– ?Y por que no? -me desafio, sacandose la pistola de la sobaquera y deslizandose velozmente hasta la puerta.

Manipulo la cerradura con el pequeno utensilio que siempre llevaba consigo y en un par de segundos estabamos dentro. A la luz de mi linterna vimos muebles costosos y una infinidad de cuadros y grabados que infestaban las paredes.

– El viejo demuestra su amor por el arte. Es nuestro unico punto en comun. Aunque yo prefiero un estilo menos geometrico -observo Pablo, mientras subiamos por la escalera, siempre acompanados por las piezas de aquella coleccion, colgadas por doquier.

– Llevate luego lo que mas te guste -sugeri.

– Ah no, hermano, eso nunca. No me confundas con un ladron. A Dios se le debe ofender gravemente o nada en absoluto. Nunca manchare mis manos con pecados de villano. Yo soy un principe.

– Tu eres un cretino borracho. Y mira que te lo avise.

Pero cuando entro en el dormitorio, y sin provocar el menor sonido encendio la luz y apunto tras un breve malabarismo el arma, nada temblaba en su espiritu ni en su figura. En la cama habia un hombre de mediana edad y una mujer joven. Los dos se incorporaron como impulsados por un mismo resorte y la cara de ella se quedo atravesada en la linea recta que tendia inmisericorde el canon de la pistola de Pablo. Yo encanone vagamente al hombre. Pablo hablo deprisa:

– Antes de que se te ocurra gritar y hacer que la mate, dime con la cabeza si hay alguien mas en la casa. No teniamos ganas de registrarla.

El hombre meneo negativamente la cabeza y en ese mismo momento se oyo una detonacion y la mujer cayo hacia atras tan de golpe como se habia levantado.

– Esto es para que no pienses que andamos de broma. Tengo ganas de irme a dormir y no voy a permitir que nos entretengas mas de lo necesario.

El hombre estaba muy palido. En cuanto a mi, algo en mi interior, algo que no era la humanidad que ya habiamos perdido hacia anos, ni la lastima que ya solo podia sentir por mi mismo, me hurgaba en el estomago y me inquietaba con unas enormes ganas de vomitar. No habia ocurrido nada imprevisto, sin embargo, y sabia que tanto aquella accion como las que hubieran de seguir obedecian a un proposito bien establecido y fundado, al menos hasta donde eramos capaces de distinguir. En aquel tiempo pensabamos que, ya que siempre puede llegarse a un punto en el que todo zozobra, mas valia quedarse de este lado que indagar las brumas del otro. Quiza era la unica manera de actuar deprisa y sin vacilar, como continuamente exigian las circunstancias. Quiza no estabamos equivocados y me equivoco yo al recordarlo. En realidad, la memoria siempre es una forma de error.

Pablo se aproximo al hombre. A cada paso se abria la hendidura en su pantalon, mostrando un ovalo blanco de tamano variable.

– Calmate -dijo, mientras le ponia la mano sobre el hombro-. No estamos de juego pero tenemos escrupulos. Te lo hemos demostrado. A esa guarra puedes cambiarla manana por otra. Piensa que podriamos haber elegido a la madre de tus hijos para advertirte. Tranquilo te digo. Esto que ha pasado esta noche es un aviso nada mas. Antes de irnos quiero asegurarme de que lo has entendido. ?Nos conoces, verdad?

El hombre asintio nerviosamente.

– Asi esta bien. La ultima vez que nos vimos me parecio que no nos concedias demasiada importancia. Pero olvidemos el pasado. Cualquiera tiene derecho a desbarrar. Tu ya has entendido, ?eh?

El hombre volvio a asentir. Pablo puso entonces el canon sobre su sien y apreto el gatillo. El disparo tiro al hombre como un muneco sobre el cadaver de la mujer.

– Pocos hombres tienen la suerte de morir entendiendo. Este indeseable ha sido un privilegiado, despues de todo -observo desdenosamente Pablo.

– A veces pienso que te gusta -le reproche.

– No pongas esa cara de susto al decirlo, hombre. ?Por que no puede gustarme?

– No hacemos esto porque si. Tenemos razones. Si te gusta puedes acabar haciendolo porque si, y porque si esto es una basura. La mas grande y asquerosa de las basuras. ?No te parece?

– No, mi bondadoso hermano. No hay razones para nada. Si crees en lo que estamos defendiendo con esto hasta el punto de pensar que esto esta justificado por aquello, es que eres aun peor que yo. Puede que tu prefieras disculpar unas cosas con otras, pero dejame a mi preferir que cada cosa se baste a si misma. Un hombre sin conciencia puede ser puro, pero un hombre con la conciencia dividida se arrepiente en el fondo de cada cosa que hace con el beneplacito de esa conciencia. Y yo no quiero vivir arrepentido. Mejor que me castiguen otros, cuando llegue el dia.

– En momentos como este no se si estamos haciendo lo mismo, aunque parezca que estamos juntos.

– Por supuesto, pequeno. No lo tomes en serio. Cada uno tiene su parte. A mi no me importa apretar el gatillo, y eso es bueno para los dos. Gracias a mi, tu no tienes que mancharte las manos. Limitate a seguir pensando en las razones que tenemos y en los hechos necesarios. Hasta ahora no nos va mal asi. En fin, creo que habra un lugar mejor para continuar esta conversacion. Ya sabes que me impresiona la sangre, y ese cerdo esta soltando mucha. Ademas, hemos hecho un poco de ruido. Vamonos.

Corrimos por los pasillos, escaleras abajo, encendiendo todas las luces a nuestro paso porque ya no era preciso guardar esa precaucion. Salimos a la calle y entonces los vimos. Dos hombres que acababan de cruzar la verja. Iban armados y exhibian un gesto de asombro que nuestra aparicion hizo aun mas patente. Pablo no necesito pensar para apuntar hacia ellos. Yo perdi una fraccion de segundo en comprender que algo habia fallado, porque nos habiamos preocupado de asegurar que el viejo vendria solo y que alli no habia nadie antes de que el llegara. En la fraccion de segundo siguiente vi caer a uno de los hombres enfrente y a Pablo a mi lado. Apenas tuve tiempo de rehacerme antes de que el tipo que habia abatido a mi companero me disparase a mi, pero jugaba con ventaja y pude derribarlo de un balazo en el pecho. Me arrodille junto a Pablo. Tenia un tiro en el hombro.

– ?Que te paso? -se quejo, con una sonrisa amarga en el semblante-. ?Tardaste en encontrar un motivo para dispararle?

Tenia razon. El habia cumplido su parte sin demora, liquidando al adversario que venia por mi lado. La tecnica que teniamos ensayada exigia que yo le hubiera cubierto a el a mi vez. Si los dos reaccionabamos con la suficiente rapidez era facil anticiparse a los oponentes, que perdian mas tiempo al apuntar en paralelo. Si uno se retrasaba, el companero quedaba sin defensa. Yo habia llegado demasiado tarde. Al desasosiego que ultimamente me venian produciendo aquellas escaramuzas, se unio un sentimiento de culpa, de deslealtad y de estupidez por mi negligencia.

– Creo que piensas demasiado de un tiempo a esta parte, Juan -se burlo-. Vas a tener que volver a dedicarte a la literatura y dejar esto a los inconscientes.

No sabia que decir. Me sentia equivocado ante mi mismo y ante el mundo y, lo que era todavia peor, tambien ante el.

– Vamos, hombre, que me estoy desangrando -me apremio.

Lo cargue a mi espalda y lo lleve hasta el coche. Luego, mientras yo conducia a toda velocidad por la autopista, sorteando los escasos coches que por ella circulaban, Pablo se mostro inesperadamente locuaz:

– Que sensacion. Deberias hacer que me hirieran mas a menudo. Es como mearse, pero por todo el cuerpo. Muy relajante. Si no fuera por este maldito fuego en el hombro. Dios mio, ?y ahora adonde me vas a llevar? En cualquier hospital harian preguntas. Realmente es todo un problema, mirandolo por ahi. Tendremos que buscar un medico venal, como hacen siempre en las peliculas. Tambien podemos coger uno cualquiera. Primero tendria que curarme, por eso del juramento hipocratico. Luego lo matariamos. Pero tendrias que ser tu, Juan. Habria que aclarar entonces si tenemos suficientes razones, antes de hacer nada.

Verdaderamente no tenia piedad. Tras rozar peligrosamente un par de coches le pedi con rabia:

– ?Quieres hacer el favor de callarte?

– No me digas que tambien has perdido el sentido del humor.

– ?Que quieres decir con eso de tambien? -pregunte, como un perfecto imbecil.

– Que se yo -repuso, riendo de buena gana-. Me estoy muriendo, no me exijas que sepa lo que digo.

Pero en realidad mantenia un dominio casi insultante de la situacion.

Al llegar a este punto mi recuerdo se abreviaba. Encontramos sin mucha dificultad un medico de confianza y

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