todavia hoy, Ahumada seria un adelantado a su tiempo, en punto a la proteccion y respeto debido a los privados de libertad.
Por lo demas, el servicio, en el que los guardias habian de compartir las mismas fatigas que los penados (o mas, como muestra el caso de unos guardias que conduciendo a un octogenario desfallecido a la altura de Galapagar, lo acabaron cargando a hombros), ademas de vigilarlos y defenderlos si era menester, dio no pocos sinsabores a los miembros del cuerpo. Las fugas se castigaban severamente, con el arresto inmediato del agente responsable en el mejor de los casos. Para prevenirlas, los guardias acabaron recurriendo a diversas astucias. La mas famosa de ellas, despojar a los reos de cintos, tirantes y hasta botones, para que no pudieran caminar sin sostenerse los pantalones con las manos, lo que impedia el braceo inherente a la carrera, so pena de verse trabados por los tobillos por la prenda en cuestion.
Otros servicios de mayor lucimiento y prestigio prestados por los guardias fueron el socorro de naufragos (como los de la goleta inglesa Mary, embarrancada en la desembocadura del Guadalquivir el 9 de abril de 1848), entre otros muchos de indole humanitaria, con ocasion de incendios, inundaciones y otras catastrofes. De su significada actuacion en este campo acabaria sacando el famoso apelativo de
Pero volvamos a lo que puede considerarse como la mision principal de la Guardia Civil en este periodo inicial, o al menos, la que, segun se desprende de todos los textos fundacionales, influyo de forma mas determinante en su formacion: la seguridad de los caminos y la lucha contra el bandolerismo. Hay que comenzar diciendo que el del bandolerismo espanol es un fenomeno complejo, tan popular (y hasta celebre) como superficialmente conocido. En su genesis influyen una serie de factores, algunos digamos
Pero ademas de todo esto, existian razones mas oscuras, en las que entramos de lleno en las motivaciones puramente
Ya lo fueran en sentido propio o respondiendo a este mecanismo reflejo, en cualquier caso los bandoleros suponian en Espana una calamidad publica de primer orden, por el dano que producian a la economia del pais pero tambien a la integridad y la dignidad de las personas. No solo eran violentos sus robos, con rotundas tecnicas de intimidacion que buscaba anular a sus victimas; aprovechandose del miedo que infundian, y de la impunidad de que gozaban, se servian de la fuerza para tomar por ella otros objetos de su codicia. No era nada infrecuente, mas bien al contrario, que las mujeres sorprendidas por los bandidos en los caminos, o en los cortijos y las casas rurales aisladas, se vieran obligadas a satisfacer otro tributo, que servia para que el maton de turno calmara sus muy viriles ardores.
Como ya anticipamos, los criminales camineros pudieron intuir muy pronto que con la llegada de los guardias civiles su epoca dorada tocaba a su fin. Uno de los primeros avisos lo recibieron en la carretera de Extremadura en la noche del 7 al 8 de diciembre de 1844. Llegando la diligencia de Talavera de la Reina al termino de Arroyomolinos, fue asaltada por un grupo de siete bandidos que obligaron a desenganchar las caballerias y amordazaron y vejaron a los viajeros. Cuando se daban a la fuga con el botin, fueron interceptados por una patrulla de guardias civiles, que los estaban aguardando. Viendo que tenian obstruido el paso, lucharon. Los cadaveres de seis bandoleros quedaron tendidos sobre el camino y el septimo cayo prisionero. Para ejemplo, el jefe politico de Madrid dio orden de que el carro con los cuerpos sin vida de los malhechores recorriera las calles de la ciudad escoltado por los guardias. La impresion fue memorable, y el alborozo entre arrieros y mayorales de diligencias, tan irrefrenable como entusiasta.
Hacer un repaso de todas las acciones y partidas desmanteladas en este decenio de 1844-54, o aun de una muestra escogida de ellas, excede de las dimensiones de este libro. Baste decir que cayeron una a una todas las «gavillas» (como tambien se las llamaba) que se habian ensenoreado de las carreteras, tanto principales (las seis radiales, sobre cuyo trazado se hicieron luego las actuales autovias) como secundarias. Por ejemplo, el clan de los Botijas, que controlaba implacablemente el paso por Despenaperros, en la carretera de Andalucia, o la banda que sembraba el terror a la altura de El Molar, en la de Francia. Para ello, los guardias combinaron toda suerte de tecnicas, desde aguardar al acecho a los bandoleros en los puntos donde solian atacar, hasta viajar escondidos en las propias diligencias. Con frecuencia debian entrar en combate con los criminales, nada dados a rendirse a la autoridad, y a menudo, por lo autoridad, y a menudo, por lo primitivo de su armamento de fuego, se luchaba cuerpo a cuerpo. No pocas muertes de bandidos por «estocada», es decir, por herida de arma blanca, registran los partes de la epoca.
Como ejemplo notable de todas estas acciones podemos reconstruir la singular historia del verdadero Curro Jimenez, el