porque creian que Juan les tomaba el pelo. Que se burlaba de ellos. Que les gastaba una broma. Si Juan estaba enfermo ?como iba a comer a un restoran lleno de personas sanas que no temblaban? ?Podia explicar eso? Tampoco era normal que fumase. Un enfermo que tiembla de ese modo esta en una clinica. Esta en tratamiento. No va por ahi comiendo y fumando. Esa persona enferma seguramente enferma de alguna enfermedad nerviosa se esconde hasta que se ha curado. Y si no puede curarse se retira de la circulacion. En Viena los cocheros de St. Stephan llevan las riendas sin temblar. Fuman sin temblar. Beben la cerveza sin temblar. Cobran a sus clientes sin temblar. Y los camareros de Viena sirven las comidas sin temblar. Los medicos de Viena ponen inyecciones sin temblar y operan a los enfermos sin temblar. En los cafes todo el mundo esta leyendo los periodicos sin temblar y sorben el cafe en sus pequenas tazas sin temblar. Aqui nadie tiembla excepto Juan que ha venido por indicacion del director del manicomio de Valencia doctor Po con una carta de presentacion para el profesor Frankle discipulo de un discipulo del doctor Sigmund Freud a quien se la entregara temblando.
?Puede decirme que le pasa exactamente?
Expliqueme lo que le pasa a usted le pregunto el profesor Frankle en la Klinik Hof porque debe de ser muy importante lo que su familia cree que le pasa a usted para que lo envien precisamente a Viena. Y no solo a Viena sino a esta Klinik Hof que yo dirijo.
El profesor Frankle hablaba muy mal espanol. Tenia al lado a un medico peruano que le ayudaba a decir lo que queria decir. El profesor Frankle le escucho sin interrumpirle sentado detras de su mesa. Era un hombre bajito con los cabellos exageradamente largos sobre las orejas y sin apenas pelo en el resto de la cabeza. Parecia el director suplente de la Filarmonica de Viena. Ni siquiera le miraba mientras Juan le explicaba cual era su problema. El problema de sus temblores. Lo mucho que le preocupaba temblar tanto. El miedo que tenia al pensar que esos temblores tal vez producidos por alguna lesion en algun centro nervioso del cerebro fueran incurables y tuviera que vivir con ellos toda la vida.
El doctor Frankle fumaba cigarros toscanos. Unos cigarros largos y curvos de los que salia una paja por la que chupaba el humo. Cuando Juan termino su explicacion demasiado larga y confusa el profesor Frankle cruzo unas palabras en aleman con el medico peruano que hacia de interprete y luego le ordeno que esperase en la habitacion contigua.
Juan salio del despacho del profesor Frankle y se sento en la otra habitacion donde habia media docena de personas con aspecto de tener graves problemas. Todos eran hombres. Ninguno le miro al entrar. Uno se miraba a los pies. Otro miraba un punto fijo en la pared. Otro miraba a la ventana. Nadie dio los buenos dias. Tampoco Juan.
Al cabo de un largo rato de estar sentado alli con aquella media docena de locos lo llamo una enfermera para que volviera al despacho del profesor Frankle.
Ahora el profesor Frankle ya no estaba sentado detras de su mesa. Estaba de pie entre su mesa y varias sillas que habian sido colocadas en semicirculo. Se habia quitado la bata. Seguia fumando el mismo cigarro toscano. A su lado estaba el medico peruano. Le miro al entrar. Le ofrecio sentarse en una de las ocho sillas. Juan se sento. Estaba impaciente por saber que iba a pasar alli. No entendia que hacian esas ocho sillas en circulo cuando no habia nadie.
?Habrian tenido una reunion otros doctores con el profesor Frankle? ?Iba a empezar la reunion? ?Eran sillas para doctores o eran sillas para enfermos? ?Iban a entrar los enfermos de la habitacion que estaban sentados mirando cada cual a un sitio y sin hablar? ?Tendria que ir cambiando el de silla? ?Era eso lo que el profesor Frankle se disponia a decirle? ?Por que?
Entonces la puerta se abrio y entraron dos enfermeras y seis medicos todos ellos con bata blanca. El profesor Frankle les saludo en aleman. Senalo a Juan. Debio de decirles que Juan era un nuevo paciente que venia de Espana. Los seis medicos y las dos enfermeras inclinaron la cabeza. Juan tambien. Juan se habia puesto de pie despues de dudar unos segundos si debia o no ponerse de pie. Luego se alegro de haberse puesto de pie. Eso era lo que tenia que hacer aunque no se lo hubiera indicado el profesor Frankle.
El profesor Frankle dijo algo mas en aleman y aquel grupo de gente ocupo las sillas. Juan tambien se sento aunque el profesor Frankle no le dijo que se sentara. Todos parecian muy relajados. Parecian habituados a este tipo de reuniones. Parecia que esta fuera una sesion de las muchas que celebraban en el despacho del profesor Frankle en la Klinik Hof.
Se ofrecieron cigarrillos unos a otros y se dieron fuego unos a otros. Unos y otros ignoraban por completo a Juan.
Pero se callaron como un solo hombre cuando el profesor Frankle le hizo una sena a Juan para que se levantara.
Juan se levanto sin apartarse de la silla. Con las piernas rozaba la silla. Todos le miraban menos el profesor Frankle que se habia puesto de espaldas como si este asunto no le interesara nada. Cuchicheaba con el doctor peruano. El peruano le dijo que avanzara hasta el centro de aquel circulo formado por las sillas.
Juan dio un par de pasos. Las piernas empezaban a temblarle. El profesor Frankle hizo un gesto con la mano para que diera la vuelta en redondo y se pusiera de cara a sus colegas medicos. Juan hizo lo que el profesor Frankle le indico. La mayoria de los medicos y las dos enfermeras le miraban sonrientes. Juan no sabia si convenia sonreir. Sonrio un poco.
Entonces el profesor Frankle le ordeno que extendiera los brazos al frente con las manos abiertas y los dedos estirados.
El doctor peruano lo explico en espanol.
Juan extendio los brazos y las manos y abrio los dedos aunque le temblaban mucho. Nadie decia nada. Juan no miraba a nadie. Tampoco queria mirarse las manos extendidas a la altura de sus ojos. Pero tampoco cerro los ojos.
Sabia que estaba siendo observado atentamente por los seis doctores. Por las dos enfermeras. Por el doctor peruano. Por el profesor Frankle.
El doctor peruano transmitio la orden despues de escuchar al profesor Frankle. Era una orden escueta.
?Tiemble!
No hacia falta que le dijeran que temblara. Juan ya estaba temblando desde que le habian hecho ponerse de pie en el centro de las sillas ocupadas por los seis medicos y las dos enfermeras.
Pero el profesor Frankle insistia que temblara mas.
Y el doctor peruano repetia la orden del profesor Frankle en espanol.
?Tiemble mas! El profesor quiere que tiemble mas. ?No puede temblar mas? ?Tiemble todo lo que pueda! ?Mas! ?Mas! ?Tiemble mas!
A Juan le parecia que ya temblaba lo suficiente. Estaba temblando al maximo. Temblaba violentamente. Se sentia muy avergonzado de temblar asi y al mismo tiempo de no estar temblando todo lo que el profesor Frankle le pedia que temblara. Estaba convencido de que temblaba mas que otras veces. ?Por que tenia que repetirle aquel cretino que temblara aun mas? ?Por que coreaba aquel lameculos indio que temblara mas?
Temblaba tanto como las veces que mas habia temblado aunque era la primera vez que alguien le habia pedido que temblara de pie y en publico.
Juan sudaba. Tenia ganas de vomitar. Tenia ganas de huir. La palabra
El profesor Frankle habia dejado de prestarle atencion otra vez. Los otros medicos tampoco parecian especialmente interesados en el caso del espanol que temblaba. Sus caras daban a entender que lo que habian visto hacia un momento era un caso vulgar. Mediocre. Ridiculo.
Unos tras otros abandonaron el despacho del profesor Frankle inclinando la cabeza y dirigiendose a el como profesor.
Con el profesor Frankle solo se habian quedado en el despacho el doctor peruano y una de las enfermeras. El profesor Frankle dio ordenes a la enfermera. La enfermera volvio la cabeza hacia Juan.
Era una mujer de unos 45 anos. Baja. Rechoncha. Con alzas de corcho en los zapatos y piernas gordas sin depilar. El tipo vienes. Pero parecia amable. Le indico que le siguiera.
Abrio la puerta sin darle oportunidad de despedirse del profesor Frankle ni del ayudante peruano.
Le acompano al vestibulo sin detenerse en la habitacion donde seguian inmoviles aquellos seis hombres que parecian munecos. Si Juan no hubiera estado un rato antes con ellos en la misma habitacion hubiera creido que