Se adelanto un paso y le beso en el cuello, con los dos brazos tensos e inmoviles a los lados, cosa que lo sorprendio, y con las unas clavadas en el dobladillo del vestido. Respiro dentro de el, se levanto la falda por encima de las rodillas, y siguio subiendola mientras el contemplaba la lenta aparicion de los muslos. Miraba con tanta intensidad que su vision empezo a fundirse en los bordes. La creciente exposicion de carne se parecia demasiado a un charco de sangre cada vez mas grande. Caleb se aparto y su abrigo se enredo en algo. Ella lo empujo. Choco pesadamente con una puerta. Le enterro la cara en la garganta y empezo a chupar y lamer.
– Vamos a la cama. Baila conmigo alli.
– Ah, mire, escuche…
Le apreto los hombros contra la puerta y restrego los senos contra su pecho. El alfiler de corbata de su padre se ladeo cuando su lengua empezo a pasar cerca de su nuez, y no se detuvo hasta llegar al lobulo de su oreja. Luego volvio a hacerlo, y otra vez, y otra mas. El habia cerrado los punos y estaba mirandole el cuerpo, pensando en donde iba a golpearla. Estaba mal. O puede que no.
– Di mi nombre -dijo ella.
No podia ceder. Los nombres tenian poder.
– No.
– Dilo.
– No.
– Clarissa. Hazlo. -Se rio, pero no habia nada vivo alli-. Hazlo, Caleb.
El fuego del rubor de su cara lo avergonzo aun mas, lo mismo que la tension de su entrepierna. Empezo a mofarse de si mismo. Una gran parte de el queria entregarse a aquel juego. La respiracion de la mujer se hizo mas lenta y aspera. Sus movimientos cobraron un aire serpentino y explosivo mientras sus sinuosas curvas se apretaban contra el en todos los sitios adecuados. Le deshizo la corbata y abrio los dos primeros botones de su camisa. Mordio el vello de su pecho. Cal trato de apartarse -puede que para escapar o puede que para estar mas comodo- pero el picaporte de la puerta lo inmovilizo. Sus brazos estaban pegados al marco, como si volviera a estar atrapado en un tiovivo con su hermana.
– Baila -ronroneo la Senora Decano.
– No -susurro, sin fuerzas, sin la menor resolucion para hacer nada a lo que pudiera ponerle un nombre. Seguia queriendo golpearla; puede que esto fuera buena senal, o puede que no. ?Como, exactamente, habian llegado alli? Miro la nueva carne de sus palmas y se pregunto si tendria aun el poder de voluntad necesario para abofetearla o si empezarian a sangrar inmediatamente una vez mas. Ella se le acerco un poco mas, le puso las caderas encima, mientras la tomaba torpemente en sus brazos y apretaba la boca contra la de ella, tratando de consumirla de un largo trago y acabar de una vez.
Se echo a reir mientras lo cubria de minusculos besos.
– Si.
– ?Por que? -pregunto-. ?Por que? -y entonces no pudo decir ni eso.
Entrelazaron los dedos y ella le indico que le cogiera los pechos. Cal levanto las manos y volvio a mirarselas, consciente de que alguien habia muerto pero incapaz de preocuparse en aquel momento. No deseaba el sexo pero si la afirmacion, la demostracion de que existia, incluso en aquel lugar espantoso. Ella froto los muslos contra sus munecas y toco el picaporte.
El picaporte giro y Cal cayo hacia atras por la puerta abierta. Riendo escandalosamente con pequenos ladridos agudos de malevolencia, la mujer se le dejo caer encima y empujo con fuerza. Cayeron enredados sobre la alfombra del dormitorio. Levanto la mirada hacia ella mientras se le montaba encima. La vio suspirar.
Caleb gimio y lo mismo hizo Circe.
Alguien mas gimio.
Fue un sonido dolorosamente familiar, tan bien conocido que tardo un segundo en emplazarlo. Se revolvio y miro la cama.
Puedes morir.
Puedes morir y resucitar en el mismo segundo, y desear no seguir vivo.
– Oh, Dios mio -sollozo.
– Llegamos justo a tiempo -le dijo Clarissa.
A tiempo de ver a Jodi tumbada, desnuda, con plateados regueros de saliva resbalando por las tetas, un charquito rojo creciendo en su vientre y dos pequenos cortes en el cuello. Una mirada de intenso placer redefinia su rostro, llenandolo de felicidad, mientras su lengua se extendia mas de lo que hubiera debido poder, liberada con salvaje gratificacion.
El cuerpo de Jo se estremecia como si estuviera dando a luz, debajo de un ominoso cadaver: huesos que rechinaban sobre ella, dedos como aranas que acariciaban a su mujer, una boca que viraba, se retorcia y se fruncia en una sonrisa demencial que crecia y crecia y crecia, con tantos dientes que no parecian nacer ni terminar en las mandibulas.
Los cuerpos se encabritaban y chocaban al unisono, coordinados en movimientos perfectamente lubricados que demostraban que aquello habia ocurrido ya muchas veces. Su rubio cabello estaba por todas partes, extendido como una guirnalda a los pies de su amor, mientras los muertos procuraban complacer a los vivos, alimentandose de la miseria eterna, y aquel rictus de esqueletica sonrisa se volvia ahora para mirar directamente a los ojos agonizantes de Caleb Prentiss.
Todo se volvio muy rojo.
11
La cordura es algo muy subjetivo.
Como todo lo humano, es defectuosa y maleable, descansa pero no siempre duerme, tranquila en su coma pero nunca en silencio, y siempre en estado de alteracion.
Sabes que puedes matar, asi que al menos has aprendido algo. No ha sido una completa perdida de tiempo. Mientras tu mente vuela y la peste del sexo empieza a quemarte la nariz, tratas de alejarte a cuatro patas por la alfombra, pero un peso te mantiene inmovilizado. El conocimiento es poder.
La furia lo hizo suyo. Con la columna recorrida por un solitario y prolongado estremecimiento, Cal permanecio alli tendido, contemplando el dibujo blanco y negro de la colcha, las empapadas fundas de almohada, las inclinadas pantallas de las lamparas, todo ese sudor que resbalaba por un culo desnudo que tan bien conocia, el cabello enmaranado por el coito y extendido en todas direcciones.
Los musculos de Caleb empezaron a descomponerse, a transformarse en mermelada, hasta que se quedo paralizado, sintiendo que la cabeza le pesaba mas que la vida. En realidad, era casi agradable. Todo broto al mismo tiempo y el se desplomo con un golpe seco, y no tuvo que seguir mirando.
Tras unos pocos segundos, sin embargo, logro recuperar de algun modo el control de su cuerpo. Dio un fuerte y colerico empujon mental. La rabia se estremecio en su interior como un animal emergiendo de las profundidades. Se acurruco contra el y murio… y su putrefaccion se torno algo tan fluido como el petroleo y tan solido como afilado carbon. Rose no habia errado un apice al decir a que equivalia aquel momento. No habria sido mas doloroso si le hubieran cortado la garganta.
Casi podia oir como se hundian las puntas de los cuchillos en su carne hasta que no quedaba gran cosa que cortar. La sensacion remitio hasta convertirse en un dolor apagado que no le dejo otra cosa que fria razon y claridad.