que.
Ferrer hizo un gesto de fastidio que Laventier se apresuro a atajar.
– Mientras tanto -dijo-, es necesario que sepa usted algunas cosas de mi estancia en Leonito. Cuando aterrizo el otro dia su avion de Madrid, yo llevaba ya algunos meses aqui. Recuerdo que el primer dia de estancia senti una vaga sensacion de ridiculo. «Bien», parecia decirme una voz desde el fondo de mi ser. «Ya estas aqui. ?Y ahora que? ?Por donde vas a continuar?»
– ?Y por donde continuo?
– Decidi sentarme a esperar; imaginaba que Lars daria el siguiente paso, como en efecto hizo: me envio un album de fotos. Uno clasico, de tapas en piel, lleno de imagenes tipicas de familia: celebraciones, bautizos y bodas, fiestas navidenas y de verano… Todo eso.
– ?Dice que se lo envio?-Si, con un mensajero.
– ?Y no le inquieto saber que Lars lo tenia localizado?
– ?No, por favor! ?Lo que me habria inquietado es lo contrario! Imaginese, si despues de todo el sufrimiento desencadenado por el manuscrito llego a Leonito y Lars no da senales de vida. La sensacion de broma macabra habria sido insoportable. Pero sabia que todo era cierto desde que exhume los restos de Florence del pozo de Loissy. Monstruosamente cierto…
– Me estaba hablando del album -atajo Ferrer el asalto de tristeza que se apoderaba de los rasgos del frances.
– Si -se concentro de nuevo Laventier-, lleno de fotos que iban componiendo una biografia. La de un hombre al que primero veiamos de recien nacido, de nino, de joven, en el colegio, etc…
– ?Alguien que usted conocia?
– No. O mas exactamente: si, pero aun no cai en la cuenta. Eran las fotos de la ninez y juventud, pues el album llegaba aproximadamente hasta sus treinta anos, de Oscar Fiorino.
– ?De quien?
– Oscar Fiorino -repitio Laventier, endureciendo las mandibulas; Ferrer penso que su pregunta le habia enfadado de veras-. ?Es que no recuerda quien es?
– Puede que salga en el manuscrito de Lars. Pero ahora mismo…
– Es el infeliz que se arrojo al metro de Paris cuando, sin sospechar lo que hacia, le dije aquellas palabras terribles, «helado de menta y canela». El hombre que se mato por mi culpa -concluyo gravemente Laventier. Por el fuego que asomo un instante a su mirada, Ferrer supo hasta que punto habia destrozado al frances creerse responsable del desencadenamiento de aquella muerte tragica, absurda y caprichosa. Solo pudo responder una palabra: -Disculpeme.
Laventier asintio con un gesto y prosiguio: -El paquete no traia carta explicativa alguna. Solo las palabras «Album familiar de Oscar Fiorino» dibujadas a mano en la portada. Cinco palabras que fueron mas efectivas que la peor atrocidad minuciosamente detallada. En el interior, cada pagina traia seis fotos cuadradas, cada una con su pie de pagina: «Oscar primer dia de colegio. Santiago, septiembre 1946», «Oscar y amigos, verano 53, Valparaiso»… Recuerde que Fiorino era chileno… Y asi todo: cosas cotidianas, nada anormal. Por supuesto, estudie las fotos obsesivamente, durante semanas, como si entranaran algun mensaje oculto. Llegue a memorizarlas, a detenerme horas ante cada una de ellas tratando de adivinar la psicologia de los personajes que acompanaban a Fiorino, o los sentimientos que experimentaba el en cada uno de aquellos instantes congelados por la camara. Hice sin saberlo, y lo que es peor, sin sospecharlo siquiera, justo lo que Lars queria: empaparme de la biografia de aquel desgraciado. Al finalizar el album aparecia ya haciendo sus primeros pinitos teatrales, y cortejando a una chica rubia muy guapa, obviamente su novia… Algun tiempo despues, tiempo en el que, lo reconozco, no hice otra cosa que esperar y esperar, sin tomar iniciativas de ningun tipo, llego la segunda parte de la biografia de Fiorino, el segundo album. Asi se llamaba, «Album familiar de Oscar Fiorino II», aunque la primera imagen presagiaba lo mas siniestro. Era la unica foto sin texto al pie, pero la reconoci de inmediato, como la reconoceria usted ahora y como la reconoceria cualquiera: el bombardeo del Palacio de la Moneda de Chile durante el golpe de mil novecientos setenta y tres. Fiorino fue detenido ese mismo dia, y Lars lo eligio, junto a otros, para poner en practica el experimento que concluiria tragicamente en el metro de Paris, casi veinte anos despues.
– ?Como sabe todos esos detalles?
– Porque los pies de foto del segundo album venian escritos de puno y letra por Lars. Iban explicando la vida de Fiorino en el centro de detencion, su calvario inimaginable. Se trataba, y me repugna decirlo, de un catalogo completo, matizadisimo, artesanal, de los pasos que un torturador profesional debe seguir para destruir, animica y fisicamente, a su victima. Alli estaba todo: las brutalidades y las aberraciones corporales, el permanente ensanamiento vejatorio sobre el espiritu… el dolor infinito de todo el ser: alaridos captados por la camara en su momento algido, carne renegrida por los golpes, espaldas convertidas en llagas a causa de los latigazos, testiculos hinchados como melones por suplicios que sigo siendo incapaz de sospechar. A todo ello, creame, lo hacia mas pavoroso la baja calidad fotografica, el pensar que mientras todos esos horrores eran aplicados a un ser humano habia otro ser, a pesar de todo tambien humano, haciendo fotos tranquilamente, como si fuera un trabajo de oficina. Al principio me estremecio pensar que Fiorino habia sido sometido a todo eso solo para poder elaborar el album que luego se me iba a mandar; en definitiva, que hubiera sufrido asi por mi y para mi. Pero luego comprendi que no, que las fotos eran del ano setenta y tres y siguientes, y que Lars, entonces en la cumbre de su gloria, no podria haber previsto con tanto tiempo de antelacion la visita que iba a realizarme lustros despues. De todas formas, es aun peor: las fotos, tuve que deducir entonces, se hicieron efectivamente con la intencion de realizar ese catalogo, un cursillo para torturadores con apoyo grafico, ilustraciones y hasta recomendaciones medicas para mantener a la victima consciente en medio del dolor. En el album iba visualizandose el progresivo quebranto de Fiorino: el fisico, pues estaba asombrosamente delgado, debil hasta no poder tenerse en pie, entumecido por las ataduras permanentes, y el espiritual, sobre todo el espiritual, perceptible en la unica fotografia de su mirada que se incluia: ojos extraviados de horror, liberados durante un segundo, exclusivamente para la ocasion, de la venda que en todo momento le cegaba. Tres anos duro la reeducacion de Fiorino, pues asi, reeducacion, la llama Lars en el catalogo: su confesado objetivo ultimo no era el dolor por el dolor ni la tortura por la tortura, aunque el mismo apunta la conveniencia de que quienes aplican los castigos disfruten realmente provocando dolor. «Los verdugos ideales son aquellos que se excitan ante los gritos y los sollozos de angustia, los que eyaculan, imparables, sobre las heridas todavia frescas del gimiente», dice en uno de los comentarios al margen. Pero el objetivo ultimo era esa reeducacion siniestra. Hay una foto diabolica en la que un hombre de Lars, sonriente e impecablemente trajeado como si estuviera en un anuncio de television, susurra algo al oido del guinapo humano en que habian convertido a Fiorino. Aprendi de memoria el pie de esa foto. Dice: «Instructor introduciendo el Codigo Secreto en el sujeto», «codigo» y«secreto» con la inicial en mayuscula… ?Adivina a que codigo se refiere?
– Lo siento, pero no…
– ?«Helado de menta y canela»! ?Es obvio! ?Comprende, Ferrer? Al susurrarle esas palabras, al «introducirle el codigo», sus verdugos le hacian saber tambien que, aunque ahora le permitiesen salir a la calle, estarian siempre sobre el, permanentemente, vigilandole el resto de su vida, listos para castigarle de nuevo. En la mente de Fiorino, las palabras «helado de menta y canela» suponian la inminencia del regreso al centro de detencion. El retorno al infierno. Por eso se tiro al metro sin dudarlo. No soporto la idea de que sus verdugos comenzasen a torturarle de nuevo. El terror seguia siendo obsesivo, era el eje principal de su vida. ?Y habian pasado veinte anos! Supone… Supone…
– La demostracion de que la tecnica de Victor Lars funciona -dijo Ferrer con voz queda.
Laventier suspiro, desolado.
– Si, exacto. Ni mas ni menos.
Los dos callaron un segundo denso. Laventier continuo:
– En el resto del album se mostraban los anos posteriores de Fiorino: tras un tiempo sumido en la depresion volvia al trabajo teatral; vienen fotos de una obra que escribio y dirigio en el ochenta y tantos, vienen imagenes de su exilio en Paris, de sus nuevas amistades, de su nueva vida en suma. De lo que el creia que era su nueva vida. Porque en realidad, no habia mucha diferencia con un raton de laboratorio en su jaula, con un toro castrado, fisica y ademas mentalmente castrado. Lars lo compara con una gran herida sangrante y siempre abierta sobre la que el Codigo Secreto ejerce,en el momento deseado por el manipulador, la funcion de pimienta recien molida. Lo decia en la foto que cerraba el album, la ultima del «asunto Fiorino»: «Sujeto adecuadamente reeducado».