no soy lo bastante esnob como para apreciarlo. Mi padre si lo era. Sentia alguna clase de apego enfermizo por Roma y el Renacimiento, y en lugar de limitarse a otras formas de proclamarlo opto por imponer una penalidad a sus hijas. Claudia salio mejor parada, pero yo tuve que cargar con su nombre favorito. La sintesis perfecta. Al mismo tiempo el nombre de la dulce y perfida Borgia y de la casta dama ultrajada por el hijo de Tarquino el Soberbio. ?Sabes quien era Tarquino el Soberbio? Yo no tuve mas remedio que aprenderlo. Oi la historia mil veces. Fijate que es curioso. Al final la perfida y la violada, todo junto, fue Claudia. Toda la vida hemos llevado los nombres cambiados.

Lucrecia parecia hallar un tortuoso deleite en explayarse en dolorosos discursos como aquel, que me apartaban de mi camino y de mis intenciones. Luego se quedaba abstraida, como si yo no estuviera alli.

– En realidad tampoco queria molestarte mas de lo indispensable -ensaye, inhabilmente, para regresar al hilo-. Solo he venido a que me cuentes lo que sepas de lo que hizo en los ultimos meses. De uno u otro modo, puede tener que ver con su muerte.

– Ya se lo conte a la policia -repuso, revolviendose-. Si ellos no han averiguado nada, ?que puedes descubrir tu? ?Y de que serviria que descubrieses nada? ?La vengarias? Esta muerta, eso es todo. De mejor o peor manera ocurre siempre. No me va a consolar que te manches las manos con la sangre de otro pobre diablo como tu. Tampoco lo he sentido demasiado, lo de Claudia, quiero decir. Llore un poco, tres o cuatro dias. Quien mas, quien menos, todos esperan que llores. Luego me quede sola con el recuerdo intimo que me quedaba de ella. Toda la vida enfrentadas, sin piedad por su parte ni por la mia. Una ninez en la que intercambiamos crueldades y envidias: ella era la preferida de mi padre y a mi me protegia mi madre. Una juventud de continua y encarnizada rivalidad, hasta que me proporciono a la vez la afrenta y el triunfo de mezclarse con vosotros. Y desde ahi, la separacion y el desprecio mutuo. El ultimo ano no fue mas que una especie de obligada comedia. No, no puedo decir sinceramente que la eche de menos. Lo que le paso es horrible, pero no siento la necesidad de que el culpable encuentre un castigo especial y distinto del que le traera la vida sin que nadie la ayude.

– Yo no puedo conformarme con eso, y quiza pueda encontrar lo que la policia no encuentra. Para empezar, puedo mirar donde a ellos no se les ocurriria mirar -aduje, pero percatandome de que eran debiles argumentos para ella, anadi-: Y hay algo mas. Es posible que haya mas gente en peligro. Tu, por ejemplo. Quiza merezca la pena investigar para evitar otros disgustos, si esta en nuestra mano.

– ?Verdaderamente crees eso? No entiendo por que habria de pasarme a mi nada. Yo no tengo nada que ver con vosotros. A no ser que sepas algo mas de lo que dices saber.

No era cuestion de sincerarse con ella. Adopte una actitud falsamente meditabunda y aparente entregarme por unos segundos a un arduo ejercicio de evocacion.

– Cuando uno regresa al cabo de tanto tiempo -empece a decir, despacio-, no tiene mas que los recuerdos para enfrentar el presente. Y mis recuerdos no me permiten descartar ninguna posibilidad. Menos aun que otras la de que algo pueda amenazarte a ti, que eres su hermana y la has visto a menudo en los ultimos meses. No se ni sospecho nada en concreto; por eso temo todo en general. Aunque pueda parecerte extrano necesito tu ayuda para saber donde estoy y de que o de quien tengo que guardarme. O tenemos que guardarnos.

– Vaya, si lo que pretendes es asustarme, creo que empiezas a conseguirlo. Otro dia no te dejare seguirme por los pasillos ni irrumpir en mi despacho como hoy. Tendras que pedir cita y venir acompanado por un guardia.

– Tal vez no necesites precipitarte a sacar esas conclusiones. No pierdes nada probando a ayudarme.

– No estoy segura de eso. ?Que quieres saber exactamente?

– Todo lo que puedas decirme. Cualquier detalle puede ser importante. ?Donde la llevaste, despues de la muerte de Pablo?

– Eso no creo que pueda darte ninguna pista. La lleve a Chinchon, a una pequena casa de pueblo que compre hace anos. No esta demasiado acondicionada, pero alli pudo pasar la peor epoca sin que nadie la molestara. Los vecinos son todos gente del pueblo y no podian saber nada de ella. No creo que ocurriera alli nada digno de mencion. Yo iba a verla todos o casi todos los fines de semana y saliamos a pasear por el pueblo o nos alargabamos en el coche hasta Toledo o Aranjuez. Le gustaba especialmente Aranjuez. Alli me hablaba mas de ti que de Pablo, por cierto, lo cual era mas bien extrano en esa epoca en que acababa de enviudar. Nunca nos encontramos a nadie ni ella me conto que le hubiera sucedido algo de ese estilo cuando yo no estaba. Si acaso al reves; alguna vez me comento lo agradable que era no ver a nadie conocido.

– Chinchon -pense en voz alta-. Habia imaginado otro sitio, cuando me dijo que se habia mudado a las afueras.

– Claudia siempre tuvo un modo peculiar de referirse a las cosas. Quiza era esa la raiz de los malentendidos en que se veia envuelta.

– ?Y despues?

– Despues volvio a jugar, en su linea acostumbrada. En cuanto se le paso un poco la impresion empezo a sentirse encerrada y quiso salir. Naturalmente, yo no era quien para impedirselo. De esa segunda fase se bastante poco. Cada semana recibia una postal. Una semana era de Venecia, la siguiente era de Valparaiso y la siguiente de Viena. La ruta que podia trazarse uniendo los lugares indicados por las postales era verdaderamente demencial. Podia hacer diez mil kilometros para volver a los cuatro dias a un punto a cincuenta kilometros del de partida, y una semana despues se iba otra vez hasta el otro extremo del mundo. Yo no entiendo demasiado la mania de viajar. Padeci un espantoso verano en Edimburgo por el empeno de mi padre de que aprendiese ingles y otro, aun mas infernal, recorriendo Italia, tambien por deseo de mi padre, naturalmente. Aparte de eso y de algunas visitas a la familia de mi madre, en Lyon, he pasado alguna vez a Andorra, o a Portugal, a comprar baratijas. Los veranos voy a Alicante o a Santander o a ninguna parte. Desde mi modesta experiencia, el alarde viajero de mi hermana no me parecio mas que otra de sus costosas extravagancias. No puedo saber a quien vio durante sus correrias, pero me atrevo a apostar que se dedico a coleccionar gente nueva. Tu la conocias, y puedes imaginarla entregada a sus ansias de fuga. Hubo algo que me sorprendio, sin embargo. Un dia aparecio en casa, escoltada por un danes de dos metros, rubio como el sol y cuadrado como un furgon de reparto. Me lo presento como Erik o Gustav y me aseguro que si se descuidaba acabaria casandose con el. Mi hermana era experta en deshacerse de todos sus entretenimientos, asi que verla encadenandose a uno de ellos me produjo la inevitable sensacion de que algo se estaba estropeando dentro de su cabeza. La crisis no se demoro mas alla de cuatro o cinco postales desde otras tantas playas remotas. Cuando volvi a verla tenia aun rastros de una magulladura en la cara y Erik o Gustav habia desaparecido. Me desoriento con una serie de lamentaciones embarulladas y a las dos semanas volvio a coger la maleta. Desde la semana siguiente empezaron a llegarme con regularidad breves cartas, en lugar de la consabida postal, y siempre desde el mismo sitio: Biarritz. No hara falta que te diga que en mi modesta opinion mi hermana heredo el esnobismo de mi padre.

– ?Que te contaba en las cartas? ?Vivio con alguien alli?

– En las cartas no me contaba nada. Eran pequenos pensamientos estupidos o absurdos, impersonales, que creo que me enviaba no porque tuvieran nada que ver conmigo, sino por alguna especie de mezquina crueldad. Fue luego cuando supe con quien estaba viviendo.

– ?Y quien era?

– Llamale Johnnie Walker, para simplificar.

El chiste era dudosamente oportuno, pero sonrei para que se confiara. En aquel momento yo aun no sabia, aunque posiblemente debia haberlo sospechado, que Lucrecia ya se habia decidido por si sola a confiarse, y que igual que habia decidido aquello podia haber decidido lo contrario y, en ese caso, nada de lo que yo pudiera hacer habria bastado para disuadirla. Procuraba aprovechar cuanto decia y animarla a decir mas, sin percatarme de que, igual que me habia sucedido con Claudia, me hallaba ante una mujer cuyos actos no podia determinar. Una mujer que podia ser tanto mi aliada como mi adversaria, pero siempre al margen de mi. No pense, y tal vez ya no era demasiado pronto para que me hubiera dolido pensarlo, que con aquella mujer, en cualquiera de las hipotesis que mi fantasia concibiera, en cualquiera de las circunstancias que la realidad autorizase, estaria siempre tan irremediablemente solo como lo habia estado con su hermana.

– ?Cuando te enteraste de que bebia?

– Me enviaron una carta muy amable y discreta desde su hotel. Puede hacer tres o cuatro meses de esto. Me informaron de la mejor manera posible de que Claudia habia sido encontrada de madrugada, andando a cuatro patas por la playa y al borde del coma etilico. Me daban las senas del hospital al que la habian llevado y me recordaban que su documentacion, su talonario de cheques, sus tarjetas de credito y el resto de sus efectos personales estaban a mi disposicion en el hotel.

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