rivales. Una hora despues entro en mi busca Tete, palido y excedido por la recien descubierta autoinmolacion de su papa. Tal y como me habia dedicado a ensayar en esos sesenta minutos eternos de meditacion, puse la mano sobre su hombro, le hable de la responsabilidad politica e historica que le correspondia aceptar, del poder que era ahora de el y de sus dos socios, y le sugeri que me diese carta blanca para resolver la crisis. Me consta que nuestra aventura neoyorquina pesaba en el cuando, bajando la vista, asintio.

Siguiendo mis ordenes, los Pumas Negros no acuchillaron, no ametrallaron y no bombardearon; se limitaron a recorrer los barrios obreros secuestrando ninos elegidos al azar y depositandolos en un pequeno campo de futbol al aire libre que, a pesar de su caracter de recinto insolito para estos menesteres, elegi por su perfecta visibilidad desde todos los puntos de la ciudad. Acatando, como buen cristiano, las ensenanzas del Nuevo Testamento en general y del episodio de Herodes en particular, ordene que los diez primeros ninos fueron ahorcados de la grada mas alta. Los verdugos no les ataron las manos -lo que confirio al inutil combate contra la asfixia una conveniente espectacularidad-, pero si cubrieron con capuchas sus rostros: de esta forma, los rasgos eran irreconocibles; o, dicho de otro modo, podian ser los de cualquiera de los secuestrados. El espectro de esta loteria macabra e inmisericorde -pues en ningun momento dejaron los Pumas Negros de alimentar, como un mecanismo indiferente, las sogas mecidas al viento- recorrio con inusitada rapidez las filas de los rebeldes. A mediodia, todos los civiles armados sabian que sus hijos podian hallarse en la escalinata del patibulo; a primera hora de la tarde, una comision negociadora enarbolo desesperada bandera blanca y suplico una audiencia que solo concedi dos calculadas horas despues para hacerles saber que los ahorcamientos finalizarian unicamente cuando la ciudad recuperase la calma y se hubiesen entregado setecientos ochenta hombres, diez por cada uno de los soldados caidos en las refriegas. Por la noche la ternura paternal se habia impuesto sobre las inconcretas reivindicaciones socializantes, y con las primeras luces del alba los rehenes infantiles fueron canjeados por los setecientos ochenta hombres y mujeres que por no haber sido mas prestos en la rendicion llevaban sobre sus conciencias el peso de ciento setenta ninos muertos, pues la efectividad de la victoria me habia recomendado no relajar el ritmo de los ahorcamientos hasta que los represaliables exigidos, y ni uno menos, se encontrasen arrodillados sobre la grava del patio ante las bocas de las ametralladoras. Apenas veinticuatro horas despues del suicidio del Viejo Larriguera, la paz se habia restablecido, y el silencio que flotaba sobre la ciudad me saludaba -a titulo intimo y personal pero, te lo aseguro, de sobra gratificante- como incontestable ganador de la partida. El flamante triunvirato en el poder me encomendo, a la vista de mi demostrada capacidad resolutiva, la reestructuracion de la seguridad del Estado; insistiendo en mis sagradas demandas de anonimato, acepte el encargo: a partir de ese instante, nadie mas iba a echarme de casa. Y como primera medida, me impuse el reto de una represalia que desalentase futuras tentaciones revolucionarias.

Setecientas ochenta almas, setecientos ochenta cuerpos con sus piernas y manos para aplastar y sus visceras para

Tres golpes suaves, casi timidos, sonaron en la puerta del compartimiento.

– ?Luis? Soy Roberto.

Ferrer cerro el manuscrito, lo deposito sobre la mesa y se levanto para abrir; a medio camino, una cautela repentina le hizo retroceder y ponerlo boca abajo para preservar el titulo y la portada de miradas indiscretas. Pareciendole aun insuficiente, lo penso mejor: vacio la pequena mochila con elementos de aseo que le habia suministrado un soldado al subir al tren y, antes de abrir la puerta, oculto en su interior el manuscrito.

Soas sonreia en el pasillo con una bandeja en las manos.

– He traido un poco de cafe. Hora de desayunar.

– ?A las cuatro y pico de la madrugada?

– En el Caribe amanece sobre esta hora… ?Ves?

Soas senalo hacia el exterior; Ferrer, siguiendo su indicacion, miro a traves de la ventanilla: al otro lado, la noche comenzaba a disolverse pausadamente.

– Espero que te guste solo, malo y aguado. Es lo que dan de si la cafetera y mi habilidad.

Era una broma de puro protocolo; Soas ni siquiera sonrio al decirla y, apenas la hubo pronunciado, se sento y adopto un tono serio.

– Estaria bien que hablaramos cinco minutos con calma, antes de tu cita con el Enemigo Publico Numero Uno.

– ?Opinas eso de Leonidas?

– Es una forma de hablar. Yo, precisamente, soy uno de los que mas lo han defendido. Entiendeme, su causa y sus reivindicaciones, los derechos de los indios. No su lucha armada. No hay forma de que entiendan que les estamos ofreciendo una fortuna por largarse. Y un sitio de puta madre donde ellos quieran.

– ?Eso es asi de verdad o es propaganda?

– Te lo garantizo. Mira… Indios que vivan en la Montana deben quedar, hablo desde que yo estoy al mando de esta empresa, desde principios del noventa, cuatrocientos, quinientos, mil como mucho. Un tercio de ellos, gente mayor. Y ninos otros tantos. Por lo que yo se, que, ojo, no lo he visto, solo lo he oido, viven en algun poblado perdido de su famosa Montana.

– Eso me interesa. Lo de que desaparecen.

– Leyendas. Como las que hablan de su fabuloso tesoro. ?Las has oido?

– Todo el mundo las ha oido -dijo Ferrer mientras pensaba: «e incluso los coroneles se empenaron en buscarlo. Y los indios les declararon la guerra por eso». Pero prefirio callarselo; los datos del manuscrito eran un comodin que preferia seguir manteniendo oculto-. ?Que hay de cierto en ellas? Porque se remontan a la epoca de los conquistadores.

– Mira, Luis, aqui el unico tesoro que hay es esto -y volvio a senalar hacia el exterior: el tren atravesaba ahora una llanura de lejanos horizontes rojizos a causa del sol naciente-. Tierra, paz, clima… Yo lo llamo materia prima. Y no es propaganda. Cuando lleguemos a la Montana y veas lo que vamos a hacer alli, me entenderas. La Leyenda de la Montana va a ser uno de los complejos turisticos mas lujosos del mundo. Pero -levanto, solemne, el dedo indice- esta en nuestros estatutos respetar la Naturaleza. ?Sabias que nuestras instalaciones van a funcionar con energia solar? Respetar la Naturaleza y el entorno humano. Pregunta en Leonito a quien quieras: todos estan locos por que se inaugure, saben la cantidad de puestos de trabajo que va a generar. Este pais es otro, Luis. Hay democracia. Y la democracia va a durar muchos anos, en cuanto entran capitales solidos en estos paises se terminan los golpistas. Aqui vamos a montar una competencia directa para Costa Rica, ya lo veras. Todo, claro, si Leonidas se aviene a razones.

– ?Que alega para no querer irse?

– Eso. Que no quiere irse. Que el y sus indios estan bien alli.

– Vamos a ver -Ferrer hizo una pausa para trazar un esquema mental-. Corrigeme si me equivoco… Por lo que yo se, habia una guerra de guerrillas. Hablo antes de la democracia.

– Justo, entre los coroneles y los indios. Pero se trataba, sobre todo, de una situacion enquistada llena de rencor, demasiado rencor. Ten en cuenta que se hicieron muchas salvajadas por ambos bandos. Pero entonces Leonidas no era aun el jefe. Aparecio hace relativamente poco, mas o menos a la vez que triunfaba la revolucion, puede que un poco despues. Ahora bien, cuando los coroneles tuvieron que largarse y La Leyenda vio por fin la luz verde, el primer paso fue negociar con los indios. Los malos de la pelicula ya no estaban. Llegaban nuevos tiempos para todos. Pero entonces aparecio Leonidas, dispuesto a dar guerra, y nunca mejor dicho. Probablemente era un resentido con cualidades de lider. Habria perdido a los suyos y buscaba venganza, yo que se… Pero convencio a los indios para ponerse de su lado. Atento contra las obras, contra los obreros… Y no te voy a ocultar que se montaron operativos para darle caza a vida o muerte. Ya con la democracia aqui. Pero no hubo forma. Has visto su ultimo golpe, el secuestro del consejero Arias. Y la bombita en la fiesta para acojonar.

– El secuestro si, pero su puesta en libertad tambien. Eso anuncio hace -Ferrer consulto su reloj- casi cinco horas. Entonces, ?en que quedamos? ?Quiere negociar o no?

Soas volvio a suspirar.

– Soy de los que quieren creer que si. Por eso voy contigo a la Montana. Para ver si tambien puedo hablar con el. Mejor voluntad por mi parte… Porque no se si sabes que ya hay un sector del grupo financiero que quiere mandar La Leyenda a tomar por el culo.

– Ahi esta: una escision.

– Tu lo has dicho… Tienen un sitio cojonudo en Santo Domingo para montar una cosa parecida y alli no hay

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