sorprendia, pero lo acepte. Cada noche cogia la botella y la vaciaba sin ganas, testarudamente. Es dificil matarse a fuerza de beber, aunque no imposible. Yo estuve a punto de lograrlo. Pase una cura en un sitio que prefiero no recordar y volvi hecha un trapo a Madrid. De eso hace un mes, mas o menos.
La vi callarse, coger la taza y tomar abnegadamente un par de sorbos. Solo se me ocurrio decir lo que seguramente ella esperaba de mi en aquel momento:
– Te has recuperado rapido de ese ano tan intenso.
– Cuando se falla, hay que resignarse a volver a ser como siempre. Y cuando una se resigna es mejor abreviar.
Ambos sabiamos que todo aquello que me habia contado no era lo que yo le habia pedido. Yo no me referia a aquel ultimo ano del que nada queria, con todos los motivos del mundo, averiguar. Me interesaba lo que habia ocurrido antes, en los anos siguientes a mi marcha, entre Pablo y ella. Podia mentirme, si lo preferia. Solo queria saber su historia, falsa o cierta. La version de Pablo podia deducirla gracias a la carta que guardaba en el cajon de mi armario. Pero Claudia preferia contarme ese ano, el ultimo, y aunque ya me habia llevado tan cerca del peligro como para presentir por que, no podia distraerla de su proposito. Solo me quedaba aguardar a que ella resolviera declararlo abiertamente, y no cabia creer que se detendria mucho mas en los preliminares. Su mirada concentrada me saco de estas cavilaciones, mientras me hundia en el abismo al que se referian.
– Hace una semana -suspiro- empezaron a acosarme. Sabia que era cuestion de tiempo, tras regresar a Madrid. Pablo me lo dijo. Me dijo que despues de que ocurriera habria confusion durante unos meses, pero que luego se aclararian y me buscarian. Cuando le oia decir eso creia que eran incoherencias de borracho, no imaginaba que era lo que iba a ocurrir ni me esforzaba por imaginarlo. En las semanas siguientes a su muerte estaba demasiado aturdida para interpretar o calcular nada, y creo que tampoco cuando me marche de Madrid lo hice por ninguna precaucion. En cambio, cuando volvi, hace un mes, si sabia lo que estaba arriesgando. Pablo se aseguro de que lo sabria.
Abrio el bolso, hurgo dentro de el y saco un sobre gris, desconsideradamente rasgado. Me lo tendio y asi estuvo hasta que yo lo cogi, al cabo de cuatro o cinco segundos. Lo mantuve en mi mano, sobre la mesa, sin decidirme a abrirlo o devolverselo. Claudia explico:
– La carta es larga, segun su costumbre, pero no tiene demasiada sustancia. Me recuerda lo que me dijo antes de morir y me advierte de que el plazo de gracia ha terminado. Una idea macabra, la de hacerme recibir un sobre escrito con su letra diez meses despues de su muerte. Muy propio de su peculiar sentido del humor. Al menos tuvo el detalle de avisarme.
– Y tu, a pesar del aviso, volviste -observe, sosteniendo el sobre como si contuviera una carga de dinamita.
– Precisamente por el aviso. En primer lugar, porque ellos debian de saber donde estaba, ya que lo sabia quien me habia hecho llegar la carta. Igual daba esperarles aqui o alli. En segundo lugar -y al decir esto su gesto indiferente adquirio un subito ardor-, por ti.
Alce nerviosamente el vaso y me lo lleve a los labios, pero cuando fui a beber me di cuenta de que el whisky se habia terminado. Devolvi el vaso a la mesa y rendi toda resistencia. Claudia no se apiado:
– La carta, al final, contiene ciertas instrucciones. Verte mezclado en ellas no me inspiro confianza, ni siquiera ilusion. Pero al leer tu nombre recobre algo innegable, una cercania, un poco de afecto quiza. Yo estaba demasiado sola, y me sentia demasiado abandonada. Asi que volvi para que me encontrasen, para buscarte.
La contemple fijamente, desconcertado por el dolor. Luego le pedi:
– No me enganes, Claudia. Dime que quieres; o no, no me digas tanto. Cuentame solo que tengo que hacer. No he leido esto, pero adivino que sabes que no me voy a negar.
– Lo que yo se es que dependo de ti -titubeo.
– Habla -insisti, mientras arrojaba la carta sobre la mesa.
– ?No quieres leer la carta antes? -pregunto, sorprendida.
– No quiero leerla nunca -respondi, asperamente-. Primero, porque no quiero volver a meterme entre Pablo y tu, ni siquiera ahora. Segundo, porque se de sobra que la clave del asunto no esta ahi.
– ?Y como lo sabes?
– Pablo podia ser imprudente a veces, pero me cuesta imaginar que no se ocupo de evitar que pasearas en el bolso papeles comprometedores.
– Muy razonable. ?Donde esta la clave, entonces?
Sonrei, por la ironia, por la antigua maldad amable de sus palabras, por el arco carnoso de sus labios y la ternura falsa de sus ojos.
– Aqui -repuse, tocandole la frente-, y ya se que no puedo entrar. Ni voy a suplicarte.
Claudia me miro largamente, antes de admitir:
– Me alegra que nos entendamos. Aunque yo no merezca esa facilidad, como sin duda piensas.
– No te tortures por lo que yo pueda pensar. Dime que quieres, simplemente.
Ahi fue donde me quede sin la sonrisa, y lo que vino a continuacion no me ayudo a recobrarla. Claudia lo conto todo despacio, con sistema, como si estuviera recitando una leccion bien aprendida. Yo me resigne a escucharla sin adivinar lo que callaba, aquella zona oscura que constituia la inteligencia de todo y que yo tenia que ignorar mientras hacia mi parte. Comprendi que buscaba en los meandros de su relato armarse para mi, para aquel momento degradado y vulnerable, de lo mas esplendoroso de su olvidado hechizo, y la vi rozarlo precariamente y luego caer, casi sin resistencia, con el aplomo infrecuente de la mujer que ha arrancado al tiempo la ensenanza de la renuncia. Fue su unico fallo. En lo demas, no habria podido ser mas concienzuda si hubiera tenido que engatusarme. Represento a la perfeccion el desasosiego, el miedo, el ansia de proteccion y hasta el deber superfluo de prometerme gratitud. Su historia no parecia especialmente consistente, y el plan que habia urdido, sin resultar descabellado, pecaba de cierta extravagancia; pero esos eran aspectos secundarios, de los que pude prescindir a la hora de prestar mi consentimiento a su solicitud. Solo quise preguntar, no porque me cupiera una duda significativa, sino por obligarla a aclararlo:
– ?Hasta que punto quieres que te libre de ese hombre?
– Completamente.
– ?Y despues?
– Habras cumplido.
– ?Puedo estar seguro de eso?
– No te entiendo -protesto, y su cara mostraba una convincente perplejidad.
– Es una idea que se me acaba de ocurrir. Dices que ese individuo te sigue desde hace una semana.
– Si.
– Quiza parezca algo obtuso si lo pregunto. Quiero decir que quiza deberia imaginar la respuesta, porque tiene que ser algo muy evidente. Pero ?donde esta ahora nuestro hombre?
Claudia solto una breve carcajada.
– Naturalmente -explico-, consegui despistarle antes de venir. Poco podrias ayudarme si el me hubiera seguido hasta aqui y me hubiera visto hablando contigo. Alguien todavia menos agradable que yo habria venido a visitarte al dia siguiente, y todo el plan se habria ido al cuerno. Tu ventaja es que todos te han olvidado. No puedo estropeartela, porque es todo lo que me queda.
– Ya. Aqui es donde viene mi duda. Si ahora, que nadie te sigue, vas a volver alli para que te sigan otra vez, ?quien me asegura que despues de que te libre de ese tipo vas a ser razonable? No pretendo decidir lo que debes hacer, pero no quiero tener una aventura de estas siempre que te aburras.
– No tienes por que. Ni siquiera puedo obligarte a que me ayudes ahora. Soy una mujer muy debil - bromeo.
– No trates de jugar conmigo, Claudia. Me aparte de todo aquello porque tenia razones. No aspires a que me olvide de ellas en beneficio de tus caprichos. Has perdido el poder de imponermelos. Estas usando del favor de un muerto, y no de tu viejo encanto. Te lo advierto por si se te ha pasado por la cabeza la idea de abusar. No le debo tanto a Pablo.
– Tu sabras. Yo no intento escribir tu vida. Ayudame o no, pero no me pidas garantias de que sere como quieras ser. Yo no espero nada y tu tampoco puedes esperar nada. Esas son las reglas.
– Claro. Nadie cree en los Reyes Magos. Me conformo con que ninguno de los dos se engane. Solo te advierto que muchos dias no me apetece levantarme de la cama. Si comprendes que la proxima vez que me llames puedo tener uno de esos dias y no hacerte caso, todo esta bien.