EL SOL DE LEONITO.- 19 de julio de 1989.

MUERTE EN LEONITO CAPITAL! ?VEINTICUATRO HERIDOS EN ENFRENTAMIENTOS! «Las tropas, por orden directa del coronel Walter Menendez, dispararon contra la multitud que pretendia asaltar el palacio presidencial. El vicepresidente Menendez, contundente: No consentiremos aca como en Nicaragua en el setenta y nueve.»

EL SOL DE LEONITO.- 1 de enero de 1990.

LA REBELION AMENAZA AL CAMPESINADO EN EL ANO NUEVO. «La revolucion popular, con el Ingeniero Jimenez a la cabeza, proclama la democracia en las tres provincias del sur, y el presidente Larriguera Hill advierte: Los comunistas buscan la guerra civil y pueden encontrarla».

DIARIO DE LEONITO LIBRE.- 6 de junio de 1990.

LOS DICTADORES, ACORRALADOS. LA MATANZA DE ZENCIJOS COLMA EL VASO. «Ciento diecisiete hombres, mujeres y ninos de seis poblados de la provincia de Zencijos asesinados por el ejercito, que justifica la accion por la busqueda de rebeldes armados. El pueblo exige la cabeza de los coroneles mientras el presidente provisional de la democracia, Ingeniero Jimenez, pide calma a la poblacion: Prefiero que se vayan sin mas (los coroneles) antes que juzgarlos, si con eso vamos a evitar mas derramamiento de sangre. ?Que se larguen de una buena vez!».

El articulo del Diario de Leonito Libre era el primero de los incluidos que se mostraba abiertamente contrario a la dictadura. Ferrer se detuvo, atonito, sobre el nombre del periodista que lo firmaba: Casildo Bueyes. Por primera vez involucrado de forma explicita en la trama de Lars, el periodista degollado era tambien el autor del texto euforico que festejaba la derrota de los coroneles, el historico 10 de agosto de 1990.

DIARIO DE LEONITO LIBRE.- 10 de agosto de 1990.

EL VIENTO DE LA LIBERTAD SOPLA AL FIN EN LEONITO.

«Probablemente, ni Tete Larriguera Hill ni sus compinches Canchancha y Menendez -asesinos que, cuando todo estaba ya perdido, aun intentaron la indignidad ultima de encender una guerra civil para prolongar su permanencia en el poder- pudieron llegar a imaginar que las revueltas populares iniciadas en Leonito en 1987 llegarian un dia a colapsar su corrupto regimen de terror, que sin embargo, no fue capaz de contener la colera de un pueblo ansioso de libertad. Los payasos sanguinarios escaparon ayer dejando en tierra a un grupo de la Guardia Pretoriana Presidencial, los siniestros Pumas Negros, para defender su cobarde huida cuando la enfurecida poblacion civil, pobremente armada pero dispuesta a dar la vida para expulsarle a el y a su cuadrilla de sicarios, arremetia ya contra las puertas del lujoso palacio llamado -otra infame afrenta- de la Presidencia del Pueblo. Escapad, siniestros cobardes. Gastad el dinero que robasteis. Dilapidadlo y disfrutadlo… Pero sabed una cosa: si algun dia volveis, os esperara un juicio justo en el que el pueblo de Leonito, ahora si soberano, os exigira el pago de vuestros innumerables crimenes».

?Que bonito! ?Verdad, Jeannot? Seguro que se te pone el vello de punta con este libelo de exaltacion populista. A mi, aunque te cueste creerlo, tambien me emociono ver publicado este articulo; en realidad, ver publicados todos los de esta pequena seleccion que he realizado para ti, pues cada uno de ellos reflejaba -sin que el correspondiente medio informativo lo supiese- un nuevo logro de mi escalera hacia el exito: la revolucion popular, la caida y exilio de los coroneles y el advenimiento de la democracia en Leonito fueron, igual que el seguimiento informativo de todo ello, pasos del plan de apropiacion de la Montana Profunda. Cuando se lo expuse por primera vez, Tete y sus socios -tambien sus respectivos hijos, futuros presidenciables ya con voz y voto- se mostraron desasosegados e incluso hostiles:no les gustaba la idea de abandonar el pais aparentando -ellos, tan machos- una huida deshonrosa. Pero los convenci con hechos: mientras todo el pais seguia los sucesos de la capital y de las «tres provincias del sur», en las que en secreto consenti primero e impulse despues la eclosion revolucionaria precisamente para que la atencion nacional se concentrase sobre ese punto, los Pumas Negros, libres asi de miradas indiscretas, exterminaban a los habitantes de los poblachos proximos a la Montana y realizaban en su interior incursiones de elite que, poco a poco, iban sumando cabezas cortadas de indios. De esa manera, cuando todo hubiese concluido -es decir, cuando la revolucion en apariencia triunfante hubiese expulsado a los dictadores- la zona se encontraria limpia de moradores molestos, como de hecho se encontraba el 10 de agosto de 1990, cuando el avion de los tiranos en fuga se perdio en el cielo camino del exilio y las turbas febriles, demasiado ocupadas en intentar discernir si la democracia consiste en que mande todo el mundo a la vez o una persona distinta cada dia, no repararon en que los alrededores de la Montana Profunda habian amanecido ese dia, por primera vez, desiertos y mudos, saneados de toda actividad humana.

Por supuesto, estaba previsto que las nuevas autoridades, al descubrir las matanzas de indigenas -los Pumas Negros habian recibido ordenes precisas de dejar bien a la vista los vestigios de sus atrocidades-, se mostraran escandalizadas y chillonas al acusar de genocidas a los coroneles, que desde el exilio proclamaron su inocencia mediante comunicados redactados por mi en persona, dada su extrema importancia: en ellos se afirmaba con arrogancia tenida de honorabilidad herida que los verdaderos responsables de las masacres habian sido los nuevos gobernantes, impulsados por «razones oscuras» que elegi definir asi de inconcretamente para hacer mas efectivo el calado de la duda. Eso -sembrar dudas y dejar que el tiempo, al transcurrir, les de credibilidad- es la politica, y la revolucion de Leonito no tenia por que ser una excepcion. La democracia se consolido y prueba de ello es que pronto surgio una oposicion integrada por nostalgicos del viejo regimen. Pude observar todo el proceso en directo, pues mi fachada de respetable hombre de negocios apolitico aunque generoso con los menos favorecidos por la fortuna -que desde siempre, incluso en los momentos triunfales de la dictadura, me habia esmerado en cultivar- era irreprochable hasta el punto de que el presidente de la nueva democracia me pidio que aceptase el cargo de senador -?Yo, senador democrata! Me he reido con ganas cuatro veces en mi vida, y esa fue una de ellas-, que rehuse alegando problemas de salud… Que lejos estaba de pensar que esas excusas frivolamente improvisadas se materializarian de verdad, presagiadas por el mareo repentino que una tarde, en el asiento trasero del coche, me vacio la mente durante unas decimas de segundo aterradoras en las que no supe quien era ni por que me encontraba alli, tranquilizando con gesto desfallecido las tremulas expresiones del chofer y del guardaespaldas. Rechace su insistencia en llevarme de inmediato al medico, y fue un error que excuso a pesar de todo: no tenia tiempo que perder, pues mi plan entraba en su segunda fase… Ya habia consolidado la democracia. Habia llegado ahora el momento de estrangularla economicamente.

No creas que tal empeno es complicado. El grave humanismo cronico que padeces te ha llevado a desatender el conocimiento de disciplinas utiles como la economia. Por eso no voy a cansarte con clases teoricas. Basta que sepas que, dominando determinados resortes -y los coroneles y yo los dominabamos con la colaboracion de grupos financieros interesados en el futuro de Leonito-, pudimos en unos meses consolidar la situacion ruinosa del pais. La incauta democracia, estrangulada ademas porque el oro del banco nacional habia sido sustraido meticulosamente por los coroneles, se moria de hambre y sed. Y entonces -era diciembre de 1990- apareci yo con panes y peces concretados en la deslumbrante oferta de un grupo internacional que pretendia adquirir los terrenos de la Montana Profunda para edificar sobre ella un fabuloso centro de recreo que daria empleo a medio pais. Dichos inversores, tal vez lo has adivinado ya, eran los propios coroneles disfrazados bajo la piel de oveja de una sociedad anonima con capital panameno, frances, espanol y venezolano; o, dicho de otro modo, el oro que permitio comer pastel de fiesta a los leonitenses aquel fin de ano era el mismo que habia sido expoliado de sus arcas unos meses antes. Ahora, ademas de carecer de el, lo debian. Sin invertir un solo dolar habiamos pasado a ser los propietarios legales de un trozo de piedra que contenia -aunque esto nadie lo imaginaba- una mina de diamantes que en su momento sacudiria a nuestro favor el mercado mundial. Claro esta que el acuerdo, tan oportuno para los pobres leonitenses, les iba a exigir el esfuerzo extra de aportar braceros a bajo precio para la construccion del complejo hotelero, a la que, por cierto, tambien habian contribuido con generosas ayudas a fondo perdido todas las sociedades estatales relacionadas con los quinientos anos del hermanamiento entre Espana y America. Pero no les importo: estaban felices porque su pais habia logrado liquidez para aguantar otros dos anos

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