que rodear por la calle de atras.
Y enseguida, mas alto:
– ?Te seguimos, capitan!
Vamos en fila india. Yo el ultimo. Un, dos. Un, dos. Un poquito de cuesta, y luego torcer a la derecha. Lo sabia. Era exactamente por donde yo me habia imaginado la entrada al palomar de los vecinos de arriba.
Senti un roce en el hombro.
– Se ha quedado dormido, Bruno. ?Que hacemos? ?Te has dado cuenta de la hora que es?
– No te apures, mujer. Acuestate ya si quieres, que yo me ocupo.
– Es que ha sido un dia de mucho trote. Me duele la espalda.
– Tranquila, reina. Lo acompano y enseguida vuelvo. Buenas noches.
Unos pasos que se van. Abri los ojos despacito, los parpados eran un telon de seda. Extraneza ninguna. Paz. El ogro, la princesa y la libelula me rodeaban desmayados sobre la alfombra. Un sabor dulce en la boca. El plato donde me trajeron la tarta de queso estaba vacio a mi lado. Me habia quedado dormido con la cabeza apoyada en el asiento de un sillon y en el techo se veian estrellas al otro lado de un cristal en rampa. Me acordaba de todo. La ultima vez que mire ese cristal, todavia no era de noche, y yo venia de una excursion sin guia por un territorio lleno de sorpresas. Ni Elsa ni Bruno me habian hecho apenas caso, como me prometieron, pero tampoco me prohibieron nada, asi que la casa me la aprendi de memoria. Resulto ser un espacio raro, de los pequenos que parecen muy grandes. Desigual, con salientes, entrantes y medias paredes. Desde ningun sitio se veia todo. Tenia un escalon en la mitad y tambien rincones tapados con cortinas o biombos. Pero solo una puerta visible: la del cuarto de bano. Luego de repente encontre otra en la esquina de aca, donde se acababa la casa. Una puerta disimulada. Y eso ya fue un absoluto pire. Nadie noto que la habia descubierto y di por acabada la excursion; ya no me cabia mas paisaje dentro y me temblaban un poco las piernas. Me sente en la alfombra a hacer como que jugaba con las marionetas y a comerme la tarta, pero tenia las pilas de la cabeza a tope y no podia dejar de mirar de reojo aquella esquina. Al principio no parecia puerta. Tenia clavado un tapiz que hacia juego con el de casa, solo que en vez de la bailarina era un enano jorobado con gorro en punta y cascabeles en los pies el que hacia piruetas. Pero los senores bebiendo eran los mismos, sus botas, sus sombreros, todo igual. Estaba mal cerrada y me habia atrevido a asomarme por la ranura. Claro: la escalera que llevaba al pasillo de abajo. Aunque estaba oscuro la vi.
Me comi la tarta, diciendo todo el rato: «Fu, fu, fu, fu, mucha calma, el secreto esta en el alma.» Pero cerraba los ojos y veia estrellitas de esas que duelen, como cuando te has caido y de tanto susto todavia no sabes si te has hecho sangre o no. Ya no me acuerdo de mas. Me quede grogui.
– Lo siento, Baltasar, hijo. Pero es muy tarde y tienes que irte. Se van a asustar en tu casa.
Ahora estaba encendida una lamparita sobre un banco de carpintero que habia a la izquierda. Me puse de pie.
– ?Puedo venir mas veces?
– Claro, siempre que quieras.
Entonces fue cuando vi el retrato de Maximo encima del banco de carpintero. Era bastante grande, con marco. Pero Maximo estaba disfrazado de un poco mayor, con bigote y peinado de otra manera. Llevaba un jersey negro de cuello alto. No podia dejar de mirarlo.
– Es mi hijo Gabriel -dijo Bruno-. ?Te ha gustado la historia de la libelula?
– Si.
– Pues el la ha escrito. Escribe todas las historias para nuestro espectaculo y nos las manda. Es el alma. Sin el no hariamos nada. Tambien dibuja los figurines.
– ?Y donde esta?
– En Italia. Antes vivia aqui con nosotros y nos ayudaba en todo, pero ya lleva fuera algunos anos. Se canso.
– ?Y no viene?
– No. Vamos nosotros. Anda, ponte el jersey, que se ha hecho muy tarde. Yo te acompano.
– No hace falta. Se ir solo.
– ?A estas horas? Ni hablar. No te dejo salir solo. Luego te pierdes ?y que?
Se quedo pasmado al verme cruzar la habitacion decidido, sin volver la cabeza.
– ?Espera! ?Adonde vas por ahi?
– Al tapiz. Quiero bajar por el tapiz. Lola baja por el tapiz.
Me levanto en brazos y me apreto fuerte contra el. Creo que temblaba un poco.
– ?Dios mio, Baltasar! ?Que susto se va a llevar tu madre!
Yo me agarre a su cuello. Olia a tabaco de pipa aquel escondite. Subi un poco los labios y le pregunte al oido:
– ?Eres algo mio?
– Tu amigo mayor -dijo serio-. Es importante tener un amigo mayor, ?sabes? Yo ahora ya no tengo ninguno porque se murieron.
Me escurri de sus brazos y le pedi con un gesto que diera la luz. La llave estaba a la derecha del tapiz y era abultada, con una lagrima de oro, como la nuestra: yo no llegaba. Alargo el brazo y se ilumino el tramo de escalera. La puerta chirriaba al abrirse.
– ?No tienes miedo de bajar solo?
– No.
– Pues mira, son veinticuatro escalones, ?sabes contar?
Le ensene dos veces las manos abiertas y luego la derecha, escondiendo el pulgar.
– Diez. Diez. Y cuatro.
– Eso mismo. Si al llegar al ultimo escalon, empujas y no cede, le das hacia la derecha a un pasador que hay. Corre muy suave y creo que alcanzaras. ?Entendido?
– Si, es facil.
– En caso de apuro me llamas. Me quedo aqui esperando. Hasta pronto, Baltasar. Eres muy valiente.
Le dije adios y baje corriendo. Todo recto. No habia curvas ni tuve que pedirle ayuda porque alcance al pasador. Y ya nada, terreno conocido.
Estaba encendida la luz del pasillo. Respire hondo al salir del tapiz y luego torci hacia el reino de Fuencisla, que es de donde venian los ruidos.
Estaban en la cocina y hablaban bastante alto. Las unicas voces que no oi fueron las de papa y Maximo.
Pedro hablaba muy enfadado y parecia estar rinendo a mama. Ya otras veces la habia renido, porque, segun el, me educaban mal:
– La culpa la tienes tu, ?si!, ?tu!…, y no digamos el, que no le haceis ni maldito caso al nino. Ya era hora de que le contarais las cosas como son, que yo creo que no habla del lio que tiene. ?A que hora habeis llegado de Madrid?
– ?No me hables asi! No me acuerdo.
Fuencisla lloriqueaba.
– Yo voy a salir a buscar al nino -dijo Lola-. No le puede haber pasado nada. Igual esta con Maximo.
Pero el brazo de Pedro la detuvo, como una barrera, cuando iba a ponerse de pie.
– ?Tu quieta! El que tiene que salir a buscarlo es su padre. ?Donde esta, por cierto?
A mama se le notaba la voz de esa nina que es algunas veces.
– Hoy duerme en la otra casa -contesto con apuro.
– ?Ah, si? Pues dame el telefono, y si no, lo busco yo en la guia y se acabaron las contemplaciones. Te guste o no, hay que avisarlo. Baltita es su hijo. Y se ha perdido.
Fuencisla fue la primera que me vio parado alli en la puerta de la cocina. Habia llegado pisando despacio. Pego un grito.
– ?De donde sales, criatura? ?Se puede saber?
Todos me estaban mirando mudos. Habian soltado demasiados secretos.
– Del tapiz -dije muy clarito sin moverme-. Me han dado de merendar los de arriba.
No se si se asustaron mas de lo que habia dicho o de que hablara. Pero la verdad es que se quedaron de piedra. Me habia convertido en un heroe inquietante.
A la semana siguiente, empece a ir al colegio.