desperdiciando dulzura y teatro dentro de su traje de lino, mirandome sonriente bajo el filo de un anacronico sombrero de verano. Yo cumpli docilmente mi papel, erguido en mi pobre y sucio uniforme de enfermero, sobre el que me habia puesto un veterano jersey azul para hacer mas abrupto y ventajoso para ella el contraste. Pero no quise premiar su aparicion con la menor senal de estupor. Conocia de sobra aquellos trucos suyos, y tambien los habia previsto. Podian morir todos a su alrededor, podia venirse el cielo abajo, pero eso no era ni remotamente suficiente para que ella variase sus habitos. Sin embargo, por encima y mas alla de sus artes menores, y sin que estas lograran mas que casualmente agravarla, Claudia se mostraba ante mi armada con su terrible belleza inconsciente, aquella que debia a mis lejanas imprudencias y a la nunca extinguida tortura de su recuerdo. Las erosiones sufridas en el largo intervalo que habiamos estado sin vernos, con ser muchas y perceptibles, no podian bastar para contrarrestar esa belleza. De modo que, en cualquier caso, hube de aguardarla vacilante y un tanto impedido, sin acertar a negarle resueltamente mi homenaje.

Subio los escalones de puntillas, como lo hacia la comedida senorita que su esmerada educacion le habia ensenado a ser y ella habia aprendido a sacudirse de encima cuando le venia en gana. Cuando hubo llegado al penultimo peldano se detuvo e irguio el cuello al tiempo que entrecerraba los ojos y ladeaba ligeramente la cara. Puse mis labios sobre aquella mejilla y me lleve, al retirarme de ese frio intercambio, un leve jiron de aroma de jazmines. Habria podido o habria querido abrazarla, sin pensar, como si ella hubiera sido cualquier mujer y yo cualquier hombre hambriento de calor. Pero la deliberada exhibicion que, gracias al desnivel, me ofrecia su escote, asociada por alguna ruda conexion subterranea a diversas formas de desaliento, me disuadio violentamente. Adivinandome, no se si con su astucia de loba o de mujer, Claudia sintio la necesidad de quebrar el silencio, a cuya confusa acumulacion de signos habia abandonado hasta entonces el encuentro.

– ?Asi me recibes? -protesto, frunciendo el ceno-. Despues de diez anos. Esperaba que te emocionarias, al menos.

La observe fijamente, midiendo la perdida de brillo en sus ojos, la huida de la firmeza de sus facciones, la sutil atenuacion de la dureza de sus hombros. Senti que algo trataba de derramarse entre mis parpados y me apresure a contestar, con indiferencia:

– Estoy muy emocionado. ?Y tu?

Claudia dio un respingo, subio el ultimo escalon y mientras se encaminaba hacia la puerta, dejandome atras, concedio bruscamente:

– Por supuesto.

Conservaba los reflejos, pero a mi me dolia demasiado verla para dejar que se me escurriese.

– ?Adonde vas? -la detuve, cuando ya se disponia a entrar en el vestibulo. Lo dije sin fuerza, con curiosidad.

Claudia se giro y me dirigio una mirada furibunda.

– Supongo que tendras algun agujero ahi dentro -explico-. Supongo que me daras algo de beber y dejaras que me siente. He hecho doscientos kilometros para venir a que me insultes. Proporcioname al menos alguna comodidad.

Trate de convencerme de que no me jugaba nada, de que no era ella, la Claudia a la que antano me habia rendido con torpeza e indignidad. Pausadamente, sin esforzarme en detallarle motivos, le aclare:

– Si tengo un agujero. Pero tu no puedes entrar alli. Podemos pasear por los jardines del balneario, por el campo o por el pueblo si es que prefieres que vayamos alli. Dentro de poco es posible que tengas frio. Entonces podemos refugiarnos en algun bar en el pueblo o puedo dejarte alguna prenda de abrigo para seguir paseando. Pero no ire ahi dentro contigo. Esas son mis condiciones, y solo puedes tomarlas o dejarlas, aunque repugne a tus costumbres.

Claudia me observo durante un par de segundos, ostentosamente atonita. Luego se rehizo y mascullo:

– Deberias verte, Juan. Das mucha lastima y un poquito de asco, defendiendo nada con ese orgullo pasado de fecha. ?Quieres castigarme? Esta bien, adelante. Vamos adonde quieras y puedan hacerme un cafe. Ya pasearas solo cuando me largue.

– Tendremos que ir en tu coche. Yo no tengo -informe, manteniendo a base de un par de calculos viciados la calma y la distancia.

Bajo corriendo los escalones y se dirigio hacia su vehiculo, sin mirarme. Cuando llegue, el motor estaba en marcha y la puerta del copiloto abierta. Trepe y me introduje inhabilmente en el habitaculo. Arranco casi sin darme tiempo a cerrar la portezuela. Mientras atravesaba de volantazo en volantazo la explanada del aparcamiento, me requirio:

– Tu diras.

La guie hasta un meson, a la entrada del pueblo. A aquella hora era seguramente el sitio menos concurrido y disponia de las comodidades indispensables. No era muy sucio, no era muy limpio, y yo no solia frecuentarlo. Aunque esta ultima era una prevision ruin, no quise dejar de hacerla. No era improbable que despues de estar alli con Claudia reuniera unas cuantas razones para no volver. Durante el trayecto procure no abandonarme a la tentacion de contemplarla, en aquella cercania extrana y tensa. Le dedique fugaces miradas de reojo, mientras ella permanecia atenta a la carretera. Siempre se habia maquillado con maestria, difuminando los contornos de cada color para hacerlo decaer gradualmente hasta el tono de su piel. Pude advertir que conservaba el arte y que este, aplicado a aquella carne ablandada, resultaba tierno y fragil, mas conmovedor que antano. Pero algo mas que la frialdad de su mirada me defendia de aceptar sin tramite esta clase de espejismos. Si Claudia habia sufrido algo que la hacia apta para suscitar emociones sin sospecha, tendria que demostrarlo de un modo menos equivoco.

Entramos en el local y deje que eligiera una mesa en un rincon apartado, lejos de la luz. Ella tenia sus razones para preferir ese y yo las mias para que esto fuese como ella prefiriera. Mientras nos sentabamos, trate de disuadirla de la idea que traia:

– No me fiaria del cafe de este pueblo, si fuera tu.

Aguardo a que el camarero se acercara, sin responderme y sin apartar los ojos de sus gafas ahumadas, con las que sus dedos jugueteaban sobre la mesa. Cuando el camarero esgrimio su lapiz, se apresuro a pedir:

– Yo lo quiero solo.

– A mi me trae un whisky, sin hielo -dije, esquivando su dardo.

Antes de que el camarero se hubiera separado un par de metros, Claudia comento:

– Empiezas temprano.

– No lo suficiente. Para ser un alcoholico hay que llegar a desayunarlo. Pero todavia estoy lejos de sentir ese desasosiego en el paladar al levantarme. Una sensacion que tu podrias describir mejor que nadie, por lo demas.

– Eres un inocente si piensas que el alcohol me domino alguna vez. Siempre he sido duena de mis vicios, aunque a ti te cueste concebir que eso es posible.

– Desde luego que me cuesta. Si el mundo es una cuestion de flores e insectos, yo nunca he tenido petalos.

– Que pena que la verdad no quepa en una metafora. Habrias sido un sabio, Juan, y no el ultimo de los desprevenidos.

– No abuses de mi, Claudia. Sabes que no puedo discutirte ciertas cosas.

El camarero interrumpio este duelo idiota, que yo sostenia sin ganas y cada vez mas mermado por todas las sensaciones que ella me causaba, que eran ella y a la vez mucho mas de lo que ella sabia ser. Me sujete al vaso de whisky y consegui resistir. Claudia, tras el primer sorbo de cafe, dulcifico su semblante. Ya habiamos vivido aquello otras veces. Ahora se bajaria poco a poco de su displicencia. Un par de comentarios descuidados, algun truco un tanto mas impaciente. Y sin mas razon que su antojo, la pelea se declararia concluida. Pero yo no podia dejar de temerla.

– Este cafe es agua sucia -observo, sonriente-. Gracias por el aviso.

– Te habria acompanado, a pesar de todo -revele, con estupida camaraderia-. Pero luego no me deja dormir.

– ?Duermes mucho por las noches, Juan?

– Depende de la estacion -invente, sin pensar. Empezaba a tener la sensacion de que el dueno nos vigilaba de reojo.

– A mi eso no me afecta. Duermo diez o doce horas diarias, todos los dias, en cualquier epoca. Duermo de un tiron y no sueno. ?Tienes alguna explicacion ocurrente para eso?

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