alguien grito que llamaran a la policia. El conductor del autobus puso los ojos en blanco preguntandose que demonios estaba pasando. La mujer del panuelo senalo a Caleb.
Estaba manando sangre de los agujeros de las palmas de sus manos.
9
Se volvio. Habia reconocido la muerte.
Tontamente, escucho los chirridos que emitia al arrastrar los humedos punos por las relucientes barandillas de metal, dejando tras de si rastros rojizos. La senora con el panuelo de plastico y las novelas rosa seguia senalandolo, silenciosa e hinchada y acusadora. Los demas gemian en una armonia de cuarteto de barberia, como si todo aquello se hubiera representado ya numerosas veces. Puede que fuera asi. Puede que hubiera pasado antes. El conductor, a punto de vomitar, se aparto y volvio a poner los ojos en blanco.
Alguien habia muerto.
Cal bajo del autobus de un salto y corrio chapoteando por la Avenida en direccion al dormitorio. La sangre lo manchaba todo. No oia los bocinazos y estuvo a punto de ser atropellado por un Mustang a toda velocidad, cuyo conductor patino y se subio al bordillo antes de recobra r el control y dar un volantazo. Cal se le quedo mirando y el tio le hizo un gesto obsceno.
Todavia no tenia pensamientos autenticos, solo estaba en un estado ciego de dinamismo. Iba demasiado despacio y la frustracion estaba empezando a abrirle el pecho. Su hermana flotaba a su lado, con la tunica sacudida violentamente por el viento. Estaba diciendo algo, siempre estaba diciendo algo, pero el nunca queria oirlo. Queria taparse los oidos, pero tenia unas heridas terribles en las manos. Corria hacia su habitacion porque en alguna parte de su interior, creia estupidamente que el derramamiento de sangre tenia que producirse alli, como si fuera una especie de altar sacrificial. Como si nadie pudiera morir en otro lugar.
– Jodi -susurro.
La noche resplandecia con la luz de luna que incidia en los monticulos de nieve. La oscuridad se acumulaba y se arremolinaba y nadaba de un sitio a otro. Resbalo en un pedazo de hielo, delante de la casa de una de las fraternidades, cayo a cuatro patas y patino sobre las espinillas hasta chocar con un cubo de basura lleno de cajas de pizza vacias y un millon de latas de cerveza. Los crujidos de sus rodillas eran excepcionalmente ruidosos. Algo afilado se le clavo en las pantorrillas. Lanzo un grito mientras frenaba bruscamente contra el contenedor. Una cortina se aparto en el segundo piso y un par de gafas lo contemplaron desde alli.
Cuando volvio a ponerse en pie, un tufo acre inundo sus fosas nasales. Se volvio y su hermana serpenteo delante de el, tratando de llamar su atencion. El
Caleb llego al patio e inmediatamente se doblo sobre si mismo y trato de contener la hemorragia con la tela desgarrada de sus bolsillos. Pero la sangre no dejaba de manar hiciera lo que hiciera. Las manchas carmesies recorrian su abrigo de arriba abajo. Los jirones de algodon estrujado eran demasiado pequenos para tapar los agujeros de los clavos que tenia en las manos. Absorbieron sangre y se empaparon, y entonces se deshicieron y cayeron al suelo por los agujeros. Cal corrio con torpeza. Sus piernas amenazaban con fallarle como cuando habia chocado con el decano y su mujer. La nevada estaba amainando -?o arreciando?- y se habia convertido en granizo. No obstante, veia mejor que antes y ahora todo el mundo podia verlo a su vez. Las cosas iban a empeorar aun mas.
Los estudiantes que salian de las clases nocturnas estaban a su alrededor: de pie en las puertas charlando sobre sus trabajos, marchando a buen paso a la cena, corriendo en busca de refugio por el cesped mientras la helada lluvia caia sobre ellos. Busco entre ellos un rostro amigo, busco a Jodi.
Aquellos que repararon en el se detenian al instante. Su profesor de matematicas lanzo un balido de terror animal. Un deportista que llevaba a una chica que se reia a carcajadas sobre el hombro, al estilo bombero, viro violentamente. Las asperas risillas de la chica cesaron como si hubieran recibido un hachazo.
– ?Je je je je, mierda puta…! -Su novio se volvio levantando nieve con los pies y cuando sus ojos en lo caron a Caleb, estuvo a punto de dejarla caer de cabeza.
Cuando corria la sangre caia mas deprisa. No sabia cuanta podria permitirse perder antes de quedar inconsciente. No sentia el menor atisbo de dolor. Las otras veces que habia sufridos los estigmas no habia experimentado la menor incomodidad fisica, solo una confusion espeluznante. Levanto las palmas ante sus ojos y vio que los oscuros y turbios agujeros estaban cerrandose muy lentamente… ?o no era asi? En la oscuridad resultaba imposible de saber. Puede que su hermana pudiera decirselo, si reunia el valor necesario para preguntarselo. Un grupo de ninos le grito algo sin sentido.
Sabia que parecia que habia matado a alguien: que habia cortado una garganta, apunalado a diez personas en el corazon. ?Era este el aspecto que habia tenido el asesino despues de acabar con Sylvia Campbell?
Cal gruno. Algunos de los fantasmas que habian atormentado a su hermana lo atormentaban ahora a el. Debia de ser asi como funcionaba. Las lecciones transmitidas, de generacion en generacion. Miro a su alrededor por si alguna furgoneta verde se le estaba acercando. Recuerdos que ni siquiera son tuyos pueden atormentarte hasta matarte.
La monja fracasada si habia realizado un milagro, al fin y al cabo. Habia estado manchada de sangre hasta los codos al menos una vez a la semana, cuando trabajaba en las calles: observando como devoraban las ratas trozos de bebe, como se prendia fuego a los ninos o se les orinaba encima, los suicidios que no habian llegado a prosperar y aquellos que si lo habian hecho. Trato de devolverla a su tumba, pero ella no quiso. Aquello era resurreccion. ?Y donde lo estaba llevando a el?
– Jesus. Dios. Jodi. -Apreto los punos y sus dedos anular y corazon le atravesaron las palmas y sobresalieron por el dorso de la mano.
La lluvia helada caia sobre el como si quisiera lapidarlo, cristales de hielo que rebotaban en su cuello y descendian resbalando por su piel.
El profesor Yokver salio de su oficina, en Camden Hall, sacudiendo sus largos brazos de titere y con el grueso maletin -lleno sin duda de suspensos- firmemente asido en una mano. Todavia tenia polvo de tiza, lo que le anadia un extrano nimbo bajo aquella luz espeluznante. La larga coleta asomaba por debajo de un grueso sombrero de lana. Con los ojos muy abiertos reparo en Cal y se dibujo en su rostro una expresion horrorizada y al mismo tiempo extremadamente complacida. Habia increibles profundidades debajo de aquella estupida mascara de los cojones.
– Que te folien, Yokver -dijo Cal, y siguio corriendo.
La sangre caia sobre la nieve, salpicandola de rojo.
Finalmente, con las piernas doloridas y debiles y la sensacion de que las tenia horriblemente hinchadas, llego al dormitorio. Pero nada era peor que lo que sentia en el interior de su cabeza. El habito de su hermana seguia tapandole la vista. A pesar de la explosion de ruido que habia provocado al entrar corriendo en el edificio, cerrar tras de si la gruesa puerta de un portazo, resollando y manchando todo de sangre, la chica que estaba sentada en el mostrador de la entrada no habia levantado la mirada. Estaba leyendo la novela de Stephen King
Cruzo el vacio vestibulo y subio corriendo a su habitacion. Busco a tientas la llave, con las manos y el abrigo empapados de sangre seca. La cabellera se le puso rigida mientras el sudor resbalaba por sus patillas y el granizo se le fundia en el pelo. Habia marcas sanguinolentas de manos por todas partes.
Las llaves se le cayeron por el agujero de la mano. Un mareo lo embargo y contuvo el aliento para no vomitar.
Cuando estaba agachandose para recogerlas, apoyandose en el picaporte, la puerta se abrio.
Sacudio violentamente la cabeza una vez, sin saber muy bien si habia cerrado con llave antes de salir para la