eran munecos.
En el vestibulo la enfermera se entretuvo unos minutos buscando algo en un archivador. Por fin saco una cartulina. Anoto unas frases en la cartulina. La guardo y extrajo otra casi identica que le entrego a Juan.
Era un volante con el membrete del profesor Heimo Frankle en el que figuraba el dia y la hora de su proxima visita.
Juan espero a que la enfermera le dijera cuanto tenia que pagar. La enfermera le pidio el dinero. Pago. Luego dio la vuelta a la cartulina y miro disimuladamente la parte trasera del volante que la enfermera le habia entregado para comprobar si habia alguna otra anotacion. Solo habia una letra en un angulo del volante que no parecia estar impresa. Estaba escrita a mano. Era la letra H. Juan sospecho que esa inicial indicaba la enfermedad que seguramente habia diagnosticado el profesor Frankle. ?Histeria? ?Era Juan un histerico? ?Hipocondria? ?Era Juan un hipocondriaco? Tal vez esa absurda letra no tenia nada que ver con Juan ni con el diagnostico de la enfermedad de Juan. Podia tratarse de una clave del mismo archivador. O podia deberse a un descuido de la enfermera. Aunque tambien parecia logica otra hipotesis. ?Lo habria escrito intencionadamente el doctor Frankle para provocar algun tipo de reaccion y estudiar luego ese tipo de reaccion en el paciente?
El primer sueno que tuvo Juan en Viena aquella noche lo anoto al dia siguiente. Dibujaba un cero sentado en el rincon de una habitacion oscura muy pequena. Juan desaparecia metiendose por ese cero. Y ya no salia de alli.
Uno dos. Uno dos.
Grabando.
Grabando sin luz en la habitacion. De noche.
Si no llega Berta me acostare. Cansado. Pero si de pronto llega todo cambiara. Puede darme esa sorpresa. Hacerme creer que esta en Espana y presentarse aqui cuando ya no espero verla. Sin decir nada. Sin avisarme. Eso estaria bien. Eso estaria muy bien. Pediria una botella de champagne. Nos la beberiamos tranquilamente. Pondriamos musica. Bailariamos. Al principio vestidos. Despues desnudos. Sin miedo a temblar como hace treinta anos.
Habian bailado una sola vez. Berta era casi una nina. Juan temblaba porque siempre habia temblado al bailar. Las manos. Los brazos. Pero Berta no le dijo nada. No se lo echo en cara. No dijo nada. Se apreto un poco mas a el.
El profesor Frankle le dijo que fuera a una academia de baile en Viena. Habia muchas. Y muy buenas. En Viena todo el mundo iba a las academias a aprender a bailar el vals. Y otros bailes. Los vieneses son grandes bailarines. Todo el mundo baila en Viena. Bailan muy bien. Los ninos. Los mayores. Los ancianos. Bailan incluso los animales. Los caballos bailan maravillosamente. Los famosos
El profesor Frankle dijo si tanto le asusta bailar aprenda usted a bailar como un profesional. Vaya a una de las grandes academias de baile en Viena. Mi enfermera le puede poner en contacto con una buena academia de baile donde usted pueda bailar dos o tres veces por semana.
La enfermera del profesor Frankle le puso en contacto con Heinz Friedrich gran maestro de baile de salon. El maestro Friedrich tenia la academia de baile muy cerca del cafe Braunerhof. En la calle Stallburg. Habia una pequena placa de bronce en la fachada del edificio en la que decia que el gran maestro Heinz Friedrich daba clases de baile de 4 a 7 todos los dias excepto los viernes. Los viernes el maestro Friedrich participaba en competiciones de baile.
El maestro Friedrich era un tipo de edad incalculable. Tenia el pelo oxigenado. Era muy alto y muy flaco. Vestia de negro. Llevaba un bigote al estilo kaiser tenido de negro. Sus cejas tambien parecian bigotes sobre una cara extremadamente palida y ojerosa. Cuando le abrio la primera vez la puerta de la academia Juan creyo que ese hombre no podia ser el maestro Friedrich sino un militar retirado y tisico. Sin embargo era el maestro Friedrich y hablaba espanol porque en su juventud habia vivido durante algun tiempo en Buenos Aires.
El maestro Friedrich no daba mas que clases individuales. Olia a perfume barato. Tenia las unas largas y los dedos amarillentos de nicotina. A veces se ponia una bufanda negra para bailar. Nunca gastaba otros zapatos que no fueran de charol. Al principio de la clase y para evitar posibles confusiones el maestro Friedrich dejaba en claro que el iba a ser mujer. Luego decidia que la mujer iba a ser Juan.
Amigo mio ahora
El profesor Friedrich se lanzaba por la pista como un patinador sobre el hielo. Sudaba mucho porque se tomaba el trabajo en serio. Ponia el vals de las olas en su viejo tocadiscos y agarraba con fuerza a Juan por la cintura. Le hundia la barbilla y los bigotes en el esternon. Y le decia que se dejara llevar sin ofrecer ninguna resistencia.
Derecha.
Izquierda.
Izquierda.
Otra vez izquierda.
Mas a la izquierda.
Sin miedo.
Eso es.
El verdadero vals vienes se baila con mas vueltas a la izquierda que a la derecha.
Rapido.
Muy bien.
Asi.
Repitiendo.
Mas relajado.
Y ahora
De cuando en cuando miraba el reloj para no pasarse de tiempo. Cuando era la hora justa paraba en seco y decia son cincuenta chelines. Habia que pagarle en el acto.
Alguna tarde bajaron juntos al cafe Braunerhof. El maestro Friedrich vivia solo. Se relacionaba con poca gente. Juan sospechaba que Friedrich habia tenido algun problema psiquico. Tal vez una depresion de las que tan a menudo afectan a los vieneses. Quiza el profesor Frankle le habia librado del suicidio. Los vieneses tienen una de las tasas mas altas de suicidio del mundo. Se suicidan de diez en diez. No se sabe exactamente por que se tienen que suicidar tantos vieneses. Pero es asi. Un dia cualquiera toman la decision de dejar de vivir su apacible vida vienesa y se tiran al Danubio un domingo a la hora de los postres o se envenenan con arsenico mezclado en la
Cuando Juan aprendio a bailar el vals y el tango y algun otro baile con el maestro Friedrich recibio un certificado de asistencia y el consejo de que no dejara de practicar todo lo que le habia ensenado porque de lo contrario igual que lo habia aprendido lo olvidaria.
Los hombres olvidan mucho antes el baile que las mujeres.
Grabando despues de mear una de las muchas veces que debo mear pienso que podia haberme cortado el pelo antes de encerrarme en esta habitacion del hotel Domgasse. Lo llevo demasiado largo. Los peluqueros siempre me han dicho en todas partes que el pelo me crece mucho. Al parecer es senal de buena salud.
Usted no se quedara calvo. Usted tiene una mata de pelo muy buena. Para que usted se quede calvo tienen que quedarse antes calvas muchas otras personas. Ya querria yo tener la mitad del pelo que tiene usted. Eso es un regalo. Ni mejunjes ni injertos ni nada.
Los peluqueros dicen muchas majaderias. Es un oficio copado por majaderos. Se pasan la vida hablando. Son peor que los locutores radiofonicos. Cotorras con tijeras. Con peine. Con maquinilla. No pueden estar mas de cinco segundos callados. Es superior a sus fuerzas. Y son igual en cualquier parte del mundo. Me he cortado el pelo en infinidad de paises y siempre me han parecido igual de insoportables los peluqueros de todos los paises. Charlatanes. Cuentistas. Majaderos. Ademas pueden ser muy peligrosos. Muy malvados. Como aquel peluquero