– Seguramente no.
Claudia adopto una expresion premeditadamente melancolica.
– En realidad, ni siquiera de nina sonaba -confeso-. Conseguia los juguetes antes de sonarlos y el resto no me interesaba. Cuando ya era una adolescente sone varias veces con un muchacho debil al que solia ver de lejos, en el parque. Le sonaba sin querer, sin enredarme demasiado, pero eso basto para que despertara mi curiosidad y me gustara encontrarlo entre los arboles. Sin pasion pero disfrutando, como cuando una oye detras de una puerta que alguien la elogia. Su destino consistia sin duda en morir de leucemia antes de cumplir los veinte anos, pero el azar, irracionalmente, lo quito de en medio antes de los quince, sirviendose de un camion que ignoro un semaforo. Lo vi desde el otro lado de la calle, el choque y despues el muneco rebotando hasta quedarse quieto. Llore un poco, por inercia, sin estar convencida. Luego me propuse no volver a sonar a nadie, pero tambien sin conviccion. A ti y a Pablo os sone, a veces.
– Ire disponiendo mi entierro.
– No pretendia facilitarte ese chiste.
– No es un chiste. Me haces pensar que despues de todo quienes defienden que el sueno es un eco del pasado son, cientificamente, tan inocentes como lo eran sin ciencia los antiguos augures. Naturalmente no intentare comparar nada de mi vida con nada de la tuya, pero yo tampoco sueno ahora, y sin embargo, cuando carecia de pasado, construia tres o cuatro mundos posibles cada noche. En realidad el asunto es espantosamente simple. Despues de comprobar que ninguno de esos mundos se ha realizado, ?que sentido tiene sonar?
– Quedan las pesadillas, cargadas de sentido -se apresuro a corregirme, con malicia.
– Las pesadillas corresponden a un estado intermedio, a cuando todavia queda algo que salvar. Hace anos que no tengo pesadillas. Ya no pueden avisarme de nada.
– Siempre fuisteis un par de funebres, y lo que es peor, con vocacion.
– Hablo sin tristeza, Claudia. Estoy acomodado y tranquilo. Veo ponerse el sol y alternativamente duermo la siesta. Dentro de mis limitaciones, dispongo de una certeza: ya no puedo hacer mal a nadie.
Claudia meneo la cabeza.
– Nunca se llega a ser tan pequeno o tan grande como para eso.
Aquella fue la primera vez que me asusto seriamente, en la amarga tarde de nuestro reencuentro. Y no me faltaba motivo, ni una especie desdichada de perspicacia. Por si mismas sus palabras eran inquietantes, pero mas alla de ellas, bajo su significado descifrable, estaba o estuvo una ironia malvada, subrepticia. Ahora pienso que Claudia sabia perfectamente lo que me iba a pedir y lo que yo tendria que hacer, y que ya desde antes de aproximarse decididamente a ese aspero territorio se complacia en extraer de aquella idea una pizca del placer inicuo a que su temperamento habia reducido la vida. Solo podria culparla desde aqui si alguna vez hubiera pretendido convencerme de que su naturaleza era otra. Pero Claudia nunca fingio, ni en la dulzura ni en el insulto. Interpretaba, si, pero no mentia. Estaba demasiado satisfecha de si misma para despojarse mas de lo indispensable de su pervertido ser.
Ahora me miraba con resuelta simpatia. Acaso era porque habia logrado reirse de mi, porque me sentia indefenso o porque habia olvidado la injuria de mi recibimiento. Antes de que empezara a condescender de un modo demasiado notorio tenia que procurar conducirla a alguna otra tactica de las que le conviniera o apeteciera poner en ejecucion para embaucarme. Una buena manera de ganar tiempo era invitarla a exhibirse, a lo que tenia una intensa aficion.
– Antes de que se te vaya la mano -dije, tras medio minuto de sostener su amable mirada-, espero que te des cuenta de que esta lucha es desigual. Se muy poco de lo que has estado haciendo estos anos. Quiza fuera un oportuno acto de cortesia por tu parte subsanar mi ignorancia y confirmarme si puedo fiarme de lo que recuerdo de ti.
– No presumas de estar en desventaja.
– No presumo. Tu sabes lo que he hecho yo. Has visto el balneario y el pueblo. No necesitas ni siquiera conocerme para descartar posibilidades. Pero yo no puedo calcular hasta donde te ha llevado tu proverbial audacia.
Claudia me escruto con unos ojos resplandecientes, casi de muchacha.
– ?De verdad te interesa saberlo? -pregunto, simulando una especie de alegria confusa.
– Haz como si me interesara.
– En fin, puedes imaginarlo casi todo, creo.
– No lo creas. Aparte de la estrechez de mi actual entorno, me ciegan el rencor y la derrota.
– Pronto dejas de dudar de tus recuerdos. Ahora vuelves a hablar para ella. Siempre preferiste hablar para ella.
– ?Para quien?
– Para Claudia el hada mala, la que se deja contemplar, la que nunca busca. Pero no me confundas con tu ilusion de mi. Ahora como antes, puedo ver mas alla de tu retorica.
La mire detenidamente, aguardandola. Ahora fundiria el resto del hielo e intentaria implicarme en su juego interesado. Pero no bastaba con que la dejara hacer. Me pedia que la alentase.
– ?Y que es lo que ves, Claudia?
– Nada inexacto, contra lo que pretendes hacerme pensar. Supones que le traicione otras veces. Antes y despues de que lo mataran. Y no puedo negarlo. Tambien supones que despues de que dejaramos de vernos segui coqueteando con el caos y amandome sin pudor, como tu solias decir. Tampoco puedo decir que con esto te equivoques. Ni aspiro a esconderlo. Aqui estoy y hay cosas que son ostensibles.
– Me reconforta ser tan sagaz, si puedo creerte.
– Con las limitaciones inherentes a tu sexo, debo precisar. Te falta olfato para presentir los detalles, como a todos. Y lo mas gracioso de esto es que un hombre puede suicidarse por un detalle inesperado, despues de meses de conocer los terminos generales. Incluso despues de sobarlos mil veces en magnificos discursos.
– El riesgo de vincularse a grandes cosas. Tambien lo he visto en mujeres, si se me permite protestar.
– Nunca en mi.
– Eso tengo que admitirlo. ?Que detalles se me escapan, si no es indiscrecion?
Mientras la veia pensar, detenerse, entendi sin euforia que acababa de darle la senal esperada.
– Nunca he sido buena para contar ordenadamente largas historias -comenzo, con desgana fingida-. Ni eso ni el sentido tragico lo aprendi de vosotros. Despues de lo de Pablo deje aquella mansion demasiado grande y me mude a una casa modesta en las afueras. Fue un consejo de mi hermana, que ahora es jefe de algo en el Ministerio de Agricultura y se pasa la vida resolviendo cosas. Exceptuando sus regulares visitas, estuve sola, olvidada. La caida de Pablo disgrego en todas direcciones a quienes habian aparentado ser sus amigos. Imagino que algunos tuvieron que ver con su muerte y que los inocentes procuraron ponerse a salvo. Disfrute durante un par de meses de mi condicion de viuda apestada, pero luego se me paso el anonadamiento y me puse a hacer cosas. Liquide lo que quedaba de nuestro patrimonio y meti el dinero en varias cuentas seguras, sobre todo en las que Pablo tenia fuera del pais. A pesar de su desgraciado final, la aventura de Pablo podia traducirse en un exito economico asombroso para un hombre de ambicion media, y como yo siempre he sido una mujer de ambicion media, me propuse aprovechar esa gratificacion para compensarme de los sinsabores sufridos en otros aspectos. Hice viajes, me compre ropa, joyas, coches, siempre lejos de Madrid. Pero tambien cometi un error un poco estupido. Contra lo que Pablo y tu supusisteis siempre, mi naturaleza es muy fiel, y me apasiono con dificultad. Aunque me hubiera divertido con una legion de imbeciles, solo por el y algo menos por ti habia perdido la independencia. Pues bien, mi error estupido fue exagerar con un individuo insuficiente, mientras procuraba consolar mi viudedad. Le trate como a un rey, me humille, le persegui. Perdi las referencias, me encapriche como una tonta, y todo se complico de una manera increiblemente absurda. Cuando empece a darme cuenta de sus limitaciones, aquel hombre se habia hecho un hueco demasiado grande en mi vida. Yo le comparaba, y comparaba lo que sentia con lo que habia sentido con Pablo y contigo, y me parecieron un disparate todas las exigencias que habia tolerado que me impusiera. Me desprendi de el sin muchas contemplaciones, pero era un tipo sin espiritu deportivo. Me hincho un ojo e incluso creo que quiso violarme. Afortunadamente pude escabullirme y cambie de ciudad. Entonces, inesperadamente, cai en una enorme tristeza. Anoraba muchas cosas, pequenas y grandes, recordaba mucho a Pablo y por las noches sonaba que estaba vivo y luego me hartaba de llorar. Intente drogarme en serio, con heroina, pero me hice un desaguisado en el brazo al tratar de pincharme y me asuste. Asi que decidi recurrir a metodos mas usuales. Antes de que te burles, te dire que no bebi como bebes tu, sin saber por que. Lo hice a conciencia, para destruirme. Nunca antes habia tenido ese deseo, y me