondia su actitud y su silencio, y anadio-: De momento te haran esperar aqui hasta que reciban ordenes. Dentro de una hora como poco, se podra ver a Andrea, ellos mismos te llevaran al hospital. Eso es lo que ha dicho el policia. Ah, y no te olvides el pasaporte, lo necesitaras. -Le dio la espalda y sin anadir una palabra se metio de nuevo en su camarote.
Martin se habia cambiado y afeitado pero tenia aun el pelo mojado. Debia de haber cogido frio bajo la lluvia porque no se quito el jersey ni cuando el soldado le hizo subir a cubierta y sentarse en el banco de la banera bajo el sol, expuesto a las miradas del gentio. La declaracion de Leonardus habra sido contundente y explicita, penso. De ella habra deducido ese soldado de cejas espesas y manos de pescador que he sido yo quien la ha echado por la borda, y asi se lo dira al cabo.
Antes de subir a cubierta le habia tomado las manos con tal conviccion que el propio Leonardus hubo de decirle que no le pusiera las esposas -Martin sin mirar a ninguna parte habia extendido las munecas sumisamente- porque era evidente que no iba a intentar escapar y aun asi no le habria sido posible huir de la isla. El soldado, sin responder, se las guardo en el cinto pero puso sobre el hombro de Martin una mano abierta, como si tomara posesion de lo que ya le pertenecia, y sin mas expresion en la cara que el profundo convencimiento de que con esa mano amparaba a quien le habia sido confiado, asi la mantuvo durante mas de una hora. Martin no se movia. Permanecio con los brazos apoyados en las rodillas levemente separadas, sin levantar la cabeza, sin mirar y sin apenas oir los contenidos sollozos de Chiqui que atravesaban la puerta de su camarote ni el murmullo de los habitantes de la isla que le miraban con el mismo respeto, sorpresa y emocion que si se les hubiera conminado a contemplar un reo y su ejecucion.
Al cabo de media hora por lo menos, Leonardus salio de su camarote sin decir nada, paso frente a ellos y salto a tierra para volver despues de diez minutos con Tom. Desde entonces, hacia mas de una hora ya, apenas habia aparecido por cubierta: vagaba sin saber que hacer por la cabina y entraba y salia del camarote dando portazos. Las lineas del miedo habian desfigurado su rostro, habia recuperado su verdadera edad y se habia convertido en un anciano. Si, tiene miedo, se dijo Martin, no miedo a la muerte de Andrea, ni al jefe del destacamento, ni a la investigacion, ni a lo que me vaya a ocurrir en las proximas horas. Tiene miedo porque sabe que tendra que intervenir la embajada y que no puede arreglar esta situacion el solo. Quiza no era miedo, pero despojada ya el alma de su condicion de condescendiente todopoderoso, amador infatigable y anfitrion perfecto afloraba el despotismo y la crueldad en la voz y la mirada y en la busqueda de una victima en que volcarlos. La llantina de Chiqui en el camarote no hacia sino enfurecerle. O tal vez la edad, que es implacable, habia logrado lo que no pudo toda una vida al borde de la legalidad, precisamente ahora cuando creia haber alcanzado una situacion definitivamente respetable, ahora que era amigo de los grandes de los pequenos mundos en los que se movia, ahora que, contrariamente a entonces, tenia algo que perder. O tal vez habia conocido ese miedo indefinible que aparece sin saber por que cuando ya quedan atras las situaciones limite, cuando hemos estado frente a la muerte y hemos comprendido cuan cerca esta tambien la nuestra en el transcurrir de un tiempo que no tiene espera, y aflora la vida entera, tan confusa y enmaranada, tan poco firme y tan venal que con tirar de un hilo se tambalea cuanto hemos hecho e imaginado. Martin sintio que le envolvia un odio soterrado contra el. Tranquilo, Ures, se dijo, ahora o mas tarde tambien le llegara su hora: he visto hombres cargados de riqueza sin saber que hacer con ella para paliar sus terrores a la soledad, hombres infieles desde la cuna y que en el umbral de la muerte son enganados a su vez por la unica mujer que han amado, gentes que fanfarroneaban de salud caer exhaustos, mentes privilegiadas que hicieron de su inteligencia un alarde babear sobre un juego de ninos, poderosos tiranos azotados a su vez por un miserable desvalido.
El sol estaba alto en el horizonte pero habia perdido la fuerza y la contundencia de los dias anteriores. La lluvia habia limpiado la atmosfera de neblinas y una ligera brisa rizaba levemente la superficie de las aguas de la bahia, acristalandolas. Vacilaba el gallardete y a veces el choque de las barcas empujadas por esa ventolina tenue horadaba la manana. El pueblo tenia un aire de fiesta que nadie habria imaginado cuando dormitaba bajo el peso del bochorno.
Hacia mediodia llego al barco el cabo acompanado de otro soldado que le abrio el paso entre la muchedumbre arracimada en el muelle esperando a que algo ocurriera. Se acerco al custodio de Martin y le susurro en griego unas palabras que apenas provocaron un gesto de la cara, pero afianzo la mano levemente con mayor presion en el brazo de su prisionero como si defendiera su propiedad sobre el. Mientras tanto el otro se mantenia un poco apartado y hablaba con Tom, que habia escogido precisamente ese dia para hacer una limpieza a fondo de todos los rincones de cubierta y sacar brillo a los tensores, los ojos de buey, los chigres y los candeleros.
Martin no levanto la cabeza cuando el soldado le empujo y le hizo levantar. Ni siquiera la aparto para no topar con el toldo que por ese lado se inclinaba casi hasta la cubierta. Asomo entonces Leonardus la cabeza. Quiza por el contraste con la barba que no se habia afeitado, el pelo parecia mas blanco y la expresion de angustia le habia convertido en una mascara de si mismo. Solo los ojos interrogadores tenian vida, el resto vencido, mas vencido que si el hubiera sido el asesino o el muerto, habia adquirido la calidad del pergamino. Pero al ver al cabo se reanimo su capacidad de organizacion y de mando. Fue hacia el y le hablo en griego. El cabo le tendio la mano y le respondio con respeto. Sonrieron ambos como si reconocieran en el otro a su verdadero interlocutor y se sentaron a hablar y a beber un zumo de limon que les trajo Tom. El cabo hizo un gesto al soldado indicandole que esperara, y Martin sin volverse para ver lo que ocurria se detuvo tambien. Cuando diez minutos mas tarde se levantaron y se dieron la mano con grandes sacudidas, sonreian ambos ostentosamente y la voz de Leonardus se habia transformado. Incluso el gesto habia adquirido seguridad, dio una ultima palmada en el hombro del cabo y le acompano a la pasarela. Y cuando llego del muelle un grito coreado por dos o tres personas, se dirigio a Martin y le dijo-: Te han llamado asesino, ya ves. Los tienes a todos en contra. -Sin embargo ya no habia acusacion en la voz como hasta entonces en su mirada y se diria que habia hecho gala de una cierta ironia, como si en realidad nada hubiera ocurrido y se tratara unicamente de un accidente fortuito en el que ninguno de los dos habia intervenido, como si esos personajes del pueblo protestaran por minucias que de ningun modo habia que tener en cuenta-. Yo ire dentro de un rato -anadio sin reserva alguna-, ahora voy a descansar, estoy rendido. -Entro en su camarote y cerro la puerta tras el.
El cabo se entretuvo aun con Tom que seguia dando lustre a los grilletes, y el soldado a una orden suya empujo levemente pero con firmeza a Martin hasta la pasarela, caminaron ambos por ella y finalmente saltaron al muelle donde se les unio el otro soldado. La multitud se habia partido en dos y formaba un pasillo, y desde el