detectar el miedo en el fondo de sus ojos, y continuo:
– Roberto Soas, cuando todavia no sabiamos que era un hombre mentiroso, dijo que me llevaria a Espana para hablar con el rey.
– ?Conociste en persona a Roberto? El me dijo que no.
– Es un hombre mentiroso, acabo de decirtelo. Despues de aquello cambio de opinion. Dijo que seria el rey quien vendria a Leonito para conocerme y tratar de la Montana. Preparo una gran recepcion, invito a mi pueblo, a las mujeres y a los ninos. Nos engano a todos. Pero yo soy el unico culpable. Tenia una razon personal para negociar y lleve a mi pueblo al desastre. ?Lo traicione! ?Lo traicione por una razon personal!
Leonidas no se regodeaba en la rabia, la tristeza ni la melancolia; sin duda, esos sentimientos ya habian atormentado hasta el infinito su corazon. Ahora se limitaba a exponer los hechos. Ferrer se mantuvo expectante.
– Fuimos todos a conocer al rey de Espana. Asegure a mi pueblo que no habia nada que temer. Creyeron, igual que yo, que el rey querria saber por que luchabamos contra los que quieren profanar la Montana con sus hoteles. Creyeron que el rey de Espana nos escucharia, pero…
– Puedo garantizarte -le interrumpio Ferrer- que el rey de Espana, como cualquier otro jefe de Estado, no viaja a una zona conflictiva con tanta facilidad, y mucho menos para visitar las obras de un hotel de lujo. Obras que casi ni siquiera habian empezado, ademas. El rey, a la fecha de hoy, ni siquiera habra oido hablar de vosotros, te lo aseguro. Eso lo se yo, lo sabe Soas…
– Y ahora lo se yo tambien. Pero entonces le crei… Y resulto ser una emboscada. Aparecieron soldados por todas partes, ametrallando a los mios, a las mujeres y a los ninos. A traicion… Una matanza. Hace dos meses.
– Pero habia ya un gobierno democratico -objeto Ferrer; esta desconocida version de los hechos le pillaba por sorpresa-. No parece muy verosimil que…
– ?Dispararon a las mujeres y a los ninos! ?Con ametralladoras y morteros! Y a los supervivientes nos persiguieron con helicopteros, dos helicopteros que disparaban desde el aire a los heridos -aseguro contundente el indio, retando a Ferrer para que osase no creerle-. Y eso no es todo: habia militares espanoles.
– ?Entre los atacantes?
– Oficiales con graduacion. Vinieron de Espana para dirigir el ataque. Unos manejando los helicopteros y otros mandando a los soldados leonitenses.
Ferrer expreso un gesto de incredulidad.
– Eso no…
– Capturamos a uno -insintio el indio, y callo hasta que Ferrer volvio a prestarle atencion. Entonces continuo-. Un capitan del ejercito del aire espanol. Derribamos su helicoptero y le hicimos hablar.
A Ferrer le asalto la duda: ?no habia hablado Soas de un helicoptero derribado? ?Y de las verdades ocultas que genera toda guerra? ?Era la participacion de militares espanoles en esta una de esas verdades?
– El piloto, antes de morir por la tortura, lo confeso todo.
– ?Lo matasteis?
– Acababa de ametrallar a mi pueblo -Leonidas no se estaba excusando, solo constataba el hecho-. Por eso declare la guerra a Espana.
– Asi por las buenas… -Ferrer decidio que podia mostrarse socarron-. ?Y como la declaraste? ?Por carta? ?Llamaste por telefono o te…?
– Con esto -Leonidas saco del zurron que llevaba consigo una ajadisima cartera de cuero. Por su aspecto, habia transitado por infinidad de manos en no menos inimaginables peripecias, calculo Ferrer mientras el indio soltaba las hebillas y sacaba del interior una manta doblada que cumplia la funcion de carpeta protectora. La desdoblo con mimo e invito a Ferrer a tomarla para examinar su contenido: seis hojas manuscritas, tres de viejo papel amarillento y tres folios blancos convencionales. En el primer examen apresurado resultaba evidente que el autor de los folios habia copiado, como un amanuense disciplinado, el texto contenido en las paginas amarillas, que venian encabezadas por un titular escrito con grandes letras mayusculas: ???MUERTE AL REY DE ESPANA!!! Asi que Casildo Bueyes, con el ultimo acto de su vida, habia pretendido hacer publica la supuesta guerra entre Espana y los indios de la Montana Profunda.
– ?Por eso lo mataste? -increpo Ferrer a Leonidas. Le extrano la virulencia de su propia reaccion: supo en ese instante que sentia afecto hacia el cadaver de Casildo Bueyes, indignacion de que alguien lo hubiese degollado para dejarlo morir sobre sus propios orines. ?Solo por querer decir la verdad! Habia juzgado a la ligera al viejo borracho. Le debia una disculpa que ya nunca podria expresarle, pero si podia cumplir la promesa que le habia hecho ante la barra del bar de Lili: publicar su nombre junto a la noticia. «???Muerte al rey de Espana!!!, historia de una guerra imposible», por Casildo Bueyes. Miro a Leonidas, exigiendole una respuesta.
– ?Matar a quien? -se sorprendio el indio.
– A Casildo Bueyes. El sabia esto, ?verdad? -Ferrer agito original y copia de la panfletaria declaracion de guerra.
Leonidas hizo una mueca despectiva.
– ?Esta muerto? Ni siquiera lo sabia. Bueyes era un borracho, un cobarde y un traidor. Un hijo de puta al que en un tiempo crei amigo mio. No lo mate, pero tendria que haberlo hecho. El ha ensenado a los soldados el camino… El es el verdadero traidor. Por su culpa han muerto muchos. Por su culpa vamos a morir los ultimos de nosotros…
Ferrer atajo el acceso de ensimismamiento de Leonidas.
– Habiame de esto -dijo agitando las seis hojas de papel.
– Esto -explico Leonidas mientras las recuperaba para devolverlas a su precaria proteccion de lana- es la declaracion de guerra que redacto en mil ochocientos veintiuno un desertor espanol. Se llamaba Julian Iribarne, y huyendo del ejercito llego hasta la Montana y se convirtio en amigo y mano derecha de Leonidas Foz, el caudillo indio de la independencia de Leonito.
Ferrer vio en los ojos del indio una extrana energia que podia interpretarse como locura, pero tambien como resolucion. Decidio ser cauteloso:
– ?Declaracion de guerra? ?Contra quien?
– ?Contra Fernando VII! -Habia algo de pueril orgullo en la resolucion del rostro de Leonidas, que no capto el sarcasmo de Ferrer:
– Ah, contra Fernando VII…
– ?Y yo he hecho lo mismo con Juan Carlos I! Copiando palabra por palabra la carta de Iribarne. Y si, Bueyes lo sabia.
– ?Y Fernando VII que dijo? -pregunto Ferrer, incapaz de contener la ironia en sus palabras. Leonidas lo miro con gravedad ofendida.
– Aquella guerra fue el principio de la independencia de Leonito, Ferrer. Y esta va a ser el final. El final de todo. Tu mismo has mirado con los prismaticos, has visto a los soldados. Estan entrando por donde les senalo el traidor Bueyes. Y no podemos pararlos. Hoy es el ultimo dia de la Montana Profunda… -Leonidas hizo una pausa emocionada que Ferrer interpreto como particular forma de oracion. Pero en la mirada del jefe indio podia percibirse sobre todo el brillo de una decision irreversible. Continuo hablando con una extrana serenidad-: Julian Iribarne era artillero… Fue el quien senalo los puntos donde habia que colocar las cargas de dinamita…
– ?Que cargas? -Ferrer se tenso.
– Las cargas para hundir la Montana Profunda en el fondo del mar. Primero volare las salidas para atrapar al mayor numero de soldados. Y luego hare el resto. Nosotros hemos perdido nuestro hogar. Pero quienes nos lo han quitado no tendran los diamantes.
Ferrer iba a intervenir, pero le contuvo la solemnidad con que el indio asumia la inmolacion.
– Escucha, Ferrer. Este es mi trato. Yo hundo la Montana en el mar y tu cuentas al mundo como nos han asesinado. Tienes nuestra declaracion de guerra. ???MUERTE AL REY DE ESPANA!!! Es una gran noticia.
– Pero falsa.
– ?No! ?Soas es un militar espanol!
– En excedencia, esta aqui como empleado de una empresa privada. Ademas…-?Y los pilotos de los helicopteros? ?Militares espanoles!
– Aunque eso fuera cierto…
– Lo es.